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  • Alejandro Deustua

El Pragmatismo como Problema

A falta de poder e influencia suficientes los países chicos o medianos, como el Perú, suelen sobreponderar la recurrencia a principios como instrumentos de política exterior. Algunos piensan, simplistamente, que su adecuado cumplimento otorga a estos países mayor gravitación internacional.


Esta versión de política exterior está reñida con el pragmatismo como principal característica de la acción externa. Más aún cuando ésta es condicionada por una cierta ilusión de eficacia derivada de una gestión interna generalmente coercitiva.


Y sin embargo, como si fuera novedad, algunos politólogos se preocupan hoy por elogiar el pragmatismo como la virtud principal del fujimorismo.


El problema con este enfoque es que el pragmatismo es feble e incierto porque depende fuertemente de las referencias de su escenario operativo. En tiempos de apertura económica, el pragmatismo liberal puede sacrificar por un tiempo las virtudes del orden político en la solución de problemas. Y en tiempos mercantilistas, el pragmatismo no tendrá ningún empacho con el abuso del poder para emprender el ordenamiento interno. Por carecer de una referencia principista, el pragmatismo puede justificar cualquier trasgresión.


Así un gobernante “pragmático”, que en el Perú conduce también la política exterior como representante del Estado y la Nación, puede no encontrar contradicción en el desempeño de sus funciones con el hecho de ser japonés o de ser tratado como tal por autoridades japonesas. Entonces, si la primera dama que acompañó al gobernante pragmático pretende luego dirigir la política exterior del Perú en un ámbito en que el Japón gravita (digamos, la cuenca del Pacífico o el TPP), carecerá de la credibilidad suficiente con los interlocutores involucrados y generará incertidumbre entre los ciudadanos peruanos cada vez que lo intente.


Y si ese ex –gobernante, protegió a su principal asesor cuando éste vendía armas mal habidas a las FARC (el hecho fue denunciado por el Presidente Pastrana), su heredera generará cierta alerta cuando intente presidir con la autoridad colombiana, digamos, una reunión de gabinete binacional. Especialmente si ella era primera dama cuando se produjeron los hechos en las selvas colombianas.


Por lo demás, ¿qué tranquilidad podrá tener la ciudadanía si una eventual presidenta, que era ex -primera dama cuando su progenitor fue interrogado en secreto por autoridades chilenas a las que él se entregó, deba tratar asuntos como, digamos, el triángulo terrestre pendiente de solución?.


Si el pragmatismo no involucra acá sólo la negociación de un contrato de hidrocarburos sino el conjunto de la soberanía nacional, es evidente que la gestión y contenido de la política exterior que esa eventual gobernante quisiera conducir carecería del sustento elemental hasta para ser eficaz (su tan mentada virtud).


En tiempos en que esa política implica una inserción diversificada y compromete al conjunto del sector externo se entenderá mejor lo que la vocación pragmática pone en juego.


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