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  • Alejandro Deustua

Brasil: Insatisfacción Colectiva y/o Movilización Tecnológicamente Gestionada

La rápida expansión de las manifestaciones de protesta en Brasil es muestra sui generis de una emergente situación de insatisfacción colectiva que ni las reiteradas encuestas sobre la gestión de la presidenta Roussef ni la evaluación económica y sociopolítica que publican regular mente organismos internacionales y agencias de riesgo político habían identificado. La explicación de esta compleja fenomenología no será suficiente, sin embargo, si se margina, como hoy ocurre, la circunstancia en que aquélla se materializa.


En efecto, de lo que se conoce de estos eventos, la situación social en cuestión y la dinámica que la viabiliza parecen tan estrechamente relacionadas que no es fácil determinar cuál es el factor predominante y en qué medida éste predomina.


El hecho circunstancial relevante está a la vista. La emergencia expone al Brasil a la atención mundial con ocasión de un evento de interés global: la inauguración de la Copa Confederaciones ad portas del campeonato del mundo el próximo año. Si la insatisfacción brasileña es estructural o simplemente masiva a propósito de ese evento ésta pudo expresarse en cualquier momento independientemente de esa ocasión circunstancial. Lejos de ello, la protesta masiva aparece ahora con rapidez y precisión extraordinarias coincidiendo con la inauguración de la Copa. Ello puede ser sólo atribuible a la capacidad de movilización que brindan las redes sociales y a quienes hacen diestro uso de ellas.


Como ocurre con los fenómenos globales, la causalidad y el agente causal de esta fenomenología es siempre identificable aunque la complejidad de la misma oculte al agente diluyendo su relevancia. Esto es hoy posible porque la intensidad de las interacciones sociales teje un manto bajo el que se diluye la identidad de ese agente y porque el poder que otorga a los individuos las nuevas tecnologías tiene un inmenso efecto multiplicador cuya resultante tiende a opacar a quien lo inicia.


Por lo demás, los artificios contemporáneos de la movilización de masas no son explicables al margen de las tecnologías que permiten interacciones múltiples y simultáneas “en tiempo real” que sólo admiten contenidos esquemáticamente racionalizados. La reacción consecuente de individuos con opinión propia pero así aglomerados tiende a ser igualmente sesgada.


En un contexto predispuesto a la movilización así ha ocurrido en escenarios principalmente autoritarios. Éste es caso del Norte África (donde la protesta se inicia por el atropello sufrido por un vendedor de vegetales en un escenario de desempleo juvenil) y también de Turquía (donde la protesta de algunos centenares de personas contra la destrucción de áreas verdes de Estambul se ha escalado peligrosamente).


En escenarios democráticos en crisis la fenomenología que desconoce la línea que separa la motivación de la forma cómo se produce la movilización es menos clara. La razón es evidente: la crisis económica oprime de tal manera a la colectividad que el pretexto para una movilización no se requiere. Sin embargo, la instrumentación tecnológica de ésta ha estado claramente presente en las protestas (que podían haber sido mayores) en España, Francia, Grecia o el Reino Unido.


Aunque cada uno de estas manifestaciones de descontento tiene su propia y compleja especificidad, el hecho es que su articulación se ha recurrido al uso excepcionalmente experto de instrumentos de telecomunicaciones de uso común. Éstos, a su vez, han impactado en una psicología colectiva más o menos atribulada que es retroalimentada por las redes sociales.


En el caso de la movilización brasileña, por lo demás, ésta no parece ser ajena al efecto demostrativo de otras experiencias colectivas similares. En un escenario democrático, éste es un elemento nuevo a tomar en cuenta. Especialmente cuando la forma en que se ha desatado la movilización es la que corresponde a la instrumentación tecnológica descrita. En efecto, al margen de lo que publiquen sobre ellas los medios de comunicación convencionales, la dispersa motivación es movilizada allí también en “tiempo real” y sin intermediarios.


El resultado de esa fenomenología puede ser revolucionario (el Norte de África), expresivo de una oposición no bien representada (Turquía), pretendidamente restaurador de un orden elemental (el caso de ciertos estados mexicanos en que la policía usa el Twitter con intensidad) o modificador del escenario político y de la imagen de un país (Brasil). Pero en ningún caso el resultado está divorciado de la pretensión del agente causal (aunque éste no pueda controlar el resultado) independientemente de la causa.


Y ¿cuál es la causa en el escenario democrático brasileño? Al respecto los intentos de explicación barren hasta hoy todo el espectro posible (la inflación, la corrupción, el mal gasto público o el derroche –los estadios del Mundial-, la inequidad, la aspiración incremental de las nuevas clases medias, la insuficiencia de los servicios públicos o su costo –el incremento del precio del boleto de ómnibus en Sao Paulo que es el motivo inicial concreta de la protesta brasileña).


En este caso, la diversidad de intereses involucrados incluye a similar número de actores o sectores sociales diluyendo la singularidad de la movilización.


En Sao Paulo (y sólo allí) esa singularidad, sin embargo, sí es observable según las encuestas. Aunque la protesta en Brasil ha llegado a todas las ciudades principales incrementando el espectro de reclamos fundados e infundados, el origen está en la magalópolis paulista. Y según Datafolha (cuyo reporte publica parcialmente el Financial Times) los manifestantes son allí fundamentalmente integrantes de la clase media que no tienen filiación partidaria (84%) y sí educación universitaria (77%), protestan por primera vez (71%) y son menores de 25 años (53%).


Pero el carácter cohesivo de los manifestantes paulistas (jóvenes educados de clase media) contrasta, sin embargo, con la diversidad de sus motivaciones. Algunos protestan por el incremento de los pasajes de transporte público (56%) y otros contra la corrupción (40%), la represión policial (33%) y los políticos (24%). Si la diversidad de estas motivaciones paulistas diluye la singularidad de los manifestantes, la mayor diversidad de las protestas en el resto del país (a las que concurren, en apariencia, también gente de mediana edad, familias, ciudadanos menos favorecidos y vándalos) diluye todavía más la identidad de los manifestantes brasileños y de sus causas.

Si las causas de la protesta no son claras (porque son extremadamente diversas) y el tipo de manifestante no es único, el agente causal inicial sí parece tener corporeidad. En Sao Paulo, éste es en apariencia el Movimiento Passe Livre creado en el Foro Social Mundial y promovido por el Partido de los Trabajadores como mecanismo de “oposición a la globalización”.


Al margen de la digresión sobre la cohesión del partido de gobierno brasileño, el hecho es que, de confirmarse la identificación de ese movimiento, un agente causal de escasa dimensión estaría produciendo un fenómeno de masas que altera el escenario político brasileño.


Teniendo en cuenta que esta fenomenología no es local y que, por su efecto demostrativo en un contexto inestable, pertenece al ámbito de las relaciones internacionales, bien harían los gobiernos latinoamericanos en atender observando el entorno para adelantarse a la protesta. Esto es de especial interés para aquellos estados cuyas sociedades registran un alto índice de conflictividad y cuyos actores están insertos en el ámbito global mediante el uso cotidiano de la tecnología. La adecuada satisfacción nacional de los reclamos reales debe pasar por una correcta evaluación de la dinámica global de la protesta, de sus particulares medios y sus singulares actores.


Alternativamente, podemos contentarnos con ser testigos de la versión moderna de las manifestaciones de 1968 y disfrutar de su eventual dimensión creativa (que, en esa época, antecedió, sin embargo, a las crisis económicas de la década de los 70 y que en Suramérica derivó en una ola autoritaria).


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