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  • Alejandro Deustua

Complejidades de la Recuperación Económica y del Rebalance Global

La última reunión anual del Fondo Monetario y del Banco Mundial (1) ha confirmado que la economía global continúa recuperándose lentamente. Ese proceso, sin embargo, continúa fuertemente condicionado por riesgos atribuidos a los grandes desbalances externos de los países desarrollados entre sí y algunos emergentes y por la lenta transición del estímulo público al privado en casi todas las economías (especialmente en las mayores).


En ese marco, el producto global crecerá este año 4.8% (y quizás 4.2% en el 2011) (2) aunque con una heterogeneidad preocupante: los países desarrollados no sólo crecerán a menores tasas que los emergentes (lo que es normal) sino que su perfomance es aún fuertemente dependiente de riesgosas políticas de rebalance que estos países aún no emprenden a cabalidad.


Y si bien los países emergentes comandan el crecimiento (7.1% este año y 6.4% en el 2011 sin incluir las correcciones que los organismos multilaterales practican sistemáticamente) (3), sus perfomances estarán limitadas por su problemática vinculación con la economía mundial. En tanto en ésta, como es evidente, la participación de las economías desarrolladas sigue siendo inmensamente superior aunque su tasa de dinamismo sea menor, el fuerte crecimiento de los países en desarrollo no es independiente de los avatares del mercado global. Quienes aún creen en el “delinkage”, pueden poner las barbas en remojo.


A los problemas situacionales de las economías mayores (escasa demanda, alto desempleo, baja inversión), debe agregarse las serias limitaciones estructurales que presentan las recomendaciones del FMI-BM. Éstas se resumen en políticas de “rebalance”: de un lado, medidas que procuren, simultáneamente, incremento de la demanda privada y consolidación fiscal; y del otro, medidas que promuevan las exportaciones de las economías deficitarias acompañadas del ajuste de las colocaciones de las economías superavitarias. Como siempre, esto es más fácil decirlo que hacerlo. En efecto, el mix de ajuste fiscal con crecimiento de la demanda lleva el riesgo implícito del fracaso en el intento de lograr tendencias contrapuestas: la reducción del estímulo fiscal requerida (que se sugiere para el 2011) puede generar recesión. La tensión de estas políticas bien puede quebrar la cuerda que las sostiene.


A ese riesgo se debe añadir el que proviene de la incapacidad de control de cada país del éxito del rebalance externo en ausencia de un marco multilateral adecuado. En efecto, un país deficitario puede implementar políticas de promoción de exportaciones pero su éxito dependerá de que la contraparte –el país superavitario- esté dispuesto a incrementar sus importaciones. Ese proceso es conflictivo per se y de raíz bilateral o plurilateral frente a la indisposición a la negociación colectiva. El ejemplo más saltante es el que muestra la actual relación entre Estados Unidos y China.


Es en ese contexto en que los medios ilustrados informan hoy, quizás de manera sobredimensionada, sobre “guerras comerciales” (p.e. la ley norteamericana que faculta al Ejecutivo a colocar obstáculos a las importaciones chinas) y sobre “guerras cambiarias”. Este último fenómeno, que refiere el problema de devaluaciones competitivas, es más visible que el anterior frente a la evidencia de que un creciente número de países están interviniendo en los mercados para devaluar sus monedas con el propósito de mantener la competitividad de sus exportaciones. Por lo demás si el término “guerra” es aquí una exageración, éste ciertamente influye en el ambiente económico si es empleado sostenidamente por medios influyentes. Y esto es lo que viene ocurriendo en la prensa especializada.


De otro lado, ello también reporta el transitorio fracaso coordinador del G20 (cuya próxima reunión ministerial se realizará en Corea del Sur entre el 21 y 23 de octubre) en tanto este grupo se propuso prevenir este tipo de devaluaciones teniendo en cuenta la lamentable experiencia de crisis anteriores. Si al G20 le tocara esta vez articular la salida de los estímulos fiscal (de US$ 5 mil millones) y monetario coordinados con gran éxito a partir del 2008, la tarea cooperativa será hoy extremadamente complicada a la luz de las necesidades específicas de cada una de las economías que, en conjunto, representan el 80% del PBI global. Asumimos que el Fondo Monetario y el Banco Mundial habrán tomado las prevenciones del caso.


De otro lado, aún logrando cooperación en el esfuerzo global ni el FMI ni el Banco podrán hacer mucho frente a un disfuncional configuración de una nueva estructura económica internacional. Al margen de la instalación de los BRIC en la estructura del sistema internacional, ésta va mostrando, de manera cada vez más diáfana, la emergencia de un nuevo “Norte” en la relación de los países en desarrollo con algunos desarrollados y, especialmente, con algunas potencias emergentes.


En efecto, si la recuperación de la economía mundial depende en gran medida del poder de arrastre de las economías asiáticas (y más específicamente de China), ese nuevo poder está reorganizando estructuralmente los mercados de los países en desarrollo en torno a la exportación de commodities con una muy escasa diversificación de oferta exportable.


La vulnerabilidad resultante para estos últimos agrega a la eventualidad de una nueva relación “Norte-Sur”, la dependencia consecuente y un riesgo mayor: que la economía china pueda empeorar súbitamente debido a choques como puede ser el estallido de burbujas inmobiliaria y de infraestructura. Como lo recuerdan desde Roubini hasta Fukuyama, esas burbujas están en formación, entre otras razones, debido a una mala asignación de recursos atribuida al gobierno chino. El estallido de ambas burbujas no es algo que los demás países en desarrollo o emergentes puedan prevenir.


De otro lado, es en este marco de fuerte vulnerabilidad que los países en desarrollo deben mantener tipos de cambio competitivos cuya realización se complica adicionalmente por el gran incremento de flujos financieros de corto plazo derivados de la abundante liquidez potenciada, a su vez por los estímulos monetarios. Al respecto, la recomendación del Fondo sobre la conveniencia de aplicar ciertas medidas heterodoxas (como el importante incremento de los encajes bancarios, entre otras) podría ser insuficiente para contener la intensidad y gran dinamismo de los flujos en cuestión. De allí que los bancos centrales, como en el caso del Perú, hayan incrementado sustancialmente su disposición al activismo financiero.


Los riesgos de la recuperación global ciertamente son mayores al diagnóstico del complejo problema que presentan el bajo crecimiento con alto desempleo en los países desarrollados y la heterogeneidad reflejada en los desbalances externos. Estos complican la sustentabilidad y la naturaleza de la inserción de los países en desarrollo. Al respecto, el optimismo nacional en el manejo macroecómico frente a la evidencia de altas perfomances logradas con políticas prudentes es una buena noticia siempre que vaya acompañado de medidas de precaución adicionales. Un alto nivel de reservas (que felizmente existen en el Perú) puede ser insuficiente si no se cuenta con robustos fondos de estabilización de precios materias primas o con decididas políticas de diversificación exportadora.



Fuentes:

(1)Comunicado de la 22ª. Reunión del Comité Internacional Financiero y Monetario de la Junta de Gobernadores del FMI, 9 de octubre de 2010. (2)IMF: World Economic Outlook, Executive Summary, October 2010. (3)Idem.



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