A pesar de los intentos para evadirla, el impacto de la crisis económica internacional ya tiene estimados de impacto en la economía real peruana. En el sector privado, el Scotiabank espera una sustracción de entre -0.6% y -0.8% de la perfomance del próximo año. En el sector académico, el Centro de Investigaciones de la Universidad del Pacífico asume una erosión de hasta -2% del PBI en ese período.
La buena noticia consiste en que, a pesar de ello, el Perú seguirá creciendo entre 5% y 6% en el 2008 y, dependiendo del entorno, podrá recuperar en el 2009 la perfomance del año que termina (8% según el Ministro de Economía y 7.5% según la encuesta Mensual de Expectativas Macroeconómicas del Banco Central).
A ese optimismo moderado contribuye el hecho de que la proyección del próximo año debiera ser superior al promedio que mostró los últimos años del gobierno del Presidente Toledo (5%) según el CIUP.
Bajo las actuales circunstancias, a ese tipo de optimismo es necesario apelar antes que a las desmesuradas expectativas oficiales de hace varios meses (8% de crecimiento para los próximos años) que, a pesar de los riesgos que ya presentaba la economía global, se expresaban como objetivos políticos del gobierno antes que de sus organismos especializados.
Sin embargo, el manejo económico preventivo ha sido consistente. Las reservas han seguido creciendo (ya se aproxima a los US$ 26 mil millones), la disciplina fiscal se ha mantenido (aunque la incapacidad de realizar plenamente el gasto creciente contribuirá probablemente a generar un superávit) y la inflación se ha controlado razonablemente a pesar de su fuerte contenido externo (aunque por encima del techo de 3% establecido en el Marco Macroeconómico Multianual que luego fue reducido). De otro lado, la apreciación del sol no inhibe hoy el impulso exportador de manera dramática (la caída de exportaciones se debe más a problemas de demanda y de competencia externas) mientras la tasa de interés interbancaria se mantiene relativamente estable facilitando (insuficientemente) el crédito.
A ello debe agregarse que el crecimiento económico depende relativamente menos (aunque aún intensamente) del fuerte incremento del valor de las exportaciones (que en más del 70% siguen siendo tradicionales) que del aumento de la demanda y de la inversión internas.
Estos sólidos fundamentos han contribuido a que la expectativa de lograr el grado de inversión se mantenga para el próximo año. Éste se sostiene en el ya concedido por una calificadora menor (la canadiense Dominion Bond Rating Service) facilitado por el decreciente peso de la deuda en relación a la capacidad de pago y por la buena opinión que los inversionistas extranjeros tiene de la economía peruana (una muestra intergubernamental de ello es la invitación cursada al Perú por la OCDE para integrar el Comité de Inversiones de esa organización).
Ello, sin embargo, no ha incrementado sustancialmente aún la inversión extranjera al tiempo que para el 2008 se espera un menor volumen de remesas (hasta 25% menos según la Universidad del Pacífico).
Pero no todo es buen piso económico en el Perú. En efecto, el mercado más rentable (el bursátil) ha confirmado ser también el más sensitivo de la economía local. Éste no está contribuyendo a consolidar el optimismo moderado que merece la coyuntura. Impulsado por la volatilidad externa y por la incertidumbre sobre los precios de los metales (que definen el valor de los papeles de mayor relevancia en la bolsa), el mercado acaba de concluir una caída de cinco días consecutivos en el marco de su alta rentabilidad relativa.
Y si las posibilidades de recuperar allí lo perdido son inciertas, la opinión del CIUP (Universidad del Pacífico) sobre la posibilidad de que los precios externos caigan hasta en un 40%, ciertamente no ayuda a mantener la compostura entre los agentes financieros que recién se estrenan en un mercado pequeño.
A ello tampoco ayuda la confirmación por la OCDE de las pérdidas generadas por los créditos subprime en Estados Unidos. Éstas se estiman en US$ 300 mil millones (el justo medio en el rango esperado de entre US$ 200-400 mil millones) con un complemento: las pérdidas no ha tocado fondo aún.
El panorama se presenta allá aún más neblinoso cuando las proyección de crecimiento de la economía norteamericana se han corregido hacia abajo (1.8%) y mucho depende aún del comportamiento circunstancial de los consumidores (especialmente este fin de año) que se espera más modesto.
En este escenario, contar con mercados abiertos garantizados (el norteamericano en el corto plazo, el de la Unión Europea en el largo plazo) y con una demanda que no cesa en Asia (el caso chino) es un alivio que aún puede considerarse una oportunidad. Ese calificativo, sin embargo, probablemente no pueda otorgarse hoy a nuestro comercio intraregional cuya tendencia creciente probablemente se atenuará.
En el agregado, por tanto, la inserción externa inercial de la economía podrá ser menos flexible en el corto y mediano plazos. De allí que en el futuro inmediato el esfuerzo político para lograrla deberá ser aún más intenso. A ello, sin embargo, no ayuda la apertura unilateral del mercado local si aquélla desea seguir siendo un instrumento de negociación. Y menos cuando el Ministro de Economía ya anuncia que hacia el 2011 el promedio del nivel arancelario será de 1.8% (es decir insignificante) bajando de 10.9% en el 2000.
Si el tiempo económico no acepta un retorno al proteccionismo irrazonable (a pesar de los esfuerzos de algunos políticos norteamericanos y europeos), tampoco es uno en que la apertura total deje al país sin instrumento activos para mejorar su inserción. Si se persiste en ese rumbo ello podría terminar contrariando lo que se ha logrado a base de disciplina económica no pocas veces sobredimensionada. El manejo externo de nuestra economía requiere una dosis de realismo y mayor de prudencia para optimizar los logros de la inserción y minimizar los riesgos de la vulnerabilidad en un contexto deteriorado y de pronóstico incierto.
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