A través de eventos multilaterales y declaraciones polÃticas unilaterales el escenario transpacÃfico ha adquirido en estos dÃas extraordinaria visibilidad diplomática. Por su evidente trascendencia estratégica, serÃa un error abordar ese escenario desde la perspectiva del corto plazo (la cumbre Apec a realizarse en Lima el 2008), de la meramente tecnocrática (la simple negociación de acuerdos de libre comercio) o de la llana la inconsecuencia (la negativa a adherir a la Convención del Mar).
En efecto, luego dos reuniones de los paÃses que promueven la iniciativa del "arco del PacÃfico del PacÃfico latinoamericano"y de recibir en Australia el encargo de celebrar la próxima cumbre de la APEC el Perú tiene hoy la posibilidad de dinamizar su proyección oceánica como no habÃa ocurrido en mucho tiempo. Sin embargo, el gobierno insiste en contrariar esa evolución sustantiva bloqueando la inserción nacional en el régimen jurÃdico que brinda seguridad universal al ámbito de la cuenca del PacÃfico.
Si, de momento, esa irracionalidad no desea corregirse quizás pueda puede ser compensada recuperando el terreno perdido en la Apec (el Perú ingresó en 1998, nueve años después de fundada la agrupación). Para ello requerimos ampliar la red de acuerdos comerciales en una cuenca que ya es destino de dos terceras partes de nuestras exportaciones, promover mejor la atracción de inversiones (que, de manera desproporcionada, favorece al Asia desde hace tres décadas) y predisponernos mejor para arribar a una zona de libre comercio el 2020 desde una posición competitiva.
Si ello reclama mayor participación en la generación de seguridad en la zona, el mejoramiento del clima de negocios, el fortalecimiento institucional y de la infraestructura en la costa del PacÃfico latinoamericano, la mejor aproximación quizás no sea necesariamente la individual (aunque en la Apec sólo se participa individualmente) sino la asociativa.
La base que, a estos efectos, brinda potencialmente la iniciativa del "arco del PacÃfico latinoamericano" es insuperable. Especialmente si ésta tiene connotaciones hemisféricas (si ya se extiende a Canadá puede incluir a Estados Unidos), arraigo continental (la participación del Brasil) y disposición genuinamente marÃtima (la que puede emerger de la cooperación extrarregional con Chile solucionando la controversia marÃtima sin eliminar la competencia bilateral).
Ello podrá brindar al Perú, a la región y al hemisferio una efectiva proyección transpacÃfica que compense la proyección transatlántica. Y no porque ésta última haya sido superada (allà radica el arraigo occidental de América Latina y buena parte de su sustento económico) sino porque el escenario transpacÃfico nos permitirá competir mejor con una región (el Asia) que nos aventaja incrementalmente en importancia estratégica. Y porque, al respecto, generaremos mayor interdependencia intrarregional hoy tan escasa (el comercio intrarregional asiático supera el 40% mientras que el intraALADI apenas bordea el 16%).
Ello implicará consolidar el carácter democrático y de apertura que define a las potencias marÃtimas en la región mitigando el efecto negativo que producen en el continente los paÃses con tendencias autárquicas.
Para avanzar en este esquema es necesario adoptar ciertos pasos prácticos. Entre ellos se listan una vinculación más orgánica de los paÃses latinoamericanos de la cuenca (la convergencia de los TLC), un más eficiente desarrollo de las vÃa interoceánicas (el proyecto IIRSA con Brasil), la aproximación a las alianzas del PacÃfico y el intento peruano-chileno de acceder conjuntamente a los mercados asiáticos. Quizás en ese marco de ventajas estratégicas, solucionemos mejor la controversia con el vecino y el gobierno se anime a acceder a la Convemar.