Otra Imprudente Movilización Humalista
- Alejandro Deustua
- 4 abr 2007
- 3 Min. de lectura
Aunque la influencia polĆtica de agentes privados que actĆŗan al margen del Estado (o de la ciudad o de la tribu) es tan antigua como la historia, Ć©sta es reconocida como relevante para la polĆtica exterior hace mĆ”s o menos tres dĆ©cadas. Hoy esa influencia se ha incrementado en el marco de la interdependencia global al punto de condicionar esa polĆtica de Estado.
Esa realidad es aceptada, muchas veces estimulada y a veces manipulada por los gobiernos siempre que no interfiera excesivamente con la gestión de su proyección externa. La resistencia del Estado a la acción anÔrquica de los individuos es especialmente intensa cuando aquélla afecta o pueda afectar intereses nacionales primarios. Como se sabe, entre ellos, se encuentran los delimitatorios que, por definición, precisan materialmente el Ômbito jurisdiccional estatal.
Sobre ello hay consenso internacional y ciudadano. La intensidad del consenso puede variar de acuerdo a las tradiciones del lugar, pero su existencia, salvo excepciones, es indisputada. Sobre su materia se puede opinar, criticar o influir pero no intentar su extracción del Ômbito público correspondiente. Lamentablemente es esto lo que estÔ haciendo el señor Humala y sus seguidores con la marcha hacia el hito No.1 en la frontera peruano-chilena.
Con ella, el seƱor Humala no sólo pretende "despertar la conciencia nacional" sobre la naturaleza de nuestra polĆtica exterior con Chile sino atribuirse la dirección de la misma. Ello es inaceptable no sólo para el Estado sino para el resto de ciudadanos que no necesitamos ser alertados por Ć©l sobre la relación del PerĆŗ con Chile y mucho menos ser sometidos a su liderazgo.
Y menos cuando su intención es recuperar un protagonismo nacional perdido en las últimas elecciones, readquirir notoriedad externa (objetivo que ya logró) y reposicionarse para las elecciones del 2011.
Si esta evidencia permite calificar su acción de inaceptable (como lo fueron con anterioridad otras de sus andanzas subversivas que concluyeron sangrientamente), lo es mĆ”s cuando pretende usurpar una causa nacional (la consolidación de la soberanĆa peruana en la frontera territorial con Chile y la solución a la controversia marĆtima con ese paĆs) endilgĆ”ndole una etiqueta excluyentemente "nacionalista". Por lo demĆ”s, la modalidad callejera de esta pretensión reitera los usos y costumbres del viejo fascismo a las que su organización recurre desde sus fuentes.
De otro lado, si sobre el territorio nacional todo ciudadano tiene derecho al libre trĆ”nsito, es evidente que nadie puede ser impedido de ejercer ese derecho hasta la lĆnea de frontera. En esta perspectiva, los ciudadanos que marchan con Humala sólo estarĆan ejerciendo un derecho ciudadano hasta el punto Concordia en el sur (el punto donde la lĆnea de la Concordia llega al mar).
Pero su acción puede ser impedida si el Estado considera ese espacio territorial como sensible sea a la manera de lo que ocurre con las zonas de emergencia sea porque considera que la movilización ciudadana puede colocar al PerĆŗ en un situación de riesgo externo. Esta Ćŗltima consideración es la que el gobierno atribuye a la acción del seƱor Humala. Insistir en ella constituye, por tanto, un desafĆo a la autoridad interna antes que a la del vecino.
Si ello es asĆ, serĆa bueno que el gobierno lo explicara y no sólo actuara aunque su conducta sea la adecuada. En efecto, Ć©ste ha procedido a resguardar el orden pĆŗblico en la frontera para impedir el desborde en ella. Por lo demĆ”s, en esa acción de mantenimiento del orden interno, el gobierno ha empleado a la PolicĆa Nacional y no a la Fuerza Armada porque el objetivo no es reprimir sino prevenir una innecesaria fricción con Chile.
Pero adicionalmente a ello, el gobierno debe dar señales claras sobre su disposición a resolver de manera prioritaria los asuntos pendientes con el vecino. Ello no sacrificarÔ la agenda positiva bilateral si la conducción del proceso correspondiente se lleva con prudencia. Y ademÔs recibirÔ el respaldo ciudadano siempre que alerte que los objetivos a lograrse pueden no ser los óptimos.
Si no lo hace el gobierno estarÔ alentando mÔs movilizaciones desmedidas y estimulando liderazgos mesiÔnicos que desean apropiarse de una causa nacional complicando la satisfacción del interés nacional correspondiente.




