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  • Alejandro Deustua

Optimismo por Omisión: Una Mala Alternativa

Si las condiciones del ambiente moldean las percepciones de los individuos, en épocas de optimismo económico, como la actual, es posible valorar el éxito por omisión. Éste podría ser el caso de la última cumbre del MERCOSUR que sólo hizo noticia por la ausencia del presidente Hugo Chávez (que, significativamente, prefirió viajar a Rusia).


Pero la conflictividad emergente en torno la legalización de la membresía plena venezolana en ese grupo y la persistencia de los reclamos de los países menores (compensada, parcialmente, por la confirmación de su pertenencia) dice mucho sobre las persistentes imperfecciones de esa unión aduanera y de sus crecientes vulnerabilidades (la crisis energética).


Si para atenuarlas se requiere aprovechar las oportunidades de una mayor convergencia entre los miembros principales (Hirst), ésta puede complicarse por el rol de mediador interesado antes que de socio solidario con su par brasileño asumido por el gobierno argentino en relación a la pretensión impositiva de Hugo Chávez (el presidente venezolano ha planteado un ultimátum de 30 días al Congreso brasileño para la ratificación del tratado de membresía, nada menos).


Es evidente que, aún con sus problemas, al MERCOSUR le iría mucho mejor sin la asociación con Venezuela. Pero si la incorporación de este Estado fuera irremediable (la disputa con el Congreso brasileño puede atenuarse impulsada por la oferta energética venezolana y las exportaciones de bienes y capitales brasileños a ese país), ese esfuerzo de integración sólo tendría éxito si Venezuela deseara incorporarse a ese espacio económico y no subvertirlo.


Lamentable, es esto último es lo que desea el señor Chávez quien ha preferido agravar la fricción calificando al MERCOSUR como un grupo anacrónico donde se practica un capitalismo salvaje (y, añadiendo insulto a la injuria, hasta ha amenazado con regresar a la Comunidad Andina, cuyos miembros principales aspiran a ser socios de Estados Unidos, si el expansivo geopolítico caribeño no siente bien tratado en el Cono Sur).


En este contexto, la ausencia de progreso del MERCOSUR sólo ratificará la tendencia suramericana hacia la revaluación de la importancia de los Estados y al incremento del juego de poder entre ellos. Al respecto debe reconocerse que esa dinámica, que hoy privilegia la cooperación en el marco de la divergencia, no evoluciona hacia mayor fricción porque el marco de interdependencia económica externa y la estructura del sistema internacional lo impiden. Pero ese factor inhibidor podría debilitarse en el largo plazo.


De allí que la potenciación del sistema económico internacional, en el que se inscribe la OMC, sea un imperativo de los tiempos. Sin embargo, sus circunstancias actuales indican que éste no sólo no es categórico sino que puede ser, en épocas de optimismo económico, un fracaso. Estos es lo que puede ocurrir si la Ronda Doha no cumple con sus objetivos en la primera parte del 2008.


Lamentablemente, el fracaso de la reciente reunión del G4 (Estados Unidos, Unión Europea, Brasil e India) no ha modificado ese destino eventual. En efecto, la falta de progreso de la Ronda podría quedar "profundamente congelada" si durante la próxima reunión de los miembros de la OMC no destraba una negociación que, en palabras de su Director General, Pascal Lamy, depende "sólo" de un arreglo sobre subsidios y tarifas cuantitativamente equivalente a "una semana del comercio transatlántico".


Más aún, después del 30 de junio, éste "arreglo" parece más bien lejano. En efecto, en esa fecha caducó, sin renovación, la autoridad negociadora del Presidente norteamericano (el Trade Preference Authority). En consecuencia, a partir de ese momento cualquier acuerdo comercial que negocie el USTR podrá ser completamente revisado por el Congreso norteamericano. Y si éste se encuentra en poca disposición de ánimo para aprobar los acuerdos de libre comercio bilaterales ya concluidos por el Ejecutivo de ese país, difícilmente aceptará flexibilizar su disposición proteccionista reduciendo ayudas y subvenciones a las exportaciones agrícolas de sus votantes. Mucho menos en una etapa preelectoral.


Este factor limitante de la capacidad de interacción de la principal economía nacional del mundo tenderá a reducir la confianza en la capacidad de compromiso de sus representantes. Ello, a su vez, elevará el riesgo de la negociación multilateral y, por tanto, la posibilidad de su fracaso.


De allí que sea indispensable lograr global y regionalmente acuerdos mínimos para consolidar la apertura existente. En ese seguro contra la reversión de la condición de acceso de los flujos comerciales actuales puede sustentarse mejor el optimismo económico de mediano plazo. Pero para ello es indispensable lograr "acuerdos de acción" en lugar de, como en el caso del MERCOSUR, asumir el optimismo por omisión.



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