22 de mayo de 2006
Bolivia es económicamente un país pequeño y tradicionalmente amigo del Perú. Sin embargo su proyección geopolítica en el Pacífico genera incertidumbre periódica en nuestra política exterior mientras que su proyección hacia el corazón suramericano la distancia de su condición altiplánica. Y cuando las políticas de integración son reemplazadas por políticas de poder como ocurre hoy en ese país, la tendencia a activar regresivamente esa tendencia geopolítica se incrementa. Potenciada ésta por las segundas reservas de gas en la región y por un gobierno irredentista, su capacidad de dinamizar antagonismos vecinales también aumenta.
En el ámbito continental, este efecto puede verse hoy a propósito de la nacionalización de los hidrocarburos. Así como la competencia peruano-chilena fue abiertamente patrocinada por el gobierno boliviano cuando parte de sus grandes reservas de gas planeaban exportarse por el Pacífico a Estados Unidos y/o México, hoy cuando el gas nacionalizado adquiere un destino esencialmente regional, la tradicional competencia brasileño-argentina por influencia en ese país está derivando en una nueva inestabilidad: la influencia venezolana en el corazón de Suramérica.
Disminuida la influencia argentina desde hace tiempo, la proyección brasileña en el oriente boliviano se ha incrementado. Entre otros factores, la presencia de Petrobras (US$ 1800 millones de inversión en hidrocarburos) y del financiamiento brasileño (el ducto Santa Cruz-Sao Paulo) consolidaron la presencia de Brasil en el vecino con el que esa potencia domina el corazón suramericano.
Hasta el 2003, esa influencia se daba en el marco de una política exterior boliviana que abordaba con entusiasmo el marco de integración IIRSA patrocinado por Brasil mientras Bolivia se definía como “país de contactos”.
Pero las cosas han cambiado desde entonces. La dimensión confrontacional e irredentista de la nueva política exterior boliviana ha sido fuertemente apoyada por Venezuela. Así como la alianza cubano-venezolana fue privilegiada por el Presidente Morales para contrarestar la complementación económica andino-norteamericana (los TLC), ahora la presencia venezolana en Bolivia a través de PDVSA está alterando los términos de relación tradicional en el área.
La explicación: PDVSA, que es una empresa pública y también un instrumento de poder del Presidente Chávez, acaba de ofrecer una inversión de US$ 1500 millones en Bolivia en exploración y producción de gas. Esto ocurre cuando Petrobras es seriamente afectada por la ley de nacionalización boliviana y se cuestiona la influencia brasileña.
En estas circunstancias PDVSA explora con Chile la posibilidad de establecerse en ese país (1) luego de hacerlo en Argentina y Uruguay. Aquí la expansión de la empresa venezolana no se entiende sólo por su voluntad de satisfacer la demanda de energía chilena sino por el ámbito de los proyectos Petroamérica y Petrosur que pretende redefinir geopolíticamente la integración energética en la región bajo términos venezolanos. Así, al tiempo de fortalecerse el liderazgo venezolano en este campo (como sucede con el “ducto del sur”) minimzando al Brasil, Venezuela gana posiciones con un interlocutor estratégico boliviano (Chile).
Esta situación complica al Perú en el Pacífico y la anterior lo aleja del corazón suramericano. El nuevo gobierno no puede permanecer impasible frente a este escenario.
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