top of page

SuramĂ©rica, el Mundo y el Gasto Militar SegĂșn el Sipri

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 29 abr 2011
  • 5 Min. de lectura

En el 2010, año en el que la crisis del 2008 seguĂ­a zarandeando a la economĂ­a mundial, el gasto militar ascendiĂł a US$ 1630 mil millones equivalentes a 1.6% de incremento en relaciĂłn al 2009 segĂșn el SIPRI. Para colmo de males, dirĂĄn algunos, ese gasto ascendiĂł a US$ 63.3 mil millones en SuramĂ©rica implicando un crecimiento de 5.8%, la mayor tasa inter-regional.


Sin embargo, la forma cĂłmo se ha presentado estas cifras, especialmente las suramericanas, indicarĂ­an un comportamiento poco racional de los gobiernos suramericanos en tanto las amenazas convencionales son de baja intensidad en el ĂĄrea segĂșn el SIPRI. Al respecto, esa organizaciĂłn intenta una explicaciĂłn refiriĂ©ndose al hecho de que SuramĂ©rica fue una de las ĂĄreas menos golpeadas por la crisis. Siendo ello cierto debiĂł agregarse que el manejo razonablemente responsable de las economĂ­as por buena parte de los gobiernos suramericanos forma parte de esa explicaciĂłn.


Ese complemento explicativo no es intrascendente porque da cuenta de una importante dosis de racionalidad en la gestiĂłn de una buena parte de los gobiernos suramericanos.


Sin embargo, si este argumento no fuera considerado relevante para el caso, debe tenerse en cuenta que la presentaciĂłn del SIPRI no se ha ocupado de aclarar por adelantado en su informe que la compra de armas es diferente del gasto fijo del sector Defensa. La consecuencia de esa inadvertencia al inicio de una presentaciĂłn de esta naturaleza implica, para el observador ligero, la percepciĂłn de que la referencia del SIPRI estĂĄ dirigida importantemente dirigida al gasto en armas. Y no es esto lo que ocurre en la regiĂłn ni en ninguna otra.


De allĂ­ a la reacciĂłn escandalizada hay un paso, como ha ocurrido en el PerĂș. Ello, a su vez, tiende a inducir polĂ­ticas irracionales en el sector. Tal situaciĂłn no ocurrirĂ­a si instituciones tan respetadas como la organizaciĂłn sueca advirtiera, desde el principio, que la compra de armas es sĂłlo uno de los muchĂ­simos rubros involucrados en el gasto de Defensa y, en no pocos casos, suele ser el de menor incidencia. En lugar de ello, el SIPRI realiza esta aclaraciĂłn en una nota “para los editores” (casi equivalente a un pie de pĂĄgina) al final de su publicaciĂłn como ocurre en su Ășltimo comunicado de prensa de 11 de abril.


En efecto, en esa nota postergada se afirma que por gasto militar se entiende “todo el gasto del gobierno en las fuerzas militares actuales y sus actividades, incluyendo salarios y beneficios, gastos de funcionamiento, compra de armas y equipamiento, construcciĂłn militar, investigaciĂłn y desarrollo, y la administraciĂłn central del comando y apoyo. (El) SIPRI, por lo tanto desalienta el uso de tĂ©rminos como ‘gasto en armas’ al referirse al gasto militar, ya que el gasto en armamentos es generalmente sĂłlo una minorĂ­a del total” (1).


Normalmente este tipo de aclaraciones se adelantan para evitar una lectura inapropiada del contenido de la publicaciĂłn y para asegurarse de que la informaciĂłn allĂ­ contenida serĂĄ recogida apropiadamente. Lamentablemente la forma cruda y sorpresiva con en que se ha presentado esa informaciĂłn se presta para que ciertos polĂ­ticos y medios malentiendan y transmitan percepciones distorsionadas del gasto militar.


AsĂ­, en el caso del PerĂș, el gobierno ha iniciado una campaña mediĂĄtica y ha adoptado iniciativas regionales de cuestionable sustento estratĂ©gico sobre la base de estas grandes cifras agregadas. Ello contrasta fuertemente con una realidad de fuertes limitaciones econĂłmicas en el sector donde el sistema previsional y los sueldos salarios del personal, antes que el gasto en armamento, son hoy problemas principalĂ­simos. En efecto, en claro contraste con lo dispuesto para la potenciaciĂłn militar (unos insuficientes US$ 700 millones para un tambiĂ©n insuficiente nĂșcleo bĂĄsico de Defensa en cinco años), hoy estĂĄ en debate en el PerĂș el incremento de 20% de los sueldos y salarios del personal militar (que representarĂ­a apenas 0.2% del PBI) y la incapacidad administrativa para reestructurar la Caja de Pensiones Militar Policial cuyos malos manejos ha generado una dĂ©ficit de mĂĄs de US$ 400 millones (1300 millones de soles). A ello debe agregarse la adquisiciĂłn este año de unos cuantos helicĂłpteros indispensables para la lucha contra el terrorismo y el narcotrĂĄfico (de los cuales sĂłlo dos se han entregado). AgrĂ©guese los gastos fijos del sector y se constatarĂĄ que no queda mucho para actividades bĂĄsicas como entrenamiento o realizaciĂłn de maniobras.


Puede que ello contraste con la realidad del gasto militar en Brasil, Venezuela o Chile pero el caso peruano no es Ășnico en SuramĂ©rica. Por tanto, presentar la tasa de incremento de ese gasto (5.8%) como la mayor en el mundo sin mencionar el bajĂ­simo punto de partida ni la diferencia anticipada con la compra de armas parece una ligereza o una irresponsabilidad en la metodologĂ­a editorial de entidades internacionales de la mĂĄxima legitimidad en el ĂĄrea como es el caso del SIPRI.


Por lo demás, al margen de Chile –que se mantiene desde hace tiempo como la potencia dominante en el Pacífico sur suramericano- y de Venezuela –cuyo desgobierno aduce agresiones y amenazas de toda naturaleza-, es probable que el mayor gasto en adquisición o fabricación de armamentos lo realice Brasil.


Mientras esta potencia emergente reclama para sí la adquisición de un poder militar suficiente para sustentar su natural proyección global y su predominio regional (48% del territorio suramericano y el quinto en extensión en el mundo), otros incrementan capacidades no sólo para sostener estrategias disuasivas sino para disminuir la velocidad de su pérdida de posiciones en la jerarquía del poder militar global. Ello se realiza muchas veces a costa de otras actividades elementales, como investigación y desarrollo, permitiendo la ampliación de la brecha tecnológica ya no sólo con los centros de poder sino con las potencias emergentes cercanas. En el otro extremo del espectro estån los Estados suramericanos que apenas pueden adquirir equipo para resguardar el orden interno o dar cuenta de la existencia formal de las Fuerza Armada no obstante la agresividad de las amenazas no convencionales y la subsistencia menor de amenazas convencionales.


Entre los paĂ­ses en desarrollo, esta situaciĂłn contrasta con el África cuya tasa de crecimiento de gastos militares en el 2010 fue de de 5.2%. Estos paĂ­ses, como Angola, Argelia o Nigeria, se sitĂșan en un contexto de constante beligerancia que ha escalado este año especialmente en el norte de ese continente. Ciertamente este caso, en el que el gasto militar estĂĄ correlacionado con el activismo bĂ©lico, es de peligrosidad mayor y no es correspondiente al caso suramericano que sigue siendo, en tĂ©rminos convencionales, la regiĂłn mĂĄs pacĂ­fica del mundo (salvo, quizĂĄs, OceanĂ­a).


De otro lado y por las razones que fueren, el mayor crecimiento del gasto militar en SuramĂ©rica y África no se compara con el realizado por las grandes potencias. A pesar de que la tasa en ellas ha declinado, el quantum del gasto es abrumadoramente superior. AsĂ­, si en Estados Unidos la tasa de crecimiento disminuyĂł en el 2010 -2.8% frente a un promedio de crecimiento de 7.4% anual entre el 2001 y el 2009, la superpotencia sigue representando el 43% del gasto militar global. Ello equivales, segĂșn el SIPRI a seis veces el gasto de la potencia desafiante: China.


Un caso parecido, aunque menor en tĂ©rminos absolutos, es el de la UniĂłn Europea donde la crisis obligĂł el año pasado a una disminuciĂłn del gasto en -2.8% (bastante menos que lo que los programas de ajuste en varias potencias –como el Reino Unido- requerĂ­an desde la perspectiva exclusivamente econĂłmica).


En cambio, en el Medio Oriente, antes de las grandes revueltas internas de este año, el gasto volvió a crecer en el 2010 2.5% (US$ 111 mil millones) bastante por encima de la tasa global de 1.3%, la tasa mås baja desde el 2001.


Finalmente debe decirse que siendo el promedio global entre el 2001 y 2009 de gasto militar 5.1%. éste estå en línea con el promedio suramericano del 2010.


Etiquetas:

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Logo Contexto.png
Header.png

Susbríbete a nuestra revista

Síguenos en

  • Facebook - Contexto.org

Gracias por suscribirte

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

SmartBoy 2020

bottom of page