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  • Alejandro Deustua

Conflicto Andino

En un contexto de crisis financiera que no puede evadir aún una evolución recesiva, lo menos que necesita Suramérica es el incremento de la inestabilidad política. Ésta, no obstante, aumenta en la región en versiones alarmantes de conflictividad interna e internacional. Aunque la fricción abarca también a los países del Cono Sur (el conflicto argentino-uruguayo no se modera mientras que en Brasil se incrementa la percepción de amenaza externa), el foco principal sigue siendo la subregión andina y su centro de gravedad, Venezuela y Bolivia.


Si el conflicto en esos países sirviera para redefinir la orientación del Estado hacia la estabilidad y el progreso, aquél podría merecer una actitud de observación. Esa opción, sin embargo debe se cotejada con los riesgos de un posible desborde estimulado por la intensidad del conflicto, su complejidad y la beligerancia de sus líderes. En consecuencia, la comunidad hemisférica está en la obligación de intentar moderarlos.


En el caso venezolano, la posibilidad del establecimiento de un Estado de características totalitarias a través de un referéndum limpio o manipulado es tan real como la inminencia del domingo entrante. Aunque las encuestas anuncian la posibilidad de que la población no apoye mayoritariamente las "reformas constitucionales" de Chávez, éste no se dará a sí mismo la oportunidad de aceptar una derrota sin arriesgar su permanencia en el poder, su proyecto hipercontrolista ni su beligerancia global. Si pierde, reprimirá directa o indirectamente sin importarle la buena relación vecinal o la occidental.


En el ámbito externo el curso ya esta señalado: más allá del conflicto con Estados Unidos, Chávez está dispuesto a confrontar a la Unión Europea. No de otro modo puede entenderse la explotación de la fricción protocolar con España que él buscó. Y si se trata de vecinos, su disposición hegemónica no será arriesgada en procura de una buena relación con Colombia (menos cuando ha esclarecido su capacidad de interactuar con las FARC y su disposición a cooptar los altos mando militares del vecino con propósitos claramente expansivos). El control de un Estado totalitario que aspira también a ser una potencia militar incrementará esa tendencia.


En el caso boliviano, el conflicto no es el que deriva de la potenciación de un Estado sino de su destrucción. Bolivia está viviendo hoy la fase previa a la condición definitiva de un Estado fallido: la fragmentación. Para llegar a ese punto, el señor Morales ha agudizado el conflicto social desde que ayudó a la caída de Sánchez de Lozada. Atizando la efervescencia cocalera, la nacionalista, la indigenista y la "bolivariana", Morales se ha empeñado en "refundar" el Estado para terminar destruyéndolo.

Para lograr su manipulada utopía ha empleado conflictivamente la emergencia popular en el logro de dos fines iniciales: el control pleno de los recursos naturales y el establecimiento de una asamblea constituyente. El primero supuso confrontación con empresas y Estados y el segundo fricción creciente con la ciudadanía no afín (cerca del 50%). La contraofensiva autonómica de las regiones del Oriente y la disputa por la condición "originaria" de la constituyente (que incluyó la disputa sobre la mayoría necesaria paras aprobar la Constitución), terminó indisponiéndolo con la mayoría de los departamentos del país, generando mayor encono ciudadano y agregando nuevos problemas vitales (p.e., el de Sucre y la "capitalidad").

En ese marco la Constituyente pasó de la inoperancia absoluta (no aprobó un solo artículo al vencimiento del plazo original) a la disposición dictatorial: atrincherada en una instalación militar ha "aprobado" una Constitución luego de que constituyentes exclusivamente oficialistas leyeran sólo su índice. El señor Morales ha "aceptado" el resultado para someterlo a otro referéndum.


Ese golpe de Estado "jurídico" anuncia nuevos conflictos en un escenario de anarquía mayor (del que el retiro de la Policía de Sucre es sólo una muestra). Si éste ya tiene nombre oficial (la "bifurcación" definida previamente por el Vicepresidente García Linera) tiene también enrumbamiento. Éste complicará el sur del Perú y desestabilizará a la región.


Si lo señores Chávez y Morales no corrigen el curso (o no se van), como debieran, la comunidad hemisférica está en la obligación de generar condiciones para atenuar el conflicto y recuperar la estabilidad en la zona.



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