La OIT y el SeƱor Hollande
- Alejandro Deustua
- 7 may 2012
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La elección de Francois Hollande ha colocado el tĆ©rmino ācrecimientoā en el mĆ”s alto nivel de la agenda económica europea dominada hasta hoy por la disciplina del Pacto Fiscal. Pero el resultado de esa elección (y de la griega) no es algo que los organismos de la Unión Europea, por oportunidad antes que por convicción, no hayan procesado con anticipación. En efecto, la Comisión de la UE ha preparado un marco en el que la difĆcil convergencia de austeridad con crecimiento sea interactuante mientras que Alemania, presionada por el cambio del clima polĆtico en Europa, opta ahora por un convenio de crecimiento complementario del Pacto Fiscal.
Por lo demĆ”s, el crecimiento, cuando es dĆ©bil, no siempre implica empleo (como ocurrirĆa en Europa durante los próximos aƱos si se evitan quiebras y otros desórdenes hoy a la vista). Y mucho menos cuando se tiene sólo el corte del gasto por todo estĆmulo. De esa ātrampa de la austeridadā da cuenta la OIT en su informe de las perspectivas del empleo en el 2012 (1) en el Ć”mbito estadĆstico (excesivamente generalizado en cifras y regiones) y tambiĆ©n en el normativo (el enfoque de la OIT no sólo tiene un punto de vista crĆtico sino que propone alternativas extra-keynesianas para superar esa ātrampaā).
La dimensión global del problema se resume en la identificación de un dĆ©ficit de 50 millones de empleos en relación a la situación pre-crisis a los que se suman otros 80 millones de puestos que deberĆ”n crearse en el corto plazo para acomodar a la población que ingresa al mercado laboral. Esta situación impacta desigualmente a las economĆas nacionales pero con mayor incidencia en los paĆses desarrollados. Entre la masa desempleada el sector juvenil es el mĆ”s afectado (un incremento de 80% en los paĆses desarrollados y de 2/3 en los paĆses en desarrollo) y los empleos de largo plazo son los menos accesibles. En este marco, la creación de empleo se concentra en puestos temporales, de tiempo parcial y en la informalidad.
Tal fenomenologĆa estĆ” estrechamente ligada al incremento de la pobreza (50% en los desarrollados y 1/3 en los paĆses en desarrollo) y de la desigualdad (50% en los desarrollados y ¼ en los paĆses en desarrollo) situación que se evidencia en el hecho de 57 de 106 paĆses hayan incrementado su participación en un Ćndice de Inestabilidad (o Desencanto) Social. La OIT considera que estas tendencias de impacto diferenciado en paĆses desarrollados, emergentes y en desarrollo, tienen un incremental carĆ”cter estructural (definido como uno que es mĆ”s difĆcil de corregir) hacia el cuarto aƱo de crisis (cuya cobertura, sin embargo, la OIT no limita geogrĆ”ficamente). De ese cuadro se exceptĆŗa varios paĆses, en general a AmĆ©rica Latina y especĆficamente al PerĆŗ, Brasil, Chile y Paraguay (pero no a Venezuela ni Bolivia salvo en el caso de la inequidad en este Ćŗltimo). La OIT considera que, mĆ”s allĆ” de las razones de la crisis y de las fallas fundamentales en su confrontación, dos son las causas principales de la grave problemĆ”tica del empleo: su fuerte vĆnculo con la inversión (que es insuficiente y volĆ”til) y el foco financiero de las polĆticas en desmedro de la concentración de las medidas en la economĆa real. Ello incrementa la incidencia de la ātrampa de la austeridadā que debilita el mercado laboral (mediante su desinstitucionalziación y flexibilización) en un marco de volatilidad de la inversión y de desbalance bancario. Ello, a su vez, disminuye el crĆ©dito (especialmente a las pequeƱas y medianas empresas) y aumenta los desincentivos a la inversión. AsĆ, si en el 2010 la inversión cayó -19.8% del PBI global, en el 2011 fue de -3.1%, por debajo del promedio histórico sin mejores perspectivas para este aƱo (las excepciones latinoamericanas y asiĆ”ticas son acĆ” evidentes pero no suficientemente enfatizadas) en el marco de un fuerte incremento de la volatilidad (170%). Las precisiones al respecto cubren el largo perĆodo 1970-2010 que establecen que el promedio histórico de la relación inversión/PBI fue de 22.9% para el mundo, de 22.3% para los paĆses desarrollados, de 33.8% para el Asia (37% para China ) y de 26% para el Medio Oriente y Norte de Ćfrica. Sólo entonces aparece AmĆ©rica Latina con 21.7% superando apenas al Ćfrica Subsahariana (20.6%). PermitĆ”monos aquĆ una digresión: hacia el 2010 la relación global de inversión/PBI fue de 19.8% y la de los paĆses desarrollados de 17.9% bien por debajo de AmĆ©rica Latina (21.2%). Tal relación, que, como es evidente, es bien diferente al volumen de inversión que sigue siendo superior en el mundo desarrollado, no deja, sin embargo, en buen pie a LatinoamĆ©rica: Ć©sta aparece por debajo de Asia (que aumenta considerablemente su relación a 41.5% con China explotando al 47.8%) y hasta de Ćfrica Subsahariana (que tambiĆ©n incrementa a 23.7%). Si la correlación entre inversión entre inversión y empleo es fuerte, entonces la situación excepcional con que la OIT define a un buen nĆŗmero de paĆses del Ć”rea en generación de empleo se torna precaria cuando se la compara con otras regiones. Esto debe ser un llamado de atención a nuestros gobernantes. Fin de la digresión. El informe de la OIT no se focaliza en los problemas de empleo la región sino en los del empleo en general. Para corregir la precaria situación del trabajo la OIT plantea polĆticas focalizadas en la economĆa real antes que medidas subordinadas a los problemas financieros (es decir, a la deuda de la que no dice mucho). Al respecto sugiere polĆticas que mejoren la demanda interna (incremento de sueldos mĆnimos, fortalecimiento de la institucionalidad laboral), el saneamiento efectivo del sistema financiero (incremento la liquidez para facilitar del acceso al crĆ©dito), polĆticas tributarias ad hoc (premios la inversión y castigos a la falta de reinversión) y polĆticas fiscales razonablemente expansivas. El seƱor Hollande tiene acĆ” un marco referencial de limitada racionalidad (bajo otra perspectiva y con otro Ć©nfasis, la CEPAL propuso infructuosamente algo parecido para AmĆ©rica Latina en la ādĆ©cada perdidaā) para sus polĆticas de crecimiento en Francia y Europa. Aunque el compromiso simultĆ”neo del presidente electo con el objetivo del equilibrio hacia el 2017 (ademĆ”s de la difĆcil situación europea) le impedirĆ”n adoptarlo a cabalidad, ese recetario sui generis forma parte de un diagnóstico en el que la mera restricción fiscal ya no ocupa sola el centro del espacio polĆtico en Europa. El horizonte del crecimiento deberĆ” ser al respecto algo mĆ”s que un placebo en un marco de orden presupuestal.




