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  • Alejandro Deustua

Desigualdad, Violencia y Apps

A pocos días de las elecciones argentinas (que serán disruptivas) el Cono Sur suramericano se ha topado en Chile con una insospechada fuente de instabilidad. Especialmente porque la bárbara manifestación de violencia que ha envuelto al vecino no parece ser sólo la expresión de una empozada desigualdad, que es mediana en la región, sino la demostración organizada y destructiva de una agrupación cuya identidad apenas sospechamos.


Con ello la región pierde hoy un importante escenario de sustentación. Si éste es visto con optimismo no fundamentado, puede resultar en un nuevo pacto social. Pero éste parece lejano. En consecuencia, no sólo el ámbito conosureño sino el de la Alianza del Pacífico están cambiando de carácter político desmereciendo su esencia: la de la democracia bien institucionalizada y la del mercado libre con el menor riesgo político en un marco de volatilidad y desaceleración.


Y después del aparatoso fraude boliviano, aquello es funcional al sacrificio sistemático del estado de Derecho en ese país. Sus demostraciones de poder se orientan a socavar los fundamentos del orden liberal en la región. Si su tramposo triunfo en 2ª vuelta se ha adelantado para hoy es porque Morales prefiere anticiparse a una confrontación nacional que puede ser cruenta.


Mientras su condición étnica gana batallas tiernas, la influencia cubana y venezolana –entre otras- mueve redes internas subvaluadas pero latentes desde el 2005. Bolivia, por tanto, no es un nuevo eslabón disfuncional en el área sino uno que ha incrementado su capacidad desestabilizadora en ella. Es necesario contribuir a su neutralización.


Esta realidad se retroalimenta con la escenificación en Ecuador de una nueva demostración de poder por una organización que se hace pasar por mayoría indígena (la Conaie). Curtida desde el golpe contra Lucio Gutiérrez en 2005 hoy ha sido el factor decisivo para lograr que el gobierno ecuatoriano abandonara su sede y su política fiscal.


Si las medidas antisubsidos fueron adoptadas sin las compensaciones adecuadas con la participación del FMI (que conoce la sensibilidad local al respecto), la total insensibilidad de la Conaie al equilibrio de las cuentas fiscales constituye otro factor desestabilizador que impulsa desde el Caribe la “brisa bolivariana”.


De estos escenarios, sin embargo, no podemos eludir el elemento de contagio que proviene del centro de Occidente. Ni la reacción a los desmanes del Sr. Trump, los chalecos amarillos franceses ni los callejeros separatistas catalanes están al margen de nuevas formas de movilización iniciadas por pocos mediante aplicaciones dedicadas. Al respecto, ¿alguien recuerda la inmensa coreografía que, con participación de derechas e izquierdas y clases medias bajas actuando sin un interés explícito movilizó al Brasil contra Rousseff también por incremento de pasajes urbanos en 2013?.


La desigualdad debe atenuarse. Pero la organización oculta de movimientos sociales que confunde los motivos de la protesta con su capacidad de manipularla debe neutralizarse.


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