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  • Alejandro Deustua

Venezuela: Maduro Va Ganado

El diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela ha incrementado la capacidad de sobrevivencia del gobierno de Maduro en proporción a las pérdidas de influencia y empuje popular de la oposición. De momento ello no ha aliviado la crisis política y humanitaria en ese país a pesar de una distensión que aleja la posibilidad de una explosión social.


En efecto, no obstante los avances producidos en las conversaciones promovidas por el Vaticano el gobierno no parece, hasta hoy, tener intención de convocar a elecciones anticipadas una vez que la cancelación del referéndum revocatorio se ha consolidado con la ayuda de los mediadores.


Y no obstante las dos ruedas negociadoras intermediadas por el representante de la Santa Sede, Claudio María Celli, los poco efectivos ex –presidentes Rodríguez Zapatero, Torrijos y Rodríguez y UNASUR (representada por su Secretario General, el parcializado Ernesto Samper), el gobierno no ha admitido siquiera la realidad de libertades conculcadas. Por tanto, no se compromete a hacer algo al respecto y, en lugar de ello, sólo considera la libertad de “personas detenidas” sin referencia precisa a los presos políticos.


Esta realidad auspiciada también por los países miembros de UNASUR, no es precisamente lo que la oposición buscaba en las calles y tampoco se acerca al punto intermedio que se esperó encontrar en el encuentro con el gobierno chavista.


Es más, la apertura del “canal humanitario” considerada elemental no se ha concretado como debiera desde que se instaló el diálogo a fines de octubre. La dimensión humanitaria de la crisis, que se expresa en un enorme desabastecimiento de productos básicos (82% según Datanálisis a mediados de año), debió ser atendida sin mayor consideración política. Pero ni el gobierno manifiesta sentido de urgencia ni la comunidad internacional presiona como debería al respecto.


Con una inflación de entre 465% (FMI) y 700% según estimados locales este año y una proyección de 1660% para el próximo (FMI); una contracción del PBI de -8% en 2016 (que podría atenuarse por el incremento de los precios del petróleo en tanto el barril WTI cotiza en US$ 47.20 superior a US$ 35 en diciembre del año pasado –AIE-); y una tasa de desempleo aumentando a 20% en 2017, la dimensión de la crisis humanitaria adquiere aún mayor dramatismo.


Sin embargo, Maduro confiando en el apoyo de la cúpula de la FFAA, una aprobación de alrededor de 20% (Datanálisis) y la escasa presión externa prefiere enfrentar el problema con una estrategia que ha pasado de la sobrevivencia a la imposición de condiciones. Al tanto de que la oposición ha concedido su principal fuerza (la protesta callejera) sin obtener mucho a cambio, Maduro parece convencido de que todo se reduce a hacer graciosas concesiones a un interlocutor disminuido. Su causa es el poder cueste lo que cueste.


Esa posición de fuerza se ha incrementado con la aceptación de la oposición a enrolarse en la lucha contra toda forma de “sabotaje, boicot o agresión económica” sin considerar que en ese rubro podría el gobierno considerar la protesta organizada que ha sido, hasta octubre pasado, su principal reducto.


Y mientras el Consejo Nacional Electoral ha ganado la batalla del referendo anulándolo, el Tribunal Supremo de Justicia no sufre ningún apremio real para reconocer la autonomía de la Asamblea Nacional. Al respecto la oposición ha admitido, increíblemente, que la materia se trate como la necesidad de superar la situación de desacato en relación al Tribunal.


De cara a estos resultados logrados en dos rondas negociadoras (y a la espera de una tercera el 6 de diciembre) no es extraño que la oposición se haya dividido (o esté en trance de hacerlo). Así, mientras que la ligeramente mayoritaria Primero Justicia de Henrique Capriles considera cómo regresar a las calles para recuperar legitimidad, Voluntad Popular del líder preso Leopoldo López mantiene su decisión de no sumarse a la mesa vaticana a pesar de que uno de los acuerdos consiste en reforzar institucionalmente el diálogo.


El desescalamiento de la tensión en Venezuela por subordinación de la oposición no parece ser, sin embargo, sostenible sin mayor flexibilidad del gobierno de Maduro. La medida de cuán rápido se agota el frágil equilibrio actual se conocerá al concluir la primera semana de diciembre. Que el chavismo no cante victoria y que los gobiernos de la región se preparen para más estancamiento en Venezuela salvo que un milagro vaticano ocurra.


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