Ucrania: Negociaciones en Plena Guerra
- Alejandro Deustua
- 18 ago
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 27 ago
19 de agosto de 2025
Si, luego de tres años y medio, el creciente compromiso de Occidente con la valerosa defensa de Ucrania no se ha reflejado en la retirada rusa y la invasión se consolida en el 20% del territorio violentado, una alternativa negociadora es razonable siempre que se comprometan medios de contención apropiados y se satisfagan intereses fundamentales del agredido.
La racionalidad de las negociaciones se sustenta también en el costo creciente de una guerra de desgaste. Si por definición el ganador de ese tipo de conflicto sólo emerge en un largo plazo, esperar a que uno aparezca en el terreno súbitamente es una expectativa engañosa que implica riesgo mayor.
Especialmente si el conflicto interacciona con la transformación del sistema internacional, con el vencimiento de tratados de control de armamentos entre implicados (el tratado de reducción de armas nucleares ofensivas entre Estados Unidos y Rusia concluye en febrero de 2026) y con el lento cumplimiento de los incrementados aportes europeos a la OTAN (la meta de 5% se alcanzaría recién en 2035).
Mientras tanto, las bajas totales son altísimas para los contendores: Ucrania habría perdido 400 mil hombres (muertos y heridos) y Rusia 950 mil (CSIS, TG). Además, el impacto económico de la guerra se mide en torno a la militarización de las capacidades industriales de los confrontados, la modificación de la capacidad industrial europea y norteamericana y la desaceleración de la atenuada economía global (que continúa refiriéndose al riesgo geopolítico como un obstáculo al crecimiento).
Por lo demás, los intentos de negociación entre las partes (al margen de los compromisos pre-bélicos) preceden a la inédita y reciente reunión en Alaska de los presidentes Trump y Putin. En febrero pasado ambos mandatarios sostuvieron una conversación telefónica de reanudación de contacto que promovió la visita del presidente Zelensky a la Casa Blanca.
La búsqueda de una solución rápida por Trump se tradujo en la disposición norteamericana de lograr participación material en la rehabilitación de infraestructura ucraniana (minerales, un fondo de reconstrucción). Ello se contrató en abril luego de la humillación de Zelensky en la Casa Blanca quien exigía, con razón, precisar las garantías de seguridad necesarias. Los europeos prestaron respaldo inmediato al presidente ucraniano y procedieron a conformar, a iniciativa de Francia y del Reino Unido, una “coalición de voluntarios” que contribuiría con Ucrania en su defensa y en cualquier negociación posterior.
La persistencia en lograr tal negociación se ha materializado ahora en la cumbre Trump-Putin en Alaska. Ello confirmó la opción del presidente norteamericano por definir a su colega ruso como un interlocutor necesario (potenciales acuerdos sobre armas nucleares están a la vista) antes que como enemigo.
La satisfacción de Trump con ese encuentro bilateral confirmó también el cambio de opinión del presidente norteamericano sobre el formato de solución del conflicto: ya no se trataría de un cese de fuego (más accesible y menos comprometedor) sino de un acuerdo de paz definitivo. El turno de un nuevo encuentro Trump-Zelensky había llegado.
Para minimizar la presión sobre el mandatario ucraniano en Washington, evitar una capitulación en la Casa Blanca y reiterar que un acuerdo sobre Ucrania debía incluir la participación de los europeos (en tanto la seguridad del continente está también en juego) máximas autoridades de las potencias mayores de “la coalición de voluntarios” acompañaron a Zelensky a la capital norteamericana. Su propósito implícito adicional: intentar cambiar la posición de Trump percibida como rusófila.
El encuentro, esta vez cordial, logró avances genéricos en relación a las próximas negociaciones. Las garantías de seguridad ganaron sitio en la agenda aunque aún falta precisar sus términos (los europeos prestarían apoyo en el terreno, Estados Unidos lo haría desde el aire aunque coordinando esfuerzos y una modalidad próxima al artículo 5 de la OTAN -el ataque a uno es un ataque a todos- fue planteada sólo como referencia a discutir). Además, la presencia negociadora europea fue demandada (Macron) y el estudio de un alto al fuego previo fue replanteado (Merz) mientras el asunto fundamental de los intercambios territoriales, que había sido planteado por Trump, fue de alguna manera postergado.
Finalmente Trump reiteró que, si el encuentro en Washington era exitoso, promovería rápidamente un encuentro bilateral entre los presidentes ruso y ucraniano y, al cabo de sus resultados, se produciría una reunión trilateral entre esos mandatarios y el presidente norteamericano.
Aunque los europeos reconocieron el liderazgo de Trump, la reunión concluyó sin acuerdos sólidos. Ello ha generado escepticismo en la opinión pública y Rusia persiste en su ofensiva bélica mientras sus autoridades han dejado saber que no se sienten comprometidas por ningún entendimiento aunque reconocen el progreso negociador.
No obstante el marco aún brumoso, las innovaciones negociadoras pueden estar próximas. Occidente debe persistir hasta alcanzar un acuerdo verosímil que brinde seguridad a todos y satisfaga intereses fundamentales del agredido.
Comentarios