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  • Alejandro Deustua

Una Nueva Escalada Venezolana

La expansión hostil de Venezuela sigue su marcha sin límite ni opositor serio a la vista. La nueva evolución consiste en el anuncio de transitar de la alianza a la confederación con Cuba, en la advertencia de intervención armada en Bolivia en caso de que el presidente Morales sea obligado a dejar el poder y en el lanzamiento del Banco del Sur como contrapeso a la influencia financiera multilateral y norteamericana.


A pesar de ello ciertas autoridades insisten en ver en ello más humo que fuego. En efecto, la Canciller de México, interrogada por un reportero sobre esta eventual innovación geopolítica en el Caribe, acaba de declarar que su país es respetuoso de la soberanía ajena y que antes que la crítica prefiere el diálogo. Previamente a ello, el presidente Evo Morales se había declarado "guevarista" sin que nadie en la OEA se moviera de sus asientos. Y luego, la vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina, opinó que dadas las necesidades de financiamiento suramericano, el Banco del Sur es un complemento de la banca de desarrollo antes que un rival. A ello debe agregarse la iniciativa colombiana de sumarse a ese emprendimiento luego de que su Presidente aclarara que la incorporación al Banco del Sur no implica cuestionamiento a las instituciones que contribuyen económicamente con su país.


Si por motivos ideológicos se desea dejar sin comentario la nueva ofensiva chavista en la región es algo que, por excéntrico, debiera ser evaluado. Pero que no se desee constatar que esa avanzada es en realidad una avanzada y que ésta tiene una dimensión estratégica crecientemente desafiante del orden regional y de la distribución de poder existente en el área constituye una alarmante y peligrosísima sumisión al poder incrementalmente hostil y hegemónico de Chávez.


Para empezar, el planteamiento de transitar de la alianza a la confederación con Cuba revela una renovada disposición a controlar el Caribe, someter la economía de hidrocarburos del área y constituir con Cuba una plataforma de dominio de los pequeños Estados de esa cuenca. Ello supone un desafío geopolítico abierto a Estado Unidos en busca de una respuesta que, dependiendo cómo ocurra, puede desestabilizar adicionalmente toda el área devolviéndola a las peores épocas de la Guerra Fría. El impacto en Suramérica será, en ese caso, proporcional a la nueva contienda. Y aunque la confederación no ocurra, como es probable, el desafío estratégico venezolano se abrá escalado y la apertura de Cuba postcastrista habrá encontrado un serio y adicional escollo.


De otro lado, aunque la amenaza de uso de la fuerza en Bolivia constituye un acto que viola los regímenes de seguridad colectiva interamericano y de la ONU, su implicancia va mucho más allá. Ella consiste en la confirmación de la influyente presencia militar venezolana en el corazón suramericano y de la disposición a activarla sin importar si ello desata una guerra civil u otro tipo de conflagración. Tal disposición militarista ciertamente es intolerable para la oposición boliviana (que ya lo ha dejado saber) pero también para los vecinos de Bolivia.


Finalmente, la constitución del Banco del Sur supera de largo la disposición venezolana de proyectar influencia financiera en el cono Sur reciclando excedentarios petrodólares. Esa organización nació con el expreso propósito de contrarrestar la influencia de la banca multilateral global (el Banco Mundial y el FMI con el que se acaba de entender el señor Kirchner), la regional (el BID) y la subregional (la CAF que, a pesar de su éxito, fue descrita por Chávez como ejemplo de lo que no debiera ser un banco de desarrollo andino). Si el propósito antimultilateral es aquí manifiesto, la intención de contrariar las reglas del multilateralismo financiero, aún el más eficiente, es todavía más evidente.


Es posible que luego de esa declaración de belicismo bancario se hayan producido pragmáticos entendimientos entre todas esas entidades y los socios no venezolanos del Banco del Sur. Por lo demás, ninguno de ellos desea alterar la estabilidad económica en la región más de lo que ya está en un contexto volátil. Sin embargo, si éste fuera el caso, la razonabilidad del intento debe haber incorporado la variable de la irracionalidad del socio cuyos principios económicos contienden con los de los demás a pesar de las declaraciones de la señora vicepresidenta del Banco Mundial.


Ello es aún más grave si se considera que la escalada venezolana, aunque pudiera considerarse en fase retórica, tiene antecedentes de realización verosímiles. Frente a esa realidad, que alimenta la voluntad de subvertir los principios que regían el orden latinoamericano hasta fines de la década pasada, la opción de la absorción del empuje venezolano no es una alternativa sensata. Hoy se requiere la activa contención de Venezuela. Pero, claro ello pasa por la capacidad de reacción de los líderes latinoamericanos razonables. Y ésta no se está produciendo.



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