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  • Alejandro Deustua

Venezuela: Lejos del Día D

El 23 de febrero no fue el día D para la ayuda humanitaria a Venezuela. Un exceso de expectativas generadas por la presidencia interina venezolana y por algunos jefes de Estado del Grupo de Lima, evidentes deficiencias de planeamiento y la acción represiva venezolana fueron las causas del fracaso de este primer intento de asistir a una población en situación calamitosa.


Si algo quedó claro ese día es que sin medios suficientes para transportar y proteger la ayuda (unas 600 toneladas transportadas en unos cuantos camiones que no fueron conducidos por los voceados cientos de miles ciudadanos que debían concurrir a la frontera), sin un apoyo coactivo eficaz (bandas de paramilitares y no muy numerosas fuerzas represivas venezolanas fueron suficientes para detener los convoyes) y con muy vulnerables y publicitados puntos de ingreso, la operación estaba destinada al fracaso.


La consiguiente decepción de la población llanera puede tener un costo político para el gobierno interino mientras el tirano festeja su conducta de lesa humanidad y la pestilente ilusión de un nuevo futuro. Salvo que ésta sea la prueba necesaria para acudir al Consejo de Seguridad.


Ni el gran coraje mostrado por el presidente Guaidó con su presencia en Colombia acompañado de tres presidentes sudamericanos en la frontera venezolana ni el marco de extravagancia rockera que lo acompañó pudieron ocultar este mal resultado inicial que quiso ser contrarrestado por una reiterativa declaración del Grupo de Lima.


Sin ningún objetivo inmediato que proponer que no fuera el eventual recurso al Consejo de Seguridad de la ONU, el Grupo de Lima olvidó que el simple aislamiento de un gobierno carente de vocación comunitaria y excedido de represión y de alianza totalitaria puede ser papel mojado si los ejemplos de Cuba, China o Corea del Norte sirven de algo.


Y, como López Obrador con el principio de no intervención, el Grupo volvió a la defensa anacrónica del principio de no uso de la fuerza. Al respecto la impúber presentación de nuestro representante olvidó, por ejemplo, que la solución política al desafío terrorista en el Perú requirió de inteligencia y de Fuerza Armada, que la incapacidad de coacción es correlativa con el riesgo de grave pérdida cuando el contrincante hace de la fuerza su razón y que hasta los medios de la ONU para el mantenimiento de la paz (los “cascos azules” p.e.) reconocen el uso preventivo de la fuerza.


Que ello no se traduzca en eficiente coacción colectiva en el caso del Grupo de Lima es irracional. Especialmente cuando el propio Guaidó ha sostenido que en su país no hay dilema entre guerra y paz porque la paz debe lograrse y su embajador en Estados Unidos, el Sr Vecchio, ha reconocido públicamente la “obligación de proteger”.


Cuando Maduro y su multifacética mafia tenga la certeza de que no es confrontado por una diplomacia multilateral declarativa, probablemente se mostrará más dispuesto a ablandar su esencia habanera y a negociar su salida en vez de seguir el camino de Ceausescu.


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