Venezuela, Incertidumbre y Alteración de Intereses Nacionales
- Alejandro Deustua
- 30 sept 2021
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30 de setiembre de 2021
El Perú no reconoce la legitimidad del actual gobierno de Venezuela desde que, en enero pasado, venció el mandato del Presidente Encargado Juan Guaidó.
Ello no implica que el PerĆŗ desconozca al Estado venezolano o que haya roto relaciones diplomĆ”ticas con Ć©l. Sencillamente considera, como buena parte de los miembros del Grupo de Lima, que el gobierno de Maduro no tiene amparo legal desde que Ć©ste desconoció la autoridad de la Asamblea General legalmente elegida (el Poder Legislativo venezolano) y la reemplazó por una mĆmica digitalizada de Asamblea Nacional Constituyente que no cumplió con sus fines.
Culminado el mandato de Guaidó no hay en nuestra perspectiva, por tanto, autoridad legĆtima en ese paĆs. En consecuencia, el nivel de nuestras relaciones ha sido rebajado mĆ”s aĆŗn.
Como es de conocimiento pĆŗblico, el Grupo de Lima fue establecido por un conjunto de paĆses latinoamericanos y caribeƱos que tampoco reconocieron a la Asamblea Nacional Constituyente promovida por la dictadura caribeƱa y cuestionaron la indebida reelección de Maduro. Pero el Grupo no ha tenido Ć©xito en sus esfuerzos por contribuir a restaurar la democracia en ese paĆs ni en los orientados a superar la multidimensional crisis venezolana mediante āuna salida pacĆfica y negociadaā.
El logro de este objetivo estĆ”, de momento, en manos de otra entidad: el Grupo de Contacto que convoca a representantes del gobierno ilegĆtimo de Venezuela y a la oposición. Las negociaciones correspondientes tienen el apoyo del Grupo de Lima.
Este complejo proceso, sin embargo, no sólo es desconocido por el primer ministro Guido Bellido sino que, en medio de su ignorancia, Ć©ste afirma que esa posición āno es la postura del gobiernoā. En otras palabras, Bellido piensa que el interĆ©s nacional al respecto nace con PerĆŗ Libre y, por ende, quizĆ”s nada de lo actuado en materia internacional hasta el 28 de julio pasado por el Estado compromete a este gobierno.
A mayor abundamiento, Bellido acompaña su total desconocimiento de la materia con la amenaza a todo quien se oponga a su vernacular razonamiento. Al respecto ha invitado al vicecanciller ChÔvez y al canciller Maurtua a cruzar la puerta del retiro o de la expulsión del cargo por contradecir a su jefe nominal, el Sr. Castillo.
La indignación que, en este asunto, pretende mostrar el Sr. Bellido es producto directo de un encuentro āno programadoā entre el presidente Castillo y el dictador Maduro en el marco de la nada exitosa cumbre de la CELAC realizada recientemente en MĆ©xico. El canciller Maurtua ya ha dado cuenta de lo actuado al Congreso seƱalando la razón de la imprevista reunión (era la āvicepresidentaā venezolana Delcy RodrĆguez quien debĆa concurrir a la CELAC y no Maduro) y el contenido de la misma (el retorno de migrantes venezolanos desde el PerĆŗ y posibles compras venezolanas a la industria local). Al respecto Bellido no ha emitido opinión alguna.
Si la situación descrita abunda en la incompetencia e ignorancia de los miembros del gobierno del Sr. Castillo (que, en este caso, bien podrĆa degenerar en alguna crisis internacional que complique mĆ”s la grave situación interna del paĆs), tambiĆ©n evidencia algunas cuestiones que deben destacarse.
La primera corresponde al Ć”mbito de lo que el canciller no ha explicado (o al de la mentira piadosa). En efecto, no parece verosĆmil que, dada la proclividad y afinidad ideológica y estratĆ©gica del Sr. Castillo con el ex -gobernante boliviano Evo Morales y el dictador de Venezuela, el presidente no hubiera comprometido con anterioridad un encuentro con los representantes de ambos paĆses (como en efecto sucedió en exclusividad y exclusión al margen del que se sostuvo con el anfitrión mexicano).
Por lo demƔs, dada la importancia estratƩgica del encuentro y la celeridad en el cumplimiento de parte de la agenda tratada (el retorno de mƔs de un centenar de migrantes venezolanos con pasajes pagados por el gobierno peruano), es probable que dicha agenda haya sido mƔs compleja y sigilosa.
Si los presidentes del PerĆŗ y Venezuela desean encontrarse personalmente, nada se los debiera impedir. Ese tipo de conversaciones (que tambiĆ©n podrĆan haber sido reemplazadas por comunicaciones electrónicas) es una prĆ”ctica internacional establecida entre opuestos. Pero cuando el interlocutor es un personaje que forma parte de una investigación de la Corte Penal Internacional por crĆmenes contra la humanidad y ya ha sido sancionado por terceros por su comportamiento antidemocrĆ”tico (Estados Unidos y la Unión Europea), la entrevista sĆ presenta serias aristas.
Algunas de ellas tienen seria implicancia para el Estado: el alineamiento progresivo con los denominados paĆses bolivarianos o del ALBA. Ello atenta contra el interĆ©s nacional establecido. Y tambiĆ©n afecta seriamente la voluntad de la mayorĆa de peruanos que, salvo alguna minorĆa, no deseamos formar parte de la red de la forman parte Venezuela y Bolivia. Nuestra condición de Estado que dice respetar la democracia representativa y los derechos humanos debiera ser argumento suficiente para impedirlo.
Si el canciller no se ha referido a estos asuntos āy tampoco ha sido preguntado al respecto- puede Ć©l haber salvado alguna incomodidad pero no los problemas adicionales de legitimidad interna del gobierno y de su polĆtica exterior.
En efecto, si el presidente insiste en convocar a una Asamblea Constituyente -facultad que colisiona con la Constitución vigente- ello genera desconfianza, como es obvio para todos, y resta credibilidad al Estado vigente que el gobernante deberĆa promover. Pero si Ć©ste va a modificarse mediante un nuevo āpacto socialā (tĆ©rmino que empleó de manera ad hoc en la OEA y la ONU) no es sólo la seguridad jurĆdica la que se pone en cuestión sino la naturaleza, el carĆ”cter y la temporalidad de la polĆtica exterior.
Como se sabe, el trazo de los lineamientos de la polĆtica exterior y la responsabilidad Ćŗltima sobre la misma compete al Jefe de Estado (y la CancillerĆa la ejecuta). Pero si el marco de esos lineamientos cambia, el conjunto de los intereses explĆcitos en el texto constitucional y, por tanto, la naturaleza de los intereses nacionales tambiĆ©n pueden cambiar (como cambiarĆ” el carĆ”cter de su ejecución).
Esta arbitrariedad genera inestabilidad en el PerĆŗ, inseguridad en la comunidad internacional y en los interlocutores con los que tratamos. Si nuestro Estado estĆ” en transición, sus intereses tambiĆ©n. Lo esperable en aquĆ©llos, por tanto, es un cambio de comportamiento derivado de un cambio de expectativas sobre la naturaleza y acciones del Estado que emergerĆ”. Estos factores agregan debilidad a una entidad polĆtica que, como la nuestra, tiene escasa cohesión interna y menor capacidad de proyección externa. Especialmente si esos problemas son alimentados por relaciones especiales con los gobiernos actuales de Bolivia y Venezuela.
Bien harĆan los seƱores Castillo, Bellido y el canciller en estar al tanto.




