El Agravamiento de la Compleja Crisis BrasileƱa
- Alejandro Deustua
- 20 mar 2015
- 5 Min. de lectura
El Brasil, una de las potencias emergentes por excelencia y cuya economĆa representa el 60% de la producción suramericana, ha sido atrapado por una poderosa ola de malestar social, el descrĆ©dito del liderazgo polĆtico y una situación económica cuyo remedio producirĆa una contracción este aƱo de -0.6% (-1.7% segĆŗn el FMI).
Esta es la lamentable realidad de la mayor potencia regional luego de transcurridos apenas tres meses de la inauguración del segundo mandato de la Presidenta Rousseff y cinco desde su reelección.
La letal interacción de un programa de ajuste a cargo del neoliberal ministro de Hacienda Joaquim Levy, el impacto polĆtico-judicial del escĆ”ndalo de corrupción de la empresa insignia brasileƱa y el inmenso disgusto de las clases medias a las que se suman los estratos mĆ”s empobrecidas que votaron por la Sra. Rousseff (cuando Ć©sta prometĆa apoyos económicos en lugar de los sacrificios que se venĆan), ha explotado con resultados que algunos insinuamos en el 2013.
AsĆ lo evidencian las manifestaciones de protestas de dos millones de personas en casi todo el paĆs hartas, ademĆ”s, del mayor deterioro de los servicios bĆ”sicos que sustentaron las protestas de hace dos aƱos (pero especialmente de la carencia de agua en el sur cuando Brasil cuenta con uno de los mayores acuĆferos del mundo); el fuerte debilitamiento de la alianza oficialista PT-PMDB a propósito de la imputación de los presidentes de las cĆ”maras de Senadores y de Diputados (PMDB) como beneficiarios eventuales de la desviación de parte del 3% de los gastos de Petrobras destinados a los bolsillos de polĆticos y empresarios cercanos; y el aumento de impuestos, el recorte del gasto pĆŗblico, el incremento de la inflación (mĆ”s del 7%) y una deseperanzada recuperación para el próximo aƱo que no superarĆa el 1% (FMI).
A ello debe sumarse la primera crisis de gabinete del actual gobierno (la renuncia del ministro de Educación Cid Gomes que acusó a ciertos miembros del Congreso de āchantajistasā por condicionar su apoyo, lo que puede tener consecuencias mayores), los reclamos de cuotas de poder del PMDB (para compensar por lo que Ć©ste percibe como marginación en el proceso decisorio) y el silencio que guarda hasta ahora el expresidente Luis Inacio Lula da Silva a quien āDilmaā debe su reelección.
Entre esta suma de males destaca la extraordinaria caĆda de la aprobación de la gestión de la Presidenta. SegĆŗn Datafolha, Ć©sta es de apenas 13% luego de haber ganado las elecciones con 51.3% de los votos. Peor aĆŗn, el 62% de los encuestados considera que su gestión es āpĆ©simaā y 24% que es āregularā.
Por lo demĆ”s, a pesar de que la Presidenta exclama que āse debe escuchar a la calleā, ella afirma que continuarĆ” con las medidas de ajuste, aunque Ć©stas podrĆan ser menores a lo necesario si nos guiamos por su diagnóstico de hace una semana. En ese momento la Sra. Rousseff atribuyó a la crisis internacional la exclusiva responsabilidad de la situación actual sin decir una palabra sobre la corrupción (aunque el 16 de marzo anunciara un paquete de medidas al respecto) ni sobre las deficiencias de su propia gestión.
A esta situación de fuerte inestabilidad se suma el creciente reclamo de destitución de la Presidenta (hoy poco factible pero no imposible) basado en la sospecha de que ella estuvo al tanto de los hechos de corrupción en Petrobras cuando fue ministra de EnergĆa durante el gobierno de Lula y cuando una persona cercana a ella, la renunciante Graca Foster, fue directora general de esa empresa. Por lo demĆ”s, el propio Tesorero del PT se encuentra entre los acusados en el escĆ”ndalo complicando aĆŗn mĆ”s el entorno de Lula y de la Presidenta.
Para darnos una idea cuantitativa de la magnitud de la crisis, aunque en un escenario extremo, sólo el escĆ”ndalo de Petrobras podrĆa costarle a Brasil 5% de su PBI, segĆŗn Moodyās, si la fuerte pĆ©rdida de valor de la empresa obligara a un salvataje (Gestión). Y si esa situación llevase de la mano una degradación crediticia del Brasil (situación que no podemos predecir), ciertamente ello afectarĆa el nivel del riesgo regional crediticio que ya se encuentra en 528 puntos bĆ”sicos (vs los 185 puntos bĆ”sicos del PerĆŗ) (BCR).
Sin embargo, si ello no ocurriese, la degradación de la imagen del Brasil y el deterioro de su status como potencia emergente no golpearÔ sólo a los BRICS (SurÔfrica y Rusia, especialmente, ya estÔn bastante castigados) sino a la percepción externa de la región como destino de inversiones cuyo escenario estratégico regional se hundirÔ aún mÔs.
Ello, sin embargo, sólo agregarĆa lastre a una situación regional ya deteriorada (SuramĆ©rica es la región que menos crecerĆ” este aƱo en patĆ©tica tendencia que implica una perfomance menor a la de los convulsionados Medio Oriente y Ćfrica Subsahariana āFMI-). Por lo demĆ”s, el requerimiento local de que los terceros distingan entre la calidad económica de los distintos miembros suramericanos serĆ” bastante menos efectiva que en tiempos en que el crecimiento de estos paĆses era excepcional (el caso del PerĆŗ, que crecĆa al 7%).
El escenario se agrava frente al incremento de salida de capitales que experimentarĆ” la región cuando el FED empiece a subir este aƱo sus tasas de interĆ©s y China tenga dificultades con alcanzar el 7% de crecimiento anunciado (un factor ya considerado como riesgo). Si esta fenomenologĆa estĆ” mĆ”s allĆ” de lo que Brasil pueda hacer, el impacto se sentirĆ” en el Ć”rea con la primera potencia regional por delante.
Ese escenario externo, complicado adicionalmente por la volatilidad cambiaria y las perfomances asincrónicas de los paĆses desarrollados, no implica que el deterioro de la situación brasileƱa no tenga impacto especĆfico en la región. Ese impacto ya se produce aunque de manera bien desigual desfavoreciendo a los paĆses del MERCOSUR (especialmente a Argentina, Uruguay y Paraguay con los que la economĆa brasileƱa estĆ” mĆ”s correlacionada āFMI-).
Ello ocurre menos con los paĆses andinos que exportan a Brasil en conjunto alrededor del 3% del total de sus colocaciones globales (IMF), salvo Bolivia que vende la mayorĆa de su principal oferta exportadora -gas- a Brasil.
En ese marco disminuido, el PerĆŗ, que vende al Brasil sólo alrededor del 4% de sus exportaciones y ubica a ese paĆs como 5Āŗ destino comercial, no debiera estar muy preocupado. Pero en un contexto de fuerte caĆda de precios de commodities (que dominan las ventas peruanas al Brasil) y de la demanda agregada externa, un eventual deterioro de las ventas peruanas a ese paĆs se sumarĆa a las que ya genera Ecuador con la reiteración de su polĆtica de imposición de medidas de salvaguardia. Si este fenómeno se extiende, los niveles del dĆ©bil comercio intrarregional bajarĆ”n todavĆa mĆ”s perjudicando el bienestar de los consumidores suramericanos y el status de sus paĆses.
Es evidente, entonces, que al Perú le interesa que el Brasil pueda salir de su crisis económica lo mÔs pronto posible y que sus empresas, tan ligadas acÔ a muy importantes obras de infraestructura, aseguren pautas de comportamiento bien distintas a las que algunas de sus matrices practicaron hasta hace poco.




