G20: De la Cooperación por Necesidad a la Discrecionalidad Cooperativa
- Alejandro Deustua
- 30 jun 2010
- 4 Min. de lectura
Luego de una escasamente fructĆfera reunión del G8 los miembros del G20 han confirmado, en Toronto, su status de mayor foro económico del sistema internacional, aunque ello no conlleve la autoridad correspondiente. En efecto, si la dispersión del poder económico define al G20 (lo que implica que los antiimperialistas se han quedado sin enemigo material), el sistema no encuentra aĆŗn algo o alguien capaz de proveer orden que no sea la insuficiente mano invisible o la discrecionalidad cooperativa.
Ello, sin embargo, no es poco, si el grupo de paĆses que representan mĆ”s del 80% del PBI mundial mantienen su disposición a coordinar polĆticas. Esa primera etapa ha tenido Ć©xito desde que la recesión obligó, a partir de noviembre del 2008, a concertar mecanismos de estĆmulo de la economĆa global demostrado con el fin (no definitivo) del impacto inicial de la crisis.
Luego de los millones de millones gastados en el estĆmulo de fiscal y monetario y del rescate del sistema financiero principalmente por los paĆses industrializados, la recuperación se reflejarĆ” este aƱo en un crecimiento de 4.2% del PBI global, un incremento de 9.5% del comercio internacional y una recuperación moderada del flujo de inversiones luego de la retracción de 40% del 2008. Esto es lo que afirman la OECD, la UNCTAD y la OMC (que complementan la buena noticia con el testimonio de la preservación de lo que queda de virtud económica: la escasa reversión de la apertura y una generalizada voluntad de reformar los regĆmenes liberales que prevalece sobre los que procuran su involución o desaparición)
Pero el proceso recuperador tiene riesgos. El G20 los encuentra en el crecimiento desigual, los altos niveles de desempleo y el impacto social consecuente (y la tentación proteccionista remanente segĆŗn la OECD, la OMC y la UNCTAD). Por ello ha planteado que el fortalecimiento de la recuperación es el desafĆo sistĆ©mico principal.
Sin embargo, siendo Ć©sta desigual no sólo en tĆ©rminos de perfomance sino de fundamentos y enfoques, el G20 ha deseado asegurar la disposición cooperativa de sus miembros avalando polĆticas, en apariencia, contradictorias: de un lado, continuar con el estĆmulo mientras sea necesario (Estados Unidos) y, del otro, no esperar por la sustentabilidad fiscal (la Unión Europea) reflejada en el recorte del dĆ©ficit y la reducción de la relación deuda/PBI (aunque sin poner en riesgo, mediante el ajuste sincronizado, lo esencial del crecimiento).
Para salvar esa contradicción el G20 ha dejado a los Estados libertad de acción bajo condiciones de prudencia y segĆŗn circunstancias nacionales. Si no fuera porque el grupo de economĆas mayores no es una entidad amalgamada, podrĆa decirse que esa disposición es semejante al principio de subsidiariedad. En lugar de ello, estamos aquĆ frente la recuperación organizada de la responsabilidad del Estado, por encima de la de los regĆmenes establecidos, en la orientación de la economĆa global.
Por lo demĆ”s, cuando el G20 se refiere a la prudencia, entiende que Ć©sta debe practicarse de manera que el recorte de 50% del dĆ©ficit para el 2013 y la reducción sustancial de la deuda para el 2016 vayan acompaƱadas de reformas (financiera, corporativa y laboral), de prevenciones (desarrollo de mercados, gasto en infraestructura y fortalecimiento de mecanismos de protección social), de la promoción de equilibrio en la demanda global (en esencia, que las economĆas superavitarias incrementen la demanda nacional āp.e. China y Alemania- y que los deficitarias exporten mĆ”s āp.e Estados Unidos-) y de flexibilidad cambiaria (p.e. que China revalĆŗe progresivamente).
Y tambiĆ©n implica el apoyo del financiamiento del desarrollo mediante ānuevas aproximacionesā pĆŗblico-privadas (un complemento piadoso) asĆ como el mantenimiento de la apertura comercial con el Ć©xito de la Ronda Doha (un lugar comĆŗn cuya reiteración puede resultar en algĆŗn resultado recortado aunque el G20 sostenga que desea un resultado āambiciosoā).
En tanto estos compromisos no son obligaciones sujetas a coacción aparente y en cuanto lo sujetos comprometidos son bien disĆmiles (de un lado, economĆas desarrolladas y emergentes y, del otro, economĆas superavitarias y deficitarias) se entiende que estamos mĆ”s bien frente a un conjunto de recomendaciones en un marco de racionalidad comĆŗn antes que frente a objetivos de cuyo cumplimiento se tomarĆ” cuenta (aunque habrĆ” presiones). El resultado y la tendencia convergente implĆcita en esas polĆticas serĆ” revisadas en la próxima cumbre del G20 (SeĆŗl, noviembre de 2010).
AllĆ se verĆ” si el sistema avanza hacia un nuevo rĆ©gimen económico global o si sus actores se dispersan en la satisfacción de sus diversos intereses nacionales (crecer ajustando con moderación -Estados Unidos- o ajustar para crecer en el futuro sosteniblemente -la Unión Europea- o crecer con reformas estructurales -todos, pero especialmente las economĆas emergentes-). El panorama de la estructura del sistema y del tipo de rĆ©gimen que procure gobernabilidad quedarĆ” claro segĆŗn lo que prevalezca.
Cualquiera que sea el resultado, el fiel de la balanza de la incertidumbre se habrĆ” inclinado hacia uno de los lados con los que Krugman resume la situación: el retorno de la ortodoxia neoliberal (que, temiendo al ajuste recesivo, es lo que Ć©l proyecta) o el Ć©xito reiterado del estĆmulo prudente (reflejado esta vez en la creación de empleo).
Desde otra perspectiva (la nuestra), es esperable que, en tanto el espĆritu de cooperación se preserve, la apertura se mantenga y el objetivo general de crecimiento con equilibrio no pierda el rumbo, la recuperación debe fortalecerse con el complemento efectivo de la reforma de los mercados reales y la del sistema financiero. Esta Ćŗltima debe ser estructural (separación normativa de la banca convencional de la banca de inversión) y no sólo de mera vigilancia y control.
Hasta ahora el G20 da cuenta de los beneficios potenciales de la reformas de la economĆa real (crecimiento de US$ 4 trillones del PBI global, creación de 52 millones de empleo, disminución de la pobreza en 90 millones de personas y disminución sustancial de dĆ©ficits de cuenta corriente) pero no de la financiera. Al respecto ya se cuenta con avances legales norteamericanos y con europeos. Ahora debe evaluarse si su impacto global corresponde a lo necesario. El G20 debe pronunciarse con mayor claridad al respecto.




