top of page
  • Alejandro Deustua

El 2011 Según los Primeros Reportes Institucionales

Si se pudieran dejar de lado los cambios sistémicos acelerados por la crisis del 2008-2009 y su impacto de largo plazo, el primer balance institucional de proyección de desempeño, de riesgos globales y de impacto antidemocrático de la crisis económica es bastante menos malo para el 2011 de lo que la magnitud de la crisis advertía.


Aunque esta conclusión se puede derivar de los primeros reportes prospectivos de entidades globales de calidad reconocida (el Banco Mundial, el World Economic Forum y Freedom House), los cambios estructurales que la crisis ha agudizado (desequilibrada distribución de capacidades, incremento de fragmentación colectiva y de la competencia, erosión regimental, pérdida de fundamentos económicos en las economías mayores, entre otros factores) puede disminuir ese optimismo. Ello no es irracional en tanto esos cambios implican el debilitamiento de los soportes del sistema internacional, el incremento de la fricción interestatal y la generación de desgobierno global (y, eventualmente, también estatal). En el otro lado de la medalla se ubica, claro está, el incremento del status de las potencias emergentes y de las que le siguen los pasos. Para muchos ello implica que el sistema internacional en formación –una multipolaridad aún indefinida- será más estable que el anterior. Nosotros creemos que tal estabilidad es, en el mejor de los casos, una aspiración que abre grandes brechas de incertidumbre que los Estados deberán aprender a manejar. Aunque ésta no implique un retorno radical a una situación de suma 0 y ese tránsito se asiente en bases de progreso nunca vistas (la emergencia generalizada de clases medias es acá el factor más importante), el optimismo de los Estados que emergen de la crisis mejor posicionados (los países en desarrollo de ingresos medios) debe moderarse frente a la evidencia de la precariedad de la situación de los que resultarán en peores condiciones (las potencias centrales, las economías desarrolladas en general y, quizás, los países de menor desarrollo). Es más, la actitud de los países en desarrollo debe ser de cautela en tanto la relación y los términos de poder entre las potencias centrales y periféricas han variado pero no se ha invertido decisivamente con el agravante de que es previsible el incremento de la rivalidad entre algunas de las primeras.


Pero, en lugar de hurgar en el largo plazo, de momento veamos lo que ofrece la coyuntura inmediata según los reportes aludidos para el corto plazo.


El Banco Mundial (BM) pronostica que el crecimiento global descenderá este año a 3.3% para recuperarse en el 2012 a 3.6% aunque por debajo del 3.9% del 2010. La responsabilidad de esa desaceleración es atribuida principalmente a los costos de la reconstrucción bancaria, de la consolidación fiscal, de la “limpieza” hipotecaria y de la normalización de la capacidad de consumo en los países desarrollados. Ello se traducirá en un crecimiento de apenas 2.4% para los países de altos ingresos (2.3% para la OECD) en el 2011 y 2.7% en el 2012 por debajo del 2.8% en el 2010.


En tanto el BM enfatiza la incidencia de estos factores en la desaceleración global reconoce implícitamente lo evidente: que estos países siguen siendo el centro de la economía mundial (factor no suficientemente remarcado) aunque ésta se haya diversificado y los países emergentes sean los principales contribuyentes al crecimiento global (el elemento más destacado del reporte). En efecto, los países en desarrollo crecerán en el 2011 6% y 6.1% en el 2012 por debajo del 7% en el 2010. Ese crecimiento implica un cambio cualitativo en tiempos de globalización: no sólo son éstos los principales responsables del crecimiento global sino que 46% del mismo es atribuido al incremento de la demanda interna en estos países (componente fundamental, junto con los altos precios de las materias primas, de la rápida recuperación frente a la crisis).


Ese crecimiento estará limitado, sin embargo, por el agotamiento de la capacidad instalada (que ya ha sido absorbida, en la mayoría de las economías relevantes) y por la tendencia a la apreciación monetaria derivada de los flujos de inversión de corto plazo en busca de altas rentabilidades inmediatas. Ello requerirá de mayor inversión en las economías locales que, si bien acudirá en cantidades apreciables debido a las oportunidades que ofrecen el crecimiento y los mejores retornos, deberá competir con los flujos que requiere la recuperación en los países centrales. Al respecto debe recordarse que en el 2010 la recuperación del financiamiento externo de los países en desarrollo fue de 44% (un resultado destacado pero insuficiente).


De otro lado, la mayor influencia del crecimiento de los países en desarrollo en la perfomance global debe evaluarse a la luz de los riesgos globales que confronta la comunidad internacional. Aunque, según el World Economic Forum (WEF), los dos riesgos principales (desequilibrios económicos y fallas de la gobernabilidad) están asociados a los países desarrollados, a algunos de los emergentes y a la creciente ineficacia de los regímenes internacionales, los países en desarrollo presentan un perfil complicado en dos de los tres riesgos importantes que se derivan de los riesgos principales: los peligros de la economía ilegal y los que plantea el encadenamientos de los problemas de recursos básicos (agua-alimentos-energía). El tercer riesgo importante (los desbalances macroeconómicos) comprometen a todos pero especialmente a los países desarrollados.


En efecto, si bien los países desarrollados han perdido capacidad ordenadora dentro de sus propios mercados, los países en desarrollo son asociados por el WEF con los “Estados frágiles” (una alternativa a los “Estados fallidos”), con la incapacidad de controlar el comercio ilícito (estimado en US$ 1.3 trillones), con la proliferación del crimen organizado y con la corrupción.


Si es claro que los países desarrollados comparten la responsabilidad en la vigencia de estas amenazas (y, en no pocos casos, sus sociedades son instigadoras directas de las mismas), el hecho es que las consecuencias mayores de los riesgos que ellas implican complican más a los países en desarrollo. Ello se refleja en el incremento de los costos de la buena marcha del mercado, la erosión del Estado de Derecho, el incremento de la pobreza y de la inestabilidad.


A mayor abundamiento, la solución general que propone el WEF (mayor cooperación internacional) es un lugar común que, teniendo en cuenta la experiencia reciente, sólo brinda resultados parciales. Para que esa solución, por insuficiente, no devenga en parte del riesgo es necesario que cada Estado afectado incremente el esfuerzo de minimización del riesgo en un efectivo escenario cooperativo. Pero al respecto hay aún pocos ejemplos de éxito.


En relación al riesgo que plantea la escasez de recursos de la cadena agua-alimentos-energía que se incrementará en 30%/50% en un par de décadas, el WEF tampoco plantea soluciones que no sean otro lugar común (la aproximación integral). Esta amenaza ambiental ya es clara en los países en desarrollo en términos de escasez de agua para los crecientes centros urbanos y de incremento del precio de los alimentos (que genera inflación además de inestabilidad) mientras que la solución a los problemas de escasez de energía está más próxima a los desarrollados (si ésta depende de la innovación tecnológica) salvo en el caso del descubrimiento de nuevas fuentes y de energías alternativas.


En cualquier caso, el incremento de estas amenazas ambientales tiene un potencial de impacto claramente superior en los países en desarrollo que en los que no lo son. Siendo su confrontación una responsabilidad global, las obligaciones de su confrontación ya son conocidas. Que éstas se ejerzan es asunto diferente. Sin embargo, la cumbre de cambio climático realizada en Cancún ha mostrado una mejor disposición colectiva a afrontar estos problemas ambientales luego del fracaso de la cumbre de Copenhague.


En lo que hace al riesgo que plantean los desequilibrios macroeconómicos, la tarea es más complicada. Este problema corresponde a los países desarrollados y a algunos emergentes (China). Aunque existen posibilidades de mejora en el marco del G20 y de compromisos bilaterales (una eventual aproximación entre Estados Unidos y China o de la Unión Europea y China), es evidente que la diversidad de caminos emprendidos para superar la crisis no favorece la convergencia de intereses que, por su naturaleza, son divergentes.


Sin embargo, el impacto de una nueva recesión (que no es descartable si la zona del euro no se estabiliza, Estados Unidos no equilibra su economía o si China no incrementa su demanda) o el atascamiento de largo plazo son poderosos estímulos sistémicos que debieran contribuir a redefinir los intereses nacionales mostrados al respecto por las grandes potencias con el propósito de minimizar el riesgo. La historia muestra, sin embargo, claros ejemplos en contrario.


En este escenario es esperable la emergencia de nuevos nacionalismos, de actitudes nacionalistas y el fortalecimiento de los Estados corporativos (o capitalistas de Estado). El incremento del poder negativo de estos actores o su proliferación agregará tensión al sistema internacional incrementando las tendencias a la fragmentación global y regional.


Esta es una preocupación del reporte de Freedom House (FH). Sin embargo, esa entidad muestra al respecto un deterioro menor de lo esperado. En efecto, FH da cuenta de que la mayoría de Estados miembros del sistema continúan siendo libres (87 ó 45% del total) o moderadamente libres (60 ó 31% del total), mientras que los Estados no libres suman 47 (24% del total). Ello a pesar del ligero deterioro del último año y de que la tendencia al declive liberal en los últimos cinco años constituye el mayor período de erosión desde la década de los 60 del siglo XX.


Si estas cifras reducen el pesimismo sobre la involución democrática, la tendencia de la misma es una realidad que muestra que la organización de un nuevo sistema multipolar supondrá el replanteamiento de la fricción entre Estados liberales y no liberales. La actitud de Estados como el Perú debe ser, por tanto, de atención y cautela, antes que de éxito por la perfomance propia.


5 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo

Fin De Año: El Gasto Militar En Suramérica

Si en abril pasado el SIPRI sorprendía con el anuncio de que Suramérica fue, en el 2010, la región que registró la mayor tasa de crecimiento

Logo Contexto.png
Header.png
bottom of page