CELAC-CHINA: No a la Comunidad Política, Sí a la Cooperación Selectiva
- Alejandro Deustua
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
20 de mayo de 2025
Si la dinámica de fragmentación global se expresa en la emergencia inacabada de polos de poder y en la gestación de nuevas zonas de influencia además de bloques orgánicos (aunque el único consolidado es la Unión Europea), la influencia de América Latina en la competencia resultante es marginal (salvo por potenciales alineamientos).
Sin embargo, los latinoamericanos, a pesar de nuestra escasa cohesión, nos esmeramos en presentarnos como un bloque siguiendo una vieja tradición. Esa práctica es más producto de esfuerzos diplomáticos que de la concreción del gran potencial geopolítico que posee el área. Hoy éste es el caso de los diversos vínculos plurilaterales que ésta mantiene institucionalmente con Estados Unidos, la Unión Europea y China.
A juzgar por los resultados contemporáneos, China es hoy el que mejor capitaliza estas reuniones. En ellas la gran potencia asiática se presenta como adalid de los países en desarrollo (hoy denominado “sur global”) en momentos difíciles y se desempeña con mayor dinamismo geoestratégico que sus rivales sistémicos.
Esa evidencia es respaldada por hechos: en el agregado China no sólo es el segundo socio comercial extra-regional del área (el primero para la mayoría de suramericanos), sino un principal inversionista estratégico (21 países latinoamericanos participan del esquema chino de proyección geopolítica la Franja y la Ruta) y promotor del multilateralismo como bandera política (China es el segundo contribuyente financiero de la ONU).
Ese rol es facilitado por la disposición receptiva de la región definida por sus mayores necesidades de desarrollo e insuficiencias de poder. Éstas se expresan en deficiente cohesión política, económica y social; despreocupación para capitalizar la identidad occidental que corresponde a su historia mestiza e insuficiente articulación física. Careciendo de sustento material suficiente la diplomacia conjunta es proclive al avance chino cargado de ofertas con gran demanda.
A ese avance contribuye hoy el general desinterés norteamericano en Suramérica (salvo Argentina) complementado por la naturaleza coercitiva de su política arancelaria y la violación de acuerdos de libre comercio. Como consecuencia se ha agudizado la pérdida en el área del denominado “poder suave” de la gran potencia (definido como capacidad atraer y de cambiar conductas a través de la persuasión antes que por coacción) y la cesión del espacio geopolítico a un rival estratégico.
En este marco se acaba de celebrar en Pekín la 4ª reunión ministerial CELAC-China nacida del interés chino en 2014 a nivel ministerial. Si las divisiones entre los 33 países miembros de la CELAC (especialmente en torno a Venezuela y Nicaragua) le han impedido funcionar como representante de un bloque sólido desde su creación en 2010, la entidad sí es un foro reconocido de interlocución inter-regional.
Desde su primera reunión el foro CELAC-China se propuso impulsar la cooperación multisectorial de manera operativa. A los efectos adoptó un plan de acción hoy reemplazado por otro que, en apariencia, aún debe ser revisado. Ello sería señal de eficacia funcional si no fuera porque desde el plan de acción 2015-2019 se propuso crear una “visión de las relaciones internacionales alineada con los principios del Sur Global” (CLACSO) cuyas bases China sentó con anterioridad.
Como es evidente, los intereses que motivan esa “visión global” no pueden ser los mismos entre una gran potencia asiática en abierta competencia sistémica con potencias occidentales, de un lado; y, del otro, potencias latinoamericanas menores (salvo Brasil) de economía abierta y fundamentos liberales que, al margen de Cuba, Venezuela o Bolivia, entre otros, se inscriben en la periferia occidental con características propias. Pero la diplomacia regional y sus prácticas burocráticas se esmera en lo contrario.
En efecto, el Canciller acaba de confirmarlo declarando que el Perú, los miembros de la CELAC y China tienen “exactamente la misma visión de futuro y de acción internacional” (CCTN). Es más, la Declaración de Pekín que cerró la reunión este mes afirma que los participantes han establecido la premisa de construir conjuntamente “una Comunidad China-ALC con una futuro compartido”.
Tal parece que nuestros representantes diplomáticos confunden cooperación inter-regional selectiva con la vigencia de un espíritu comunitario. Como se sabe, una comunidad internacional implica una organización definida por valores compartidos esenciales para sus miembros. Este no es el caso entre el Perú, varios de los latinoamericanos y China. Y menos signa el futuro entre una gran potencia dictatorial de esencia comunista que apoya a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua y que es aliada de otra potencia mayor que, entre otras características, pretende hacer de la conquista territorial una causa patriótica.
Los US$ 9 .2 mil millones anunciados por China para proyectos de desarrollo en la región no pueden ser un instrumento de cooptación de los periféricos que aceptan compensar su escasa influencia mediante el olvido de sus peculiares fundamentos occidentales.