La Convención del Mar es un tratado universal patrocinado por la ONU. La adhesión a la Convemar permite consolidar el dominio marítimo en el mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma continental de manera indisputable. La adhesión al régimen permite, por lo tanto, perfeccionar la soberanía.
En materia de controversias sobre límites marítimos o de otra especie, la Convemar provee los instrumentos adecuados para proceder de forma pacífica. Por lo demás, ese régimen dispone los términos de relación con la alta mar y con las instituciones que gobiernan los fondos marinos más allá de las 200 millas.
Desde el punto de vista histórico, la Convemar es el resultado colectivo de un interés nacional: las 200 millas. Aquélla admite soberanía y jurisidicción territorial hasta cierto límite, sobre los recursos en todos sus ámbitos, fortalece la aplicación de la ley de los países ribereños, ordena la instalación de infraestructuras y consolida los regímenes de navegación. Y, sobre todo, organiza la cooperación multidimensional de más de 150 Estados suscriptores generando cohesión y seguridad en la comunidad internacional.
Negarse a la adhesión del mar es optar por la rebeldía frente a lo establecido por la comunidad de naciones con participación peruana. Implica cuestionar el perfeccionamiento de la soberanía marítima y nuestra inserción en el sistema internacional. Ello es aislacionista e inconsistente con la tendencia de nuestra política exterior.
En consecuencia debilita la posición nacional en la solución de controversias. Y equivale a que un Estado afirme la militancia en los derechos humanos o el libre comercio mientras se margina de la Declaración Universal o de la OMC.
Las únicas razones para no adherir a la Convemar son los deseos localistas de ciertos líderes, partidos y gremios y la disposición a generar inestabilidad interna si se procede como se debiera.
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