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  • Alejandro Deustua

La Resistencia al Cambio en Cuba

Luego de que Fidel Castro expresara al periodista Jeffrey Goldberg que “el modelo cubano ya no funciona para nosotros” y de que luego se autoenmendara la plana, el gobierno de la isla ha anunciado una serie de reformas para aligerar el peso del Estado sin mayor apertura económica. El desmontaje es de partes y piezas no un cambio de “modelo” aunque éste aparezca cada vez más desfigurado.


En efecto, el recorte de medio millón de empleados públicos y la concesión de licencias para que éstos puedan gerenciar pequeños negocios no implica una concesión mayor a la propiedad privada. Como tampoco lo es la autorización a una parte de los agricultores a colocar sus productos en el “mercado”. Por lo demás, el control totalitario se encargará de que los agentes de turismo no adquieran sino arrienden tierras por plazos mayores (hasta 99 años).


Es evidente que estas reformas flexibilizan el régimen pero no al punto de la tolerancia de la propiedad privada y ni siquiera de la economía mixta. Ese cambio sustancial está lejos de producirse como lejos está la apertura política del régimen. Es que la necesidad antes que la convicción reformista fundamenta la flexibilización. En efecto, el cambio se produce por la insustentabilidad de la economía cubana a pesar de un crecimiento el año pasado de 0.6%. Esa perfomance esconde la incapacidad del Estado de generar la inversión necesaria para el mantenimiento de la infraestructura básica de la isla, para promover el comercio (las exportaciones siguen concentradas en 60% en torno al níquel y el azúcar) y para acceder al crédito.


Lo que sí muestra esa cifra es la infértil dependencia de la economía cubana del subsidio externo. Así ocurrió con el desaparecido apoyo soviético (US$ 5 mil millones anuales) que hoy es capeado con el subsidio petrolero venezolano (que se paga con servicios en Venezuela) y con la creciente importancia de las transferencias de los odiados cubanos en el exilio (US$ 1 mil millones aproximadamente).


Si la transformación de Cuba no seguirá el ejemplo ruso, está lejos de seguir el ejemplo chino cuyo gradualismo ofrece hoy mercado en el marco del capitalismo de Estado. En lugar de ello Cuba ha optado por un reformismo minimalista que hoy inaugura una segunda etapa luego de la variante producida luego del colapso soviético.


En ese entonces se permitió el ingreso restringido de inversión extranjera (turismo, industria básica) compensada con participación estatal y se ensayó con diminutas concesiones a la gestión privada urbana, a la asociación cooperativa agrícola y al acceso a las divisas (luego restringida a cuentas bancarias). Hoy Cuba avanza en esa ruta empujada por el lastre fiscal, no porque hayan decidido incorporarse a la modernidad.


El cambio cualitativo vendrá en la isla pero no por iniciativa castrista. Las dificultades del entorno, el malestar de los que gozan de salud y educación pero no de libertad, la decepción de los hoy desembarcados y, sobre todo, la presión de las nuevas generaciones lo producirá.



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