Estabilidad Trilateral
- Alejandro Deustua
- 30 dic 2004
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Cuando en octubre pasado la presión popular boliviana obligó a renunciar al presidente Sánchez de Lozada, y el presidente Mesa, en un contexto de fragmentación interna y beligerancia externa, radicalizó el reclamo de la reivindicación marÃtima, los peruanos estábamos sobradamente al tanto de la ampliación de la brecha estratégica con el vecino del sur derivada de un desequilibrante programa de compra de armamentos. El malestar trinacional -que CancillerÃa procuró controlar y revertir con su par chilena- se incrementó además por el público despliegue de la sensación de "aislamiento" con que los medios de comunicación santiagueños caracterizaron el clima de seguridad que vivÃa su paÃs.
Cuatro meses más tarde encontramos una relación boliviano-chilena en vÃas de normalización (aunque la tensión y volatilidad no ha desaparecido), la peruano-chilena orientada a un necesario sinceramiento en el acápite militar y la peruano-boliviana en proceso de redefinición con propósitos renovadores. El cuadro de situación ha mejorado en apariencia.
Pero los actores no han evolucionado correspondientemente.
En efecto, Bolivia tiene una gobierno legitimado, una reforma constitucional en marcha y ha relanzado su empresa gasÃfera, pero las fuerzas de fragmentación continúan presentes (la agresividad de los lÃderes irracionales sigue amenazando al gobierno, el programa económico es fuertemente contestado, y hasta el estamento empresarial ha atizado la división entre La Paz y Santa Cruz). Y el Perú no sólo ha perdido la calidad del paÃs más estable de la subregión andina sino que la continuidad de su gobierno ha sido cuestionada abiertamente por la clase polÃtica, mientras el malestar social se expresa en movilizaciones laborales y hasta empresariales que, de no parar ya, podrÃan adquirir una vida propia. Si sólo Chile emite signos de estabilidad, la brecha estratégica se seguirá ampliando a su favor... pero con ayuda nuestra.
En esta perspectiva, los esfuerzos estabilizadores externos adquieren una importancia mayor. Entre ello se encuentra la reunión técnica entre los vicecancilleres de Bolivia y Chile realizada en Santiago a mediados de mes que ha reabierto el contacto institucional entre ambos paÃses. Si en ella Bolivia no tocó el problema marÃtimo -postergándolo para una eventual reunión de cancilleres o de presidentes- y acudió en el entendido de que se parlamentarÃa "sin condiciones ni exclusiones", se limitó a discutir la privatización del puerto de Arica (que, a su juicio, podrÃa complicar las facilidades de libre tránsito establecidas en el tratado de 1904) y de las aguas del Silala (Bolivia desea cobrar por su uso en el entendido de que se trata de un manantial canalizado, mientras Chile considera que es un rÃo de curso sucesivo). Las reuniones continuarán en marzo y abril, posiblemente incluyendo el tema comercial (Bolivia no desea un tratado de libre comercio y Chile sÃ). Estas conversaciones son buenas para los tres paÃses.
E igualmente positivo es el hecho de que el gobierno del Perú se haya decidido a comprar dos fragatas Lupo con opción a dos más y a recuperar parte de la flota de la FAP en un contexto de explÃcito reconocimiento de que existe una brecha estratégica con Chile que es necesario equilibrar (lo que no implica necesariamente paridad). A estos efectos falta uniformizar el lenguaje y la percepción del problema entre la CancillerÃa y el Ministerio de Defensa (la metáfora de la "brecha tecnológica" no sirve al respecto) y cambiar la polÃtica en la materia (hasta ahora basada en la generación de medidas de confianza sustentadas sólo diplomáticamente), teniendo en cuenta que las partes no se encuentran en una carrera armamentista.
A su vez, CancillerÃa y Palacio no pueden desconocer que el equilibrio militar forma parte de las relaciones internacionales aun entre paÃses pequeños y que la seguridad consecuente permite liberar fuerzas para la cooperación. Una buena relación con Chile -que se puede consolidar en la próxima reunión de ministros de Defensa y Relaciones Exteriores de la que el Cosede puede resultar fortalecido- pasa por el campo operativo de la lucha conjunta contra el narcotráfico, el contrabando, el patrullaje marÃtimo, el desminado, maniobras con terceros y la participación de misiones de seguridad colectiva en Haità o Chipre, por ejemplo. En este contexto de equilibrio bilateral, estabilidad regional y cooperación podremos tratar mejor nuestros diferendos.




