La 9ª Conferencia Ministerial de la OMC ha logrado en Bali (Indonesia) el 7 de diciembre pasado un éxito salvador. Una versión más reducida de la “agenda ambiciosa” de la Ronda Doha ha logrado rescatar la credibilidad del sistema multilateral de comercio, abrir nuevas perspectivas para esa agónica Ronda y recuperar una voluntad general (aunque no incontestada) de establecer normas globales para la liberalización adicional de los intercambios de bienes y servicios.
Aunque el acuerdo de Bali sea un logro parcial medido según los términos de una agenda más compleja que está aún pendiente (el acuerdo “ambicioso”), su suscripción dará aliento a los agentes económicos y aportará una expectativa general de orden en el sistema internacional.
Como resultado, un contexto institucional algo mejorado pero de menor dinámica de intercambios permitirá mirar el futuro del comercio exterior con algo más de optimismo. Especialmente cuando la superación de la crisis y la reducción del crecimiento en los países en desarrollo reducirá, de momento, el potencial de muchos de ellos. Ello disminuirá su participación en el comercio internacional y, por tanto, la velocidad del mismo por unos años.
En efecto, el comercio global crecerá este año un decepcionante 2.9% (y 4.9% el próximo año) según la última proyección del FMI (octubre). Ésta tasa es menor al 3.3% de la estimación de OMC de abril pasado. Es más, estas perspectivas están muy por debajo del 5.1% logrado en el 2011 y son también considerablemente inferiores al promedio de los últimos veinte años (5.3%) y de los niveles pre-crisis (6% entre 1990 y 2008) (OMC).
En ese contexto, el rescate de la Ronda Doha tendrá un efecto político importante. Luego de doce años desde su lanzamiento en Qatar, esta ronda de negociaciones comerciales multilaterales se estancó en Cancún (2003) al calor de los movimientos antiglobalización y de los impedimentos encontrados para reducir los obstáculos al comercio. Y se quebró en el 2008 cuando las ofertas de reducción de subsidios a las exportaciones de los países desarrollados no fueron suficientes para persuadir a los países en desarrollo a que rebajaran adicionalmente sus niveles de protección.
Al suspenderse las negociaciones el Programa para el Desarrollo de la Ronda quedó sin sustento, el multilateralismo comercial se mostró insuficiente hasta el punto del cuestionamiento de la utilidad de la OMC y su complejo proceso (donde el “single undertaking”, mediante el cual “nada es acordado hasta que todo esté acordado”) pareció un instrumento para el fracaso.
En ese escenario los intentos posteriores orientados a revivir las negociaciones, que provinieron fundamentalmente de la Dirección General a cargo del esforzado Pascal Lamy, pareció más la cruzada de un funcionario público que una actividad política secundada por la comunidad internacional. La persistencia del Sr. Lamy concluyó con su mandato y la elección de su sucesor, el brasileño Roberto Azevedo.
Entre ambos mandatos el enfoque “ambicioso” cambió hacia uno más modesto más por necesidad que por estrategia. Así, para reanudar las negociaciones se seleccionaron unos temas menos contenciosos.
Éstos giraron en torno a la facilitación del comercio (mejora de los procedimientos aduaneros generando transparencia, reducción de costos y asistencia a los países en desarrollo), un acuerdo sobre agricultura (protección temporal de los programas de acumulación de stocks en los países en desarrollo por razones de seguridad alimentaria a la espera de un acuerdo definitivo; gestión de cuotas de importación -que se combinan con un nivel arancelario de protección- en los casos en que la cuota no se use sistemáticamente; y una declaración política que procure que los subsidios a la exportación sean de menor nivel mientras se logra un acuerdo definitivo); y, finalmente, acuerdos sobre asuntos de desarrollo (acceso libre de bienes y servicios de los países menos desarrollados a los mercados más desarrollados y reglas de origen simplificadas para los países en desarrollo).
Además se adoptaron decisiones sobre la labor establecida (“regular work”) de la OMC en materia de propiedad intelectual, comercio electrónico, economías pequeñas y el compromiso de ayuda al comercio (“aid for trade”).
Esta agenda recortada, denominada “Paquete Bali”, no fue negociada sin dificultades a pesar de que los textos fueron preparados por anticipado. Por ejemplo, India fue muy cautelosa en la protección de sus programas de seguridad alimentaria justificados por la volatilidad de los precios (asunto en el que obtuvo satisfacciones) mientras que Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, fortalecidos por el procedimiento consensual, encontraron desbalances a favor de los países desarrollados y ausencia de mención a embargos comerciales (donde tuvieron que retroceder) (OMC, EFE).
En una perspectiva distinta a la de estos países del ALBA se ubicó el Perú. En el marco de la ya lograda liberalización del sector y de la profundización de la apertura comprometida en los acuerdos de libre comercio, su posición sólo podía ser la de contribuir activamente a la salvación del sistema multilateral. La realización de sus intereses específicos (vinculados con la protección de la biodiversidad y de los conocimientos tradicionales, por ejemplo) podrán realizarse en ese marco más adelante. El acuerdo logrado durante la extensión del plazo de la Conferencia (que fue promovido por el Director General Azevedo solicitando a las partes, in extremis, que se aproximaran al mismo como socios antes que como representantes del Norte y del Sur) tendrá beneficios concretos sobre el comercio (aunque relativamente modestos): según la OMC sólo el acuerdo sobre facilitación al comercio añadirá a la economía mundial entre US$ 400 mil millones (OMC, The Economist) y US$ 1 trillón por reducción de costos estimada entre 10% y 15% (OMC) lo que beneficiará especialmente a los países en desarrollo según la versión oficial.
Lo más valioso al respecto quizás sea intangible: el desentrampamiento de la Ronda Doha (que ofrece ventajas mucho mayores) a través de la conclusión del primer acuerdo multilateral de la OMC desde la conclusión de la Ronda Uruguay con el acuerdo de Marraquesh (1994).
Diecinueve años es mucho tiempo para que logre su primer resultado una entidad multilateral que desea concluir los asuntos pendientes de un régimen anterior y progresar en beneficio global. Esas dos décadas han puesto en riesgo el sistema multilateral económico (interactuando con la crisis del sistema financiero) y favorecido el crecimiento de las negociaciones económicas bilaterales (el boom de acuerdos de libre comercio). De allí el entusiasmo por este logro parcial.
Para consolidar este primer gran resultado parece sensato que el progreso de futuros acuerdos multilaterales –y específicamente los que conciernen a Doha- flexibilice el mecanismo del “single undertaking”. La consideración de acuerdos plurilaterales (The Economist) entre los países que desean avanzar más sobre los pilares de acuerdos básicos de la Ronda Uruguay y entendimientos como éstos debe estudiarse con mayor reposo (de aceptarse, el multilateralismo tradicional se habría eventualmente quebrado y el acuerdo Bali podría haber sido en vano).
Para avanzar en esta senda parece necesaria hoy una metodología de “paso a paso” menos aparatosa y más realista que los “acuerdos ambiciosos”. Ésta se logrará en la hoja de ruta que la OMC y sus integrantes deberán aprobar para concluir la Ronda Doha.
Y ¿luego qué? De momento quizás deba sanearse el fraccionamiento que generan los necesarios acuerdos de libre comercio (y, eventualmente, los acuerdos plurilaterales que impliquen profundización sustantiva de la liberalización del comercio que otros realizan menos o comparten sólo parcialmente). Al respecto parecería necesario, por ejemplo, establecer procesos de convergencia como los que previó la ALADI en América Latina (pero que nunca aplicó).
Pero esto sólo corresponde al ámbito multilateral y de la inserción correspondiente. Para que éste brinde beneficios asimilables los potenciales beneficiados deben estar en posibilidades de absorber estas ventajas eventuales. Ello requiere trabajar intensamente en el fortalecimiento de capacidades, en el incremento de la oferta exportable, la ampliación del mercado interno y los medios físicos de acceso a los mercados.
Fuente: WTO, 9th Ministerial Conference
5-7 December, 2013.
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