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  • Alejandro Deustua

Progreso Posible en la Relación Peruano-Chilena

19 de Junio de 2006



Respondiendo a la rápida reacción del presidente electo Alan García a la invitación de la presidente de Chile Michelle Bachelet, el Canciller de ese país, Alejandro Foxley, ha propuesto una alianza con el Perú para afrontar la competencia asiática (El Mercurio).


Aunque el término alianza sea en este caso un exceso (propio, además, de una deformación empresarial y diplomática del lenguaje militar), es claro que la Cancillería chilena está proponiendo un vínculo de cooperación en un escenario donde reinó el conflicto bilateral y que hoy sigue marcado por la competencia: el Pacífico Sur suramericano.


En tanto ello no implique adormecimiento de la voluntad expresada por el presidente electo de cerrar la brecha de desarrollo político, económico y de seguridad con Chile, esa propuesta debe ser aceptada por varios motivos.


Primero, porque su razonamiento económico es sensato. Según el Canciller Foxley, la demanda asiática de productos chilenos que está generando los acuerdos de libre comercio que ese país ha negociado –y negocia- con países asiáticos (Corea del Sur, China, Japón, p.e.) superará rápidamente la capacidad de oferta chilena. A estos efectos, nada mejor que sumar esfuerzos de proveedores de una producción complementaria para ampliar la escala de la oferta y mantener el interés de una demanda que asegurará precio y volumen por largo tiempo.


Seguramente el Canciller Foxley habrá considerado en su propuesta los mercados que abrirá también el Perú en el Asia al impulso de las nuevas negociaciones bilaterales que nuestro país emprenda y los que creará en el futuro en el marco de la APEC. En tanto la propuesta agrega beneficios conjuntos, debe ser aceptada.


Segundo, la propuesta se enmarca en los requerimientos presentados por varios académicos desde 1997 en el ámbito del estudio de un escenario de cooperación trilateral que contribuya al desarrollo el sur del Perú, el norte de Chile y el occidente boliviano. En ese ámbito algunos hemos sugerido que, a la luz de los requerimientos de estabilidad en la zona, el vínculo más fuerte (aunque aún insuficientemente sustentado en flujos que no superan el 5% de los intercambios comerciales) debe ser consolidado. Y éste es el peruano-chileno (Alejandro Deustua: Perú, Bolivia y Chile: por una nueva relación trilateral, 2004).


El fortalecimiento de ese vínculo permitirá un mejor trato de la compleja relación trilateral en el continente y será la base para estabilizar y enriquecer la relación boliviana con Perú y Chile. Si la propuesta tiene ese carácter continental, ésta debe ser aceptada. Y si no la tiene, ese ámbito debe serle agregado. Tercero, la propuesta del Canciller Foxley debe ser bienvenida porque abre la oportunidad de consolidar un polo de integración y estabilidad en el Pacífico Sur equivalente al que han logrado Brasil y Argentina en el Mercosur y Venezuela y Colombia en la CAN.


Al margen de la invitación de la CAN para que Chile se reincorpore a la Comunidad Andina como miembro asociado luego de haber alcanzado el status de invitado especial hace un par de años, este resultado bilateral debe ser un producto específico de la trama de relaciones que se tejen en los procesos subregionales de integración. Un aporte a ese vínculo será el acuerdo de libre comercio que profundizará el acuerdo de complementación económica existente entre las partes.


Cuarto, la propuesta chilena tiene sentido estratégico en la perspectiva de la proyección marítima. Si el costo de acceso a mercados distantes puede ser compartido, el beneficio mutuo se incrementará siempre que el volumen de la oferta exportadora lo permita.


Por ello debe evaluarse las posibilidades de cooperación portuaria (si la oferta supera la capacidad de soporte de la infraestructura existente y potencial), de transportes (una división de costos que puede llevar al estudio de flotas compartidas), de fletes y seguros (se entiende que el mayor volumen permitirá negociar precios menores), de centros de depósito en ruta, de distribución comercial en destino, apertura de mercados y captación conjunta de inversiones.


Si la cooperación peruano-chilena en el Pacífico permite estas ganancias mutuas, es posible que el resquemor del vecino a los intentos de restablecer un equilibrio estratégico más razonable entre las partes y a reducir la brecha económica y de infraestructura que el Perú debe emprender, será menor. Por lo demás, si la competencia específica puede darse en el marco de la cooperación general, ello facilitará el trato de otros problemas sustantivos de la agenda pendiente.

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