El Presidente Kuczynski acaba de dejar su tarjeta de presentación a la comunidad internacional en el cuartel general de la segunda potencia económica y en el podio del mayor foro mundial.
En el primer caso, el contacto personal con las más altas autoridades chinas ha sido el principal resultado y en el segundo el llamado de atención global sobre la crisis venezolana ha implicado un punto de inflexión de la política exterior peruana sobre el tema.
En China, la entrevista con el Presidente de la superpotencia en ciernes, con su Primer Ministro y con el presidente de la Asamblea Popular ha parecido, sin embargo, más propio de la diplomacia que de la política exterior. Especialmente, si el Presidente no parece traer ningún gran compromiso de inversión bajo el brazo y sí mucho de continuidad en la relación económica.
Algunos que estos prolegómenos son necesarios para todo presidente latinoamericano y para China éstas son exigencias de buena voluntad. Los negocios vendrán luego y quizás después de esa gran puesta en escena que será la cumbre de la APEC.
Pero más allá de las formalidades, la falta de contenido deviene de nuestra carencia de identidad estratégica regional (algo diferente a la mera identidad geográfica) y de preocupación geopolítica global (los problemas del Mar de la China, dice nuestra autoridad, nos son irrelevantes por distancia y por status).
Este déficit real y error de apreciación no puede ser compensado con la simple promesa de la Alianza del Pacífico. De allí que la presencia del Perú en China siga siendo la de una economía sin base regional y de US$ 192 mil millones que desea interactuar con una de US$10 millones de millones (BM) a la que se destina 22% de nuestras precarias exportaciones.
En ese marco, el planteamiento de un encuentro de civilizaciones (concepto que dista de adecuado desarrollo) parece tan insuficiente ahora como pasajero es ser sede de la próxima mega-convención en el Pacífico suramericano.
Y es también engañoso porque la pretensión de encontrar en China, bajo el formato actual, una fuente de desarrollo es tan ilusorio como las promesas de las viejas relaciones Norte-Sur. Más aún cuando las propuestas de agregar valor a las exportaciones primarias se limitan a fundiciones, aspiración bien distante de las necesidades de masa crítica que requerimos para achicar la brecha con Asia.
Para procurarnos ese punto de partida debemos consolidar la Alianza del Pacífico y extenderla hasta California mientras en tierra recuperamos el anclaje de Brasil y Argentina.
Por ello, y no sólo por alarma frente a la crisis, ha sido tan importante el paso dado por el Presidente en la ONU llamando la atención sobre ese agujero negro que es Venezuela.
Si bien éste expresa una disonancia ideológica y humanitaria, tiene una dimensión geopolítica. Su recuperación es parte de la región estable y convergente que el Perú requiere para desarrollar su capacidad estratégica. Cuando ello ocurra la próxima visita de un presidente peruano a China tendrá un contenido superior.
Comentários