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  • Alejandro Deustua

Frivolidad e Integración

La cooperación política y la integración regional es para el Perú un interés nacional tan permamente como real es su circunstancial eficacia y efímera realización.


En el ámbito político su pretensión más antigua, el Congreso Anfictiónico de Panamá, es tan reverenciada como escasamente duradera fue su herencia defensiva en el siglo XIX o el alineamiento con Estados Unidos en el panamericanismo y anticomunismo del siglo XX.


Y en el escenario económico contemporáneo la experiencia de la CAN realzó, antes que un necesario mercado de escala, las serias limitaciones subregionales en la creación de comercio, interdependencia y desarrollo que empiezan también a mostrarse en la Alianza del Pacífico.


Al respecto, sin embargo, nada supera el derroche de recursos e irresponsabilidad política en la organización de grandes y frustrados escenarios cooperativos en cuyo ámbito “la integración debía florecer”.


Al respecto, la muy efímera e inútil Comunidad Suramericana de Naciones del 2004, surgida de la megalomanía presidencialista, es un buen ejemplo. Ésta, pretendiendo simular una fuerte cohesión de principios y propósitos, fue articulada por artificiosos diplomáticos llamando a la súbita convergencia de mercados, al burocrático diálogo político, a la desfinanciada integración física y a un engañoso sistema financiero común.


Posteriormente el glamoroso pretexto de la identidad común y la perversidad del socialismo del siglo XXI, permitieron la faraónica ilusión del UNASUR. Hundido éste en corrupción y el peso muerto del “acervo comunitario” y de su aspiración burocrática y parlamentaria, produjo la fuga masiva que hoy vemos.


Así, la exuberancia del presidencialismo regional y de sus fantasiosos cancilleres jamás produjo el nuevo “espacio regional” en que la integración, la convergencia política y de seguridad; la infraestructural, ambiental, democrática y hasta ciudadana, debían florecer.


Pero la creencia de que la utopía europea debe construirse súbitamente en Suramérica parece inmortal sin importar que ésta se adorne con extremadamente bajos niveles de comercio intrarregional, precarias comunicaciones, déficits de valores compartidos y nuevas y bárbaras dictaduras.


En Santiago de Chile se ha iniciado el proceso de su reconstrucción. Un nuevo espacio regional de cooperación “para que la integración florezca” vuelve a construirse.


A pesar de que no hay signo ideológico en él que no sea el democrático y de que tampoco reine ánimo burocrático ni apuro, el lenguaje de UNASUR está impreso en el documento que lo anuncia. Tanto como el sesgo sectorial a expensas de la integración económica tan importante para atenuar la dependencia y mejorar los niveles de vida de cara a la la sociedad del futuro.


Un foro político y la integración regionales son tan importantes y la nueva era tecnológica que los innovará está tan cerca que no podemos permitirnos otro frívolo “gran diseño” diplomático-presidencialista.


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