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La Visita Europea de la SeƱora Rousseff

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 10 oct 2011
  • 3 Min. de lectura

Durante su reciente gira por Europa, la Presidente de Brasil, Dilma Rousseff, ha fortalecido el proceso mediante el que ese Estado va traduciendo en poder y status sus crecientes capacidades.


Esta vez un punto de inflexión diplomÔtico ha esclarecido ese hecho: Brasil puede hoy recomendar al conjunto europeo políticas relativas a la viabilidad del principal ente de integración mundial, puede evaluar el clima de negocios en ciertas economías específicas y también culminar una gira transatlÔntica fortaleciendo vínculos con una potencia euroasiÔtica que forma parte de una nuevo escalón de poder (los BRIC).


En efecto, durante la 5ĀŖ cumbre entre Brasil y la Unión Europea, la Presidenta Rousseff fue mĆ”s allĆ” de consolidar su peculiar status de socio estratĆ©gico de la Unión prescindiendo de las limitaciones que el MERCOSUR padece al respecto. En esta oportunidad, la Presidenta ofreció ayuda a la UE para salir de la crisis innovando el rol correspondiente a un paĆ­s en desarrollo y, por tanto, deponiendo una conducta ya no corresponde a esa categorĆ­a. En ello coincidió con la actitud china que se expresó con anterioridad de manera mĆ”s concreta ofreciendo invertir en la UE siempre que Ć©sta apresure el reconocimiento de la potencia asiĆ”tica como economĆ­a de mercado. Sin esa condicionalidad (no bien recibida en la UE), Brasil reveló la decisión de jugar un rol estabilizador en una crisis que redefine progresivamente jerarquĆ­as de poder en el sistema internacional. Ɖste se expresarĆ”, de manera cooperativa, pero tambiĆ©n reivindicativa, en la próxima cumbre del G20 a realizarse en noviembre.


A ello sumó la señora Rousseff el rol de agente normativo. Si la década perdida latinoamericana (la de los 80 del sigo XX) fue alimentada por la recesión a la que contribuyó el ajuste dispuesto por el FMI, los europeos no deben seguir ese ejemplo. La búsqueda del equilibrio fiscal no debe sacrificar el crecimiento ni el empleo europeos sostuvo la Presidenta Rousseff.


En consecuencia, la UE no sólo se equivoca hoy sino que agrega riesgos a la economĆ­a mundial mediante la insistencia en polĆ­ticas ortodoxas que incrementan el daƱo global generado por las polĆ­ticas de sobreestĆ­mulo norteamericano. Ɖstas generaron un exceso de liquidez en el mercado que no fue plenamente absorbido por sus destinatarios (una suerte de liquidity trap) y cuyo remanente fue atraĆ­do por mejores tasas de interĆ©s y por las oportunidades que presentan los buenos fundamentos de la economĆ­a brasileƱa. La apreciación del real y la pĆ©rdida de competitividad de las exportaciones de ese origen fueron la consecuencia de esa desmesura (segĆŗn Brasil) en un contexto de crecientes desequilibrios cambiarios (la ā€œguerra cambiariaā€ aludida antes por las autoridades económicas brasileƱas).


El Presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, se vio en la necesidad de responder a este llamado de atención explicando que la Unión Europea había hecho mucho mÔs que ajustar sus economías (aunque aún sin lograr aún los resultados correspondientes).


Fue en ese contexto que la Presidenta brasileña visitó el país de origen paterno (Bulgaria) donde fue recibida con honores y emociones que, en otras épocas, quizÔs hubieran correspondido a ciertos gobernadores estadounidenses. La raíz europea de Rousseff, cuyo Estado se considera parte de Occidente, ganó así notoriedad también en la periferia suroriental de la Unión Europea.


En el trayecto del centro a los confines de la UE, la Presidenta Rousseff se dirigió luego a TurquĆ­a, un miembro de la OTAN, discutido candidato a la membresĆ­a europea y muy activo integrante de los BRIC. En un escenario en el que TurquĆ­a tiende a erigirse como la potencia de mayor influencia en el Medio Oriente –y con la que el anterior presidente brasileƱo, Luis Inacio da Silva, compartió una cuestionada iniciativa para contribuir al problema nuclear que presenta IrĆ”n- la Presidenta de Brasil fortaleció el vĆ­nculo estratĆ©gico con la ex-potencia otomana.


Al respecto, llamó la atención sobre la necesidad de solucionar el conflicto palestino-israelĆ­, criticó nuevamente la ā€œinmovilidad polĆ­tica de los paĆ­ses desarrollados y comprometió con TurquĆ­a la coordinación de posiciones para demandar reformas multilaterales en la cumbre del G20. Aunque no mencionó, en apariencia, el reconocimiento de brasileƱo del Estado palestino, el rol brasileƱo, en el Ć”rea, cualquiera fuera su nivel, quedó confirmado. Y para aƱadir interĆ©s estratĆ©gico al asunto, un grado de cooperación militar fue pactado con TurquĆ­a.


Aunque Brasil es un auspiciador de las cumbres ASPA es evidente que no depende su realización para proyectar influencia en los países Ôrabes. Ello fue recordado cuando la visita europea, por la importancia del Unión, habría merecido los honores de la exclusividad.


Lejos de ser decorativa, la diplomacia presidencial del Brasil revela así su nueva dimensión estratégica y evidencia su disposición y capacidad para construir su nuevo status y hacerlo sobre la base del ejercicio de efectivos intereses globales. Ello debe ser tomado en cuenta por la política exterior de ciertos vecinos que siguen viendo al Brasil sólo como una potencia regional.



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