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Alejandro Deustua

Cumbre Eurolatinoamericana

En tiempos de “globalización” la rutina de las reuniones “cumbre” ciertamente desdramatiza el encuentro entre Jefes de Estado. ¿Puede implicar ello vulgarización cuando se trata del encuentro de casi un tercio de los mandatarios del mundo y de una “asociación estratégica” transatlántica que desea consolidar a Occidente, recuperar gobernabilidad en América Latina y potenciar la política exterior de la Unión Europea de los 25 cuando ésta prioriza el proceso de expansión interna?


Sí, si estas reuniones, originadas en 1999, son ganadas por dinámicas meramente burocráticas o si se racionalizan sólo como el intento de equilibrar el poder hegemónico de los Estados Unidos (que es parte de la verdad). No, si la “cumbre” resulta en pasos prácticos para generar gobernabilidad externa (por ejemplo, procurando la reforma del sistema multilateral) e interna (donde las democracias, como en nuestro caso, no pueden seguir el ritmo de las economías de mercado ni éstas son capaces de articular a las sociedades donde se instalan).


La cumbre eurolatinoamericana de Guadalajara ha expresado su preocupación por el tema multilateral, pero sólo en el replantamiento de una trunca iniciativa de la década de los 90 que no ha podido, hasta ahora, ni con la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU ni mucho menos con la del sistema financiero multilateral. Hasta la fecha, no hay cronogramas ni ideas que vayan más allá de intentonas transnacionales sobre “gobernabilidad global” ni concentración específica en específicos regímenes internacionales. Por lo demás, el requerimiento del multilateralismo no parece bien encaminado si éste se plantea como un objetivo antes que como un instrumento que potencia también la diplomacia bilateral en tanto los Estados-nacionales siguen siendo una referencia principalísima de las relaciones internacionales.


En cuanto a la gobernabilidad interna, la iniciativa ha correspondido a la Unión Europea. La propuesta de instrumentos financieros que sirvan a la “cohesión social” en la región es un planteamiento práctico de apoyo a los llamados contra la exclusión y la pobreza. La propuesta europea, bienvenida como es, se basa sin embargo en la asistencia (cooperación para mejorar las instituciones de educación, salud, jurisdiccionales, etc) y es insuficiente. Distante como está de los fondos de cohesión social europeos que viabilizan la expansión europea en las regiones más atrasadas, debió ser el complemento de iniciativas como la del uso de parte de la deuda para inversión en infraestructura como lo ha propuesto el Grupo de Río.


En el ámbito de la integración, la “cumbre” anuncia que el MERCOSUR se beneficiará de la conclusión, quizás en octubre próximo, de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Desde que, en 1995, ambas entidades pactaron un acuerdo marco de cooperación y en 1999 acordaron un régimen de asociación, las partes han venido negociando los términos de un TLC. Ello es razonable si para la UE, el MERCOSUR es la “clave” de la integración en la región. Pero deja de serlo si esa prioridad postegra las aspiraciones de América Central y de la Comunidad Andina hasta que el proceso de integración no se perfeccione (en el caso andino) y no se inicie la ronda Doha.


La actitud de la UE, si no se pasa rápidamente a un acuerdo de asociación, parece dicriminatoria teniendo en cuenta que mantiene una antiquísima vinculación institucional con la CAN (30 años), mantiene desde 1995 un diálogo especial sobre narcotráfico complementado por la concesión del SGP drogas (que vence el 2005 y que ha sido autorizado por un panel de la OMC siempre que se aplique “objetivamente”) y desde 1983 sostiene un acuerdo marco de cooperación que ha evolucionado al diálogo político. Y si la UE es para la CAN el segundo socio comercial y la primera fuente de inversión de manera similar que para el resto de América Latina, el tema de las asimetrías no puede ser un pretexto (la relación del per capita de la UE con el MEROCOSUR –4 a 1- es, en el agregado, sólo algo menos abrumador que el 10 a 1 en relación a la CAN). Por lo demás, la UE ya suscribió TLCs con México y Chile y la particiapción de la CAN en la ronda Doha no va a influir extraordinariamente en el desempeño del mutlilateralismo comercial.


He aquí, sin embargo, temas específicos de discusión con la Unión Europea que, además de temas de seguridad como el narcotráfico y el terrorismo, tienden a generar, en el marco de valores compartidos, masa crítica para una relación transatlántica en formación. La rutina de las “cumbres” la enriquecerá.

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