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  • Alejandro Deustua

Optimismo en la Economía Mundial

30 de noviembre de 2005



La OECD (1), organización que agrupa a los 30 países más desarrollados y dirigida por el mejicano Ángel Gurría, acaba de anunciar que la prolongación de la expansión económica en éstos es un escenario bastante bien fundamentado. El horizonte de certeza del pronóstico –el 2007- evidencia, sin embargo, que el perfil de los riesgos que acechan a esas economías ha disminuido pero sigue siendo real. Teniendo en cuenta el encadenamiento entre la buena marcha de esas economías y la perfomance de los países en desarrollo, el hecho de que Estados Unidos crezca 3.6% este año y 3.3% en el 2007, que la perfomance europea se recupere de 1.4% a 2.2% en un par de años y que Japón pueda sostener su reactivación económica (2.4% el 2005), es una excelente noticia para América Latina. Si ésta se enmarca en la antigua vinculación centro-periferia, es un problema que no podrá resolverse en el corto ni el mediano plazo. Pero la noticias es buena por dos motivos adicionales. Primero porque los fundamentos del crecimiento de esos países centrales parecen particularmente sólidos teniendo en cuenta su resistencia al embate del incremento de los precios del petróleo sin producir inflación significativa y su reacción a la dinámica contractiva de los desastres naturales en Estados Unidos. Y segundo, porque ese crecimiento, traducido en mayor demanda, se proyectará en un incremento del comercio mundial de 7.3% este año a 9.2% el 2007. En efecto, si se considera que el crecimiento de las economías latinoamericanas se debe, en muy buena medida, al incremento de la demanda externa y que ésta, a su vez, ha mejorado los precios de las materias primas, se puede esperar el sostenimiento de la perfomance regional siempre que nuestras economías sigan siendo disciplinadas, promotoras del comercio y alentadoras de la inversión. Este escenario ciertamente ofrece un horizonte de tranquilidad a los próximos gobiernos amenazados hasta ahora por un decrecimiento sustantivo de precios externos, deterioro de los términos del intercambio y eventuales menores niveles de inversión. Pero este horizonte de mayor certidumbre económica y de prolongación de la bonanza externa contribuirá a disminuir la creciente intranqulidad social siempre que los próximos gobiernos elijan a líderes racionales, no alienten el conflicto político y lleven a cabo políticas sociales que permitan incoporar más decididamente intsrumentos generadores de equidad en la política económica. De lo contrario, nuestros países no sólo habrán perdido la oportunidad de crecer y mejorar su inserción externa (lo que, en el largo plazo, implica cambiar las formas de producción) sino que retrocederá en relación a otros (especialmente frente a los asiáticos) incrementando los riesgos que, para el desarrollo, hoy presenta un crecimiento global escasamente convergente. En efecto, los desequilibrios implícitos en los términos actuales del crecimiento global se han incrementado especialmente en el caso de la relación existente entre el déficit de cuenta corriente norteamericano (6.5% hoy, pero proyectado al 7% en el 2007) y los superávits asiáticos (especialmente el chino y el japonés). Peor aún cuando uno de los factores que contribuyen a ello es el “mercantilismo monetario” de esos países (especialmente en el caso chino, cuya moneda sigue subvaluada). De otro lado, si en el transcurso de los próximos meses el precio del petróleo volviera a subir de manera significativa, su impacto inflacionario añadiría empuje a un incremento de las tasas de interés norteamericanas (y probablemente, europeas) generando desaceleración económica, encarecimiento de la deuda y, por tanto, menor acceso al crédito y a la inversión. Ese escenario también podría ser atizado por una menor demanda externa de activos financieros norteamericanos si la economía de la primera potencia no dispusiera mecanismos de corrección. Según la OCDE, éstos debieran consistir en una mayor disposición a la austeridad fiscal (difícil en tiempos de guerra), una reforma tributaria de mejor distribución impositiva y una política moneteria más restrictiva. Sin embargo, al respecto debe reconocerse que, en el largo plazo, esas reformas orientada a mejorar la relación ahorro/inversión generarán una tensión entre un crecimiento menor y más sano y una menor demanda de exportaciones latinoamericanas (de allí que mecanismos de acceso al primer mercado mundial, como el TLC en actual negociación, sean necesarios siempre que los beneficios sean mayores que los costos y éstos sean adecuadamente compensados). Para mejorar este escenario, la OCDE recomienda que los países de la zona del euro no debieran apresurarse a ajustar la economía europea (p.e. vía incremento de intereses) sino hasta que la recuperación se haya asegurado. Lo mismo se sugiere para el Japón (con la salvedad de que los recortes fiscales allí son más urgentes). Este escenario externo debe ser comprendido por nuestros candidatos algunos de los cuales piensan que el retorno a la autarquía no tiene costos para el Perú. Ciertamente nuestra economía debe mejorar su modelo de crecimiento, los términos de su inserción externa y sus formas de producción. Pero debe hacerlo atendiendo a las oportunidades y limitaciones del mercado internacional. Y hoy éste nos dice que es necesario manetener el rumbo y producir cambios redistributivos sólo dentro de él.

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