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Alejandro Deustua

La Injerencia de los “Nacionalistas”

4 de enero de 2006



Luego del respaldo que el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el Presidente electo de Bolivia, Evo Morales, prestaran públicamente a Ollanta Humala ha quedado claro que los proyectos nacionalistas y autárquicos de ambos tienen un componente internacional y transnacional que comprende –y ofende-al Perú. Para estos jefes de Estado, sin embargo, la expresión de esa afinidad no constituye una violación del principio de no intervención quizás porque consideran que la soberanía que tanto defienden pueder ser selectivamente vulnerada especialmente cuando se trata de promover sus preferencias ideológicas. ¿A qué se debe tanta arbitrariedad o confusión?.


Pues a los orígenes políticos de ambos gobernantes. Así el “nacionalista” Hugo Chávez termina siendo esencialmente internacionalista porque bebe de dos fuentes: la castrista y la “bolivariana”. De las dos, la cubana es la de mayor trascendencia por que es también una fuente de poder material que ha domostrado su contundencia en la intrusión y el conflicto desde los orígenes de la revolución.


En efecto, si la guerrilla fundó al régimen castrista, éste se pudo mantener gracias a la represión interna propia de los regímenes totalitarios, a su subordinación a la Unión Soviética y a la agresión sistemática a su vecinos regionales. Así, al amparo de la ex -superpotencia el régimen de Castro llevó al mundo al borde la catástrofe nuclear (la crisis de los misiles de 1962) sin demasiadas consideraciones por el destino hemisférico ni por las vidas que hoy dice proteger. Luego, al amparo de ese poder, “exportó” la revolución a través de la lucha armada en el continente estimulando la aparición en la región de regímenes dictatoriales que postergaron la vigencia de la democracia liberal en nuestros países contribuyendo a retardar, por tanto, las condiciones de su modernización. Simultáneamente su “solidaridad tercermundista” se expresó menos en el Movimiento No alineado y del Grupo de los 77 (que, contradictoriamente, presidió) que en pretender adquirir un mayor status estratégico llevando a su fuerza armada a combatir en el África. Adicionalmente, sin reparar en el desastroso resultado, contribuyó a la debacle de la caótica experiencia socialista de Allende provocando, con la extensa e impertinente presencia del dictador cubano en ese país, a exacerbar aún más los ánimos de la fuerza armada chilena.


El internacionalismo comunista de Castro ciertamente nunca tuvo apego a la prudencia. Esa carencia es la que el señor Chávez desea hacer aparecer hoy también como virtud. Y, en consecuencia, hace campaña por el señor Humala mientras algunos funcionarios cierran los ojos frente a la injerencia y ciertos candidatos consideran que en ello sólo hay buena intención. La segunda fuente ideológica del señor Chávez es el imaginario antes que la ideología bolivariana. Así, las yuxtaposiciones liberales y autoritarias de Bolívar son actualizadas escenográficamente hoy por el señor Chávez con el propósito de cubrir, con un manto de romanticismo histórico, la ambición de consolidar un polo de poder suramericano que pueda proyectarse sobre el conjunto de la región como punto de partida. El cambio del orden interno (y, por tanto de los principios liberales) de los Estados vecinos estimulado por el poder de una diplomacia agresiva está en su agenda. Como es evidente, el “nacionalismo” del señor Humala es tolerante con esta forma ejercer el poder. Lo que es menos evidente al repecto es la capacidad de nuestras autoridades para tolerar el comportamiento del gobernante venezolano. Especialmente cuando conocen que la excéntrica ambición del señor Chávez plantea también el cambio apurado del sistema internacional buscando la confrontación sistemática con Estados Unidos y asociándose con potencias extraregionales como Irán y China. Esta propuesta contradice frontalmente el interés nacional peruano de mantener cordiales y operativas relaciones con Estados Unidos, luchar conjuntamente contra el terrorismo y el narcotráfico internacional y contra la proliferación nuclear, crear mayor comercio intrahemisférico para generar riqueza y achicar la brecha estratégica con el Asia. En ese contexto, el nacionalista señor Humala prefiere alinearse con el señor Chávez antes que con la política exterior peruana.


De otro lado, el también nacionalista e indigenista señor Morales, tan celoso en ahuyentar al “neoliberalismo” y al “imperialismo” de su país aparece también en Caracas ( a la que concurre, como a La Habana, en avión del Estado cubano) como un entusiasta violentador del principio de no intervención avalando también al señor Humala. Ello se explica porque quizás la importancia que otorga a su estratégica relación con el señor Chávez y al señor Castro es superior a la que concede a su vecinos más cercanos. A promover esa conducta probablemente concurra el transnacionalismo implícito en su propuesta étnica (la idea de la república aymara le es cara) y también su afán por despenalizar el cultivo de coca que tiene connotaciones transnacionales manifiestas. Éstas van desde su filiación con los gemios cocaleros peruanos que apoyan al señor Humala hasta el entronque con el narcotráfico de una propuesta que, de no ser contenida, avivará la presencia de organizaciones criminales en nuestos exiguos Estados. Es claro que ese mundo de tonalidades grises, en el que la línea entre lo permitido y lo que no lo es desaparece, es propicio para dejar de distinguir también lo que, en un contexto de soberanías relativas, puede o no hacerse sin vulnerar la jursidiccón del vecino. Es probable que el señor Morales sea rodeado en el futuro de asistentes que corrijan esta distorsión política tal como hoy pretende, con algunos ellos, lograr legitimidad externa. Mientras tanto, la carencia de ellos no es excusa para entrometerse en la campaña electoral peruana para avalar a un candidato que, de llegar al poder, hará retroceder al Perú varias décadas y pretenderá orientarlo en sentido contrario a sus objetivos de largo plazo.

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