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  • Alejandro Deustua

Los Objetivos del Milenio en el 2008

Con el acuerdo sobre los Objetivos del Milenio la ONU se jugó, en el 2000, buena parte de su credibilidad redefiniendo su compromiso con el desarrollo en términos de satisfacción de necesidades básicas. El veredicto llegará el 2015 cuando los problemas globales de la pobreza, del acceso a la educación, de la mortalidad infantil, de la igualdad de género y de la mejora ambiental deberían haberse o erradicado o reducido sustancialmente. Este 25 de setiembre la Secretaría General de la ONU señalará que el avance en el logro de esos objetivos es palpable pero insuficiente.


Aunque los éxitos en reducción de la deuda de los países menos adelantados (23 de los 41 accederán a la cancelación del 90% de su deuda) pueden ser un ejemplo de avance, los logros en sectores como combate de enfermedades catastróficas se ha complicado con el incremento de los precios de las medicinas mientras que la reducción de la pobreza extrema de un tercio (1997) a un quinto (2005) no son suficientemente alentadores. Así lo destaca el Informe del Grupo de Trabajo de la ONU sobre el “desfase” en el cumplimiento de los Objetivos (ODM)

Por ejemplo, si la relación deuda/exportaciones ha mejorado reduciéndose a 6.6% para los países en desarrollo gracias al incremento de las exportaciones y de su valor, la crisis económica global puede revertir ese avance (en los países menos desarrollados, 14 de los 21 corren un riesgo real que así ocurra según la ONU).


Por lo demás, una buena cantidad de países en desarrollo siguen gastando más en servir la deuda que en educación según el Informe. Luego del compromiso del Grupo de los 8 en Gleneagles en el 2005 sobre asistencia financiera (aunque especialmente dirigido al África) un esfuerzo mayor en llevar el pago de la deuda a niveles sostenibles en el ámbito global es indispensable.

Al respecto, parte sustancial del problema es la reducción de la asistencia oficial al desarrollo y el entrampamiento del acceso a los mercados de los países menos adelantados.


En el primer caso, el compromiso de asistencia ha decrecido -4.7% y-8,4% en los dos últimos años. Ello ha ocurrido luego de que la asistencial oficial al desarrollo (AOD) se incrementara entre el 2007 y el 2005 a US$ 107 mil millones. Luego de ese pico, la AOD se ha desacelerado para alcanzar un crecimiento entre el 2000 y el 2007 de 30% (vs 50% si la base es 1997).


Al respecto la ONU recuerda que sólo Dinamarca, Suecia, Noruega, Holanda y Luxemburgo han cumplido con el objetivo de asignar 0.7% de su PBI a la asistencia (ese compromiso deriva, en realidad, de un consenso establecido en 1980 en la Asamblea General de la ONU) mientras que el flujo real de las renta nacional de los miembros de la OCDE sólo alcanza 0.28%.


La ONU destaca al respecto que los países desarrollados deberán incrementar la asistencia en US$ 18 mil millones anuales hasta el 2010 para asegurar el cumplimiento de los objetivos.


De otro lado, el fracaso de la Ronda Doha y el mantenimiento de los subsidios a la agricultura en los países desarrollados sigue impidiendo mejorar elementalmente los estándares de vida de los países más pobres. Aunque el valor del comercio global no fuera extraordinario si la Ronda tiene éxito, sí resulta fundamental, según la ONU, para un grupo de países que dependen fuertemente del acceso a los mercados para reducir la pobreza. En este caso el objeto es incrementar el porcentaje de libre acceso del 79% actual a 97%.


Aunque la ONU no lo plantea, si la Ronda sigue estancada ese objetivo sólo se podría lograr a través de liberalizaciones unilaterales por las potencias mayores (p.e., mejorando el SGP) o acuerdos de libre comercio asimétricos.


Un campo donde la mejora es real pero claramente insuficiente es el del combate de enfermedades catastróficas. Sin embargo, aquí la ONU sostiene que los precios locales de las medicinas necesarias siguen siendo 2.5% y 6.5% más caras los precios internacionales de referencia de los sectores público y privado, respectivamente. Este caso es verdaderamente escandaloso frente a la magnitud del problema y a las rentabilidades logradas por los productores.


De otro lado, aunque la disminución de la brecha tecnológica es un problema estructural de otra naturaleza, los ODM si se plantearon una mejora en ese desequilibrio especialmente en las tecnologías de información y en las de comunicaciones. Aquí sí hay avances, especialmente en cobertura de telefonías celular. Sin embargo, la brecha, como no podía ser de otra manera, se ha ampliado y las políticas de captación tecnológica (por ejemplo, las de la flexibilización de la propiedad intelectual para mayor difusión en ciertos sectores) no se han desarrollado como debieran.


Todo ello muestra que a la asociación internacional para lograr los Objetivos del Mileno, que es una muestra del progreso de la comunidad internacional, debe agregar a las buenas intenciones voluntad y eficacia. Sin embargo, bajo condiciones de crisis económica internacional, éstas serán difíciles de concretar.

Al respecto deben recordarse que, no obstante las dificultades contexto, el cumplimiento de los ODM podría contribuir fuertemente al orden global. Si ello no curre, algo más que el sistema multilateral estará en peligro.


Para evitarlo el esfuerzo de los propios países en desarrollo debe incrementarse. El Perú ha incorporado algunos de los ODM en el Programa Macroeconómico Multianual. Pero no lo ha hecho explícitamente. Puede ser que ello sea una forma de mantener el propio esfuerzo social de manera más consistente con la política económica local. En aras de una mejor inserción internacional sobre una base nacional más sostenible, quizás esa reserva debería hacerse menos rigurosa.




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