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  • Alejandro Deustua

Rusia vs. Estados Unidos: Una Contienda Clásica (Y Peligrosa) En Europa Central

La contienda entre Rusia y Estados Unidos a propósito del despliegue de un sistema de defensa antimisiles en la República Checa y Polonia marca un nuevo y crítico punto de inflexión en el sistema internacional imperante.


La beligerante reacción rusa a ese eventual despliegue indica que la tendencia del conflicto en el sistema internacional es creciente, que éste regresa a los escenarios centrales, que lo hace a través de una potencia capaz de alterar la distribución y el balance de poder globales y hasta de apresurar la evolución de un sistema no consolidado hacia otro incierto.


En efecto, la amenaza rusa de orientar parte de su armamento misilero a blancos europeos como respuesta al eventual despliegue del "escudo antimisiles" norteamericano en la Europa Central (considerado como una amenaza intolerable para Rusia) es una señal de cambio estratégico fundamental en el centro de Occidente.


Más allá de que halla fundamento para la reacción rusa (Estados Unidos consideró intolerable la presencia de misiles soviéticos en Cuba en 1962 mientras que, efectivamente, la contención misilera de Corea del Norte no es verosímil desde Praga o Varsovia, pero sí la de Irán) su agresividad autoriza a pasar de la preocupación a la alarma.


De concretarse, ésta sería aún más grave que el efecto del ataque terrorista contra Estados Unidos en el 2001 en tanto convocaría el poder activo de una ex-superpotencia contra una superpotencia vigente en un escenario considerado libre de este tipo de amenazas eurasiáticas desde 1991. Por lo demás, es evidente que la capacidad de destrucción con que todavía cuenta la ex -superpotencia ciertamente es mucho mayor que el que pueda disponer un agente no convencional.


Ello no sólo marcaría la redefinición del status ruso en términos de capacidad de poder sino que marcaría el límite de expansión de Occidente en el ámbito de la seguridad colectiva (el denominado "unilateralismo" norteamericano en conflictos regionales ya había encontrado antes su punto extremo en Irak). Si esta expansión (que en el dominio de la defensa está más representada por la OTAN que por la Unión Europea) marcó la dinámica de Occidente durante los últimos quince años, la oposición eficiente de Rusia al despliegue del sistema antimisiles en Europa Central definiría el límite de esa dinámica y, por tanto un cambio de época.


Por lo demás, si el aparente retorno al modus operandi del viejo sistema (el bipolar) sería inviable en tanto la emergencia de centros de poder es hoy múltiple, lo que estaría nuevamente en juego es la clásica disputa geopolítica por el control estratégico de Europa Centra y del Este con el propósito de tener mayor control sobre Eurasia.


En ese ámbito se definiría, además, la aparición de un nuevo actor de influencia sistémica: una potencia reemergente (Rusia) con reclamos de reconocimiento de status y de zonas de influencia (la periferia rusa, Europa del Este y los Balcanes -Kosovo- y mayor influencia en Medio Oriente). Éste fenómeno no es equivalente a la aparición de potencias emergentes cuyas cuotas de poder aún no han sido definidas.


En el caso de que esa reemergencia fuera hostil o no convergente con Occidente, la sumatoria de amenazas convencionales a las crecientes amenazas no convencionales (especialmente la del terrorismo islámico), la situación de la seguridad global se degradaría aún más de lo que la irradiación de los conflictos regionales activos (especialmente Irak, el árabe-palestino y Corea del Norte) ya provoca.


Por lo demás, este escenario se produciría en un ámbito de anarquía creciente que ya erosiona regímenes de seguridad vitales para el sistema internacional. En el caso específico que nos ocupa, Estados Unidos ya denunció los tratados ABM (un bastión de seguridad de la Guerra Fría) para desarrollar los sistemas de defensa antimisiles. Ahora Rusia ha puesto en cuestión el tratado sobre fuerzas convencionales en Europa de 1990 sobre limitación de armamento en el área. Si Rusia se retractó luego de esa iniciativa ello no asegura que no pueda volver sobre la misma en el futuro.


Si todo ello ocurriera, el impacto de estos cambios del sistema y del balance de poder global en regiones como la América Latina sería mayor. Para empezar, ingresaríamos a un era de alineamientos contrapuestos de peligrosas consecuencias para el área. Los Estados democráticos representativos y de economías de libre mercado que han suscrito o negocian acuerdos económicos y militares estratégicos con Estados Unidos y la Unión Europea serían antagonizados por aquellos que, no habiendo cumplido con estos patrones de conducta, buscarían protección extraregional no convergente de manera más agresiva que defensiva. El contexto en que operaría este escenario sería el de la competencia creciente entre Estados cuya dinámica no podría descartar el conflicto como resultado y, por tanto, tampoco una carrera armamentista.


La posibilidad de que esto no ocurra está vinculada al menor éxito futuro en la práctica de otro mecanismo peligroso para los miembros del sistema: el "bluff" estratégico. Si Rusia, ha reaccionado de la manera descrita frente al "unilateralismo" norteamericano en Europa para proponer luego un escenario de cooperación con Estados Unidos y Europa en materia de defensa antimisiles contra agresiones de "Estados canalla", estaríamos frente a un nuevo tipo de negociación estratégica con elevadísimo nivel de riesgo. Ésta sería impulsada por Estados que aspiran al poder externo sobre fundamentos internos aún débiles (Rusia ciertamente se ha recuperado económicamente pero sus fundamentos sociales no ha superado aún niveles críticos de involución).


Ella supone elevar la credibilidad de la respuesta agresiva frente a un determinado hecho para lograr un resultado que mejore la posición del Estado. Aunque el resultado sea en este caso de cooperación potencial, el hecho es que se ha realizado al costo de la seguridad global.


Así, si Rusia ciertamente está lejos de parecerse a Corea del Norte, ha empleado instrumentos que ésta potencia asiática ya puso en acción. En efecto, la ex superpotencia ha jugado una carta parecida al bluff de la de la potencia emergente asiática. Ésta incrementó la capacidad nuclear mientras negociaba su reducción y lograba resultados realizando manifestaciones de fuerza mientras prometía cooperación. Irán ha recurrido eventualmente a la misma práctica.


Si Rusia, que es un miembro del "establishment" (p.e. es miembro del Grupo de los 8) ejerce el bluff a la manera asiática, estaríamos frente a la generalización del recurso extremo de la amenaza como instrumento negociador en asuntos de seguridad. Al respecto el "unilateralismo" norteamericano y el debilitamiento relativo de Estados Unidos es la excusa perfecta para el ejercicio de ese instrumento por potencias que buscan un rápido incremento de su status.


Cualquiera que sea el caso, los métodos y objetivos con que potencias mayores e intermedias intenten incrementar su poder acarrea un riesgo mayor para los demás miembros del sistema. En consecuencia, lo menos que se puede hacer es permanecer alerta en esta materia y fortalecer nuestros lazos de seguridad con Occidente. De esta manera podremos tratar con Rusia, que también es un socio, desde una posición menos vulnerable.



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