Indefinición en la ONU: Venezuela
- Alejandro Deustua
- 30 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Finalmente la gravĆsima situación de Venezuela ha llegado al Consejo de Seguridad de la ONU para ser discutida como un caso que puede poner en peligro la paz y la seguridad internacional.
Pero asà como no ha hubo consenso para esa convocatoria (las potencias occidentales integrantes del Consejo lo hicieron con la oposición de China y Rusia entre otros) tampoco lo ha habido para la solución.
Ello ha consolidado el camino de las medidas coercitivas unilaterales con Estado Unidos a la cabeza. El progresivo bloqueo de los fondos venezolanos en el exterior se ha convertido en el principal instrumento de presión.
Aunque necesarias, ellas desmerecen el gran avance multilateral logrado por el Grupo de Lima tras el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela y la consideración de Maduro como usurpador. A él se sumó Estados Unidos y las principales potencias europeas tras cuajar en la OEA esa definición mientras que la expresión de los opositores se orientó mÔs al llamado al diÔlogo que a la defesa del dictador.
Si ese Ć©xito diplomĆ”tico debĆa ser efectivo bajo la Carta de la ONU, entonces el argumento de que la situación de Venezuela puede poner en peligro la paz internacional debió sustanciarse mejor en tĆ©rminos de seguridad.
Pero la SubsecretarĆa de la ONU, que sugirió un ambiguo diĆ”logo, apenas se refirió a una evidencia polĆtica: la āpolarizaciónā ciudadana, las crisis humanitaria y migratoria y la nueva escalada represiva en ese paĆs. El PerĆŗ, uno de los convocantes de la sesión, no enriqueció ese argumento aƱadiendo sólo los excesos de la dictadura.
Al respecto no hubo referencia alguna al Estado fallido que es Venezuela y sus consecuencias externas. Y nada tampoco sobre la amenaza del narcotrƔfico y de las organizaciones terroristas con presencia en Caracas.
Pero mĆ”s lamentable fue la carencia de debate sobre la dimensión estratĆ©gica del apoyo chino y ruso a Maduro. En efecto, nada se dijo sobre la relación entre los crĆ©ditos chinos acumulados desde el 2008 por US$ 70 mil millones (WP) que financian a un enemigo de los paĆses suramericanos mientras adopta una posición antioccidental en el Caribe y el norte subregional.
Y nada tampoco sobre los bombarderos rusos de largo alcance que trajeron al Ôrea el recuerdo de la crisis de 1962 al alimón con el control del 49% la principal distribuidora de hidrocarburos venezolanos, de la complicación de la cuenca del Orinoco y el 70% de la compra regional de armas rusas concentradas en Caracas.
Y, como si fuera insignificante, la decisiva y controlista presencia cubana (15 mil asesores militares y de inteligencia) desapareció de toda argumentación sobre seguridad colectiva.
Nuestra diplomacia (y la de los socios del PacĆfico suramericano) declarativa y formalista no estĆ” contribuyendo a la solución de la crisis venezolana en la perspectiva de la seguridad con planteamientos como la reformulación de la alianza estratĆ©gica con China, la redefinición conjunta de acceso al mercado regional por Rusia y la presión polĆtica sobre Cuba.




