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  • Alejandro Deustua

Biden: El Restaurador

El Presidente Biden juramentará el cargo no sólo como el campeador que derrotó al más destructivo jefe de Estado norteamericano de la historia sino, quizás, como esperanza purgatoria de la descomposición interna de la primera potencia y eje de Occidente.


Si bien las instituciones electorales y los tribunales estadounidenses lograron defender el voto ciudadano del asalto fascista patrocinado por Trump, su Congreso pudo recuperarse de inmediato del ataque terrorista al Capitolio y las fuerzas del orden aseguraron las formalidades de la transferencia del mando, la estructura democrática norteamericana está a prueba: en los últimos cuatro años éstas permitieron o no actuaron con rigor para atajar el autoritarismo creciente de su disfuncional y falaz presidente.


Es más, entre los representantes del partido Republicanos subsisten aún aquellos que cuestionan el proceso electoral sobre el que alegan fraude a pesar de todas las pruebas en contra. Y el Poder Judicial, a pesar de su honorable comportamiento en última instancia, está plagado de “jueces jóvenes y conservadores en los tribunales federales” del Estado (FT) designados por Trump que sólo han pasado una primera prueba.


Por lo demás, como no se veía desde las épocas del sectarismo macartista, el asalto al Capitolio ha despertado en las fuerzas de seguridad, que no supieron reaccionar a tiempo, la necesidad de evaluar sensatamente los antecedentes de sus miembros (CNN).


De otro lado, a pesar de la claridad del triunfo del Sr. Biden (51% vs 48%) y de haber logrado el partido Demócrata el control del Congreso, un número considerable de republicanos prefieren resistir ese hecho como “trumpistas”. Ello muestra la compleja división política norteamericana, que de partidaria ha devenido en tribal (Fukuyama), marcada por problemas de identidad de raza, género o status. En efecto, buena parte de la militancia republicana, al amparo de las redes sociales, ha ejercido el culto a Trump (ídem). Ello ocurre mientras que entre los demócratas destacan percepciones anticapitalistas sin que las élites del Partido hayan podido corregir esa tendencia (ídem).


Es éste el escenario fragmentado que el presidente Biden debe afrontar con políticas de restablecimiento de la cohesión nacional (lo que explica su decisión de dejar al Congreso la mecánica del impeachment) y de la viabilidad y status de los Estados Unidos como República y como potencia. Su preocupación es, por tanto, del mayor nivel estratégico.


Un ejemplo de lo que Biden puede hacer al respecto se refleja ya en la diversidad racial de su gabinete y el incremento de la participación femenina en él. Inclusión y no discriminación es lo que se espera ahora y en políticas de más largo plazo.


Ello va de la mano de la disposición prioritaria de recuperar la economía de manera más incluyente basada en señas ya adelantadas como el incremento de las ayudas (US$ 1400 por familia sumados a los US$ 600 ya adoptados) y, eventualmente, del salario mínimo (a US$ 15 la hora).


Sin embargo, un retorno a las políticas comerciales de apertura pre-Trump no aparece en el horizonte: una cosa es el retiro del eslogan “America First” y el apoyo a la reforma de la OMC y otra la proclividad a lograr aperturas plenas vía TLCs que no favorezcan a los trabajadores norteamericanos y al medio ambiente (el acuerdo con Perú no es visto como un buen ejemplo al respecto) (CFR). Y menos si la economía logra crecer entre 4% (FED) ó 5.3% (GS) (vs el 3.1% proyectado por el FMI en octubre pasado).


Si ello fuera muestra de la permanencia de una menguada tendencia proteccionista, es claro que ello impactará en el comportamiento de los miembros del sistema internacional. Especialmente si la confrontación comercial con China no encuentra nuevos rumbos.


Como impactará también la prioridad de combatir la pandemia mediante una política sanitaria “decisiva” en el marco de una realidad de 400 mil muertos norteamericanos hoy. El retorno al multilateralismo mostrará acá una potente señal: si el regreso a la OMS no va acompañado de cooperación real en el manejo de la pandemia (vacunas), la reincorporación al acuerdo contra el cambio climático (París) podría mermar su credibilidad.


En cualquier caso, la recuperación de Estados Unidos es indispensable para una mayor estabilidad internacional en medio del cambio sistémico y para la vigencia de Occidente cuya exitosa civilización, expresada en valores liberales y republicanos compartidos en el marco de la diversidad cultural, Biden buscará restablecer. Especialmente hoy cuando el neo-fascismo quiere seguir merodeando su centro.



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