Asia no Basta para la Recuperación del Comercio Mundial
- Alejandro Deustua
- 9 ago 2010
- 4 Min. de lectura
El decepcionante último reporte del Departamento de Trabajo de Estados Unidos confirma que la desaceleración del crecimiento norteamericano, consensualmente asumida para el segundo semestre, estÔ en marcha. Aunque el reporte destaca que la tasa de desempleo norteamericana se mantiene en 9.5% ésta incorpora una corrección hacia abajo de las cifras de junio (NYT).
Si el malestar reemplaza a la esperanza y la incertidumbre se incrementa en el primer importador mundial (al punto de renovar escenarios marginales de una segunda recesión), parece claro que el consumo no va a crecer sustantivamente este año en esa potencia. Y que, por tanto, ese mercado, siendo el mayor, no recuperarÔ el dinamismo necesario para incrementar la tasa de crecimiento del comercio mundial.
Ćstas no son buenas noticias para los paĆses en desarrollo aunque muchos de cuyos agentes y comentaristas se entusiasman por el hecho de que el conjunto de las economĆas emergentes hayan devenido, de esta manera, en la nueva locomotora de la economĆa global. Y tampoco lo son para los que tienen en Estados Unidos su primer comprador (algĆŗn vecino ya ha cerrado un par de oficinas de promoción).
Al respecto se debe empezar a considerar el hecho de que las ganancias de poder de las economĆas emergentes en la estructura del sistema internacional no irĆ”n de la mano de la posibilidad de asegurar la perfomance global porque Ć©stas no tienen aĆŗn capacidad de arrastre confiable y seguro.
Y ademĆ”s debe evaluarse la evidencia de que el crecimiento del comercio mundial en el 2010, mucho del cual es atribuido a estas locomotoras, no compensarĆ” las inmensas pĆ©rdidas del 2009. En efecto, estas pĆ©rdidas, medidas en tĆ©rminos de volumen luego de un revisión que cayó por debajo de las peores expectativas (inicialmente, -9%), llegaron en el 2009 hasta -12.2% consolidando la peor caĆda desde la Segunda Guerra Mundial segĆŗn la OMC (1). Si bien, para este aƱo se proyecta un crecimiento de 9.5% en el flujo de los intercambios, se requerirĆ” por lo menos un aƱo mĆ”s a esta tasa (y que el crecimiento del PBI global de 2.9% no sufra contratiempos) para recuperar el nivel de la precrisis.
Pero si la desaceleración norteamericana no contribuye en los tĆ©rminos en que debiera a ese fin, el resultado global no puede ser bueno aunque la OMC proyecte el crecimiento del comercio de los paĆses en desarrollo de este aƱo en 11.9% (que, siendo bueno, no supera la tasa de pĆ©rdida del 2009 y no compensa suficiente el menor incremento de los desarrollados que, a pesar de que sus flujos son de lejos los mayores, crecerĆ” 9.5%).
Si el buen Ć”nimo de los paĆses del sur deviniera del hecho de que sus ventas se colocarĆ”n crecientemente en el Asia, los que lo promueven debieran quizĆ”s repensar su entusiasmo. En efecto, los beneficios del mayor comercio pueden ser erosionados por algo mĆ”s grave que los costos de la transición a un nuevo mercado: la renovación en Ć©l de un escenario Norte-Sur en el que la antigua dependencia del Norte se transfiere a la de algunos de los paĆses del PacĆfico consolidando, en el siglo XXI, una estructura exportadora reiteradamente basada en las materias primas (como es el caso de los suramericanos de esa cuenca).
Esta renovación de la trampa estructural primario exportadora debe ser compensada por la diversificación productora sostenida en el mercado interno y en las mĆ”s selectivas exportaciones a nuestros socios regionales (es decir, de la integración comercial bĆ”sica, hoy atenuada por razones polĆticas e ideológicas) y las que probablemente puedan obtener en nuestros clientes desarrollados. De lo contrario, la simple recuperación cuantitativa de las exportaciones impulsada por el Asia no generarĆ” demasiado desarrollo. Y mucho menos lo harĆ” en el corto plazo si se tiene en cuenta que la recuperación del comercio en tĆ©rminos de valor serĆ” mucho mĆ”s costosa que en tĆ©rminos de volumen. En efecto, la OMC ha cuantificado la contracción del comercio global en dólares del aƱo pasado en -23%. En ella, al revĆ©s de lo que ocurre con la medición del comercio por volumen (-12.2%), los paĆses en desarrollo han perdido mĆ”s que los paĆses desarrollados.
AsĆ, si Estados Unidos perdió en divisas -18% y la Unión Europea -23%, Ćfrica perdió -32%, los paĆses de la Comunidad de Estados Independientes (CIS) -36% y AmĆ©rica Latina -24% (sólo Brasil perdió -23%).
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Si, según la OMC, estas cifras pueden presentar distorsiones por las diferencias de tipo de cambio y por la incidencia en ella de productos tan dominantes como el petróleo (que hizo perder a los exportadores de crudo entre -33% y -36% en el 2009), esa explicación no es un consuelo.
Especialmente cuando se constata que en las cifras por volumen (las que arrojan menos pĆ©rdida de comercio) los bienes durables impactan mĆ”s en el comercio de los paĆses desarrollados y mucho menos en los paĆses en desarrollo sencillamente porque Ć©stos los producen menos (y, por tanto, sus menores pĆ©rdidas cuantitativas no reflejan sus mayores pĆ©rdidas por valor agregado, productividad y competitividad).
Ello no va a ser compensado por un mayor comercio con Asia bajo los patrones actuales. En consecuencia, nuestro comercio intra-regional y la de nuestros mercados sofisticados deben crecer mĆ”s. Ello implica que las trabas al comercio que imponen la paĆses como Venezuela (y su irracional corte con Colombia) o Bolivia o las que ocurren entre Brasil y Argentina deben superarse.
De otro lado, mĆ”s allĆ” de los acuerdos de libre comercio, Estados Unidos debiera preocuparse de que asĆ fuera y de que su mercado siga siendo atractivo para nuestras exportaciones, lo que lo ayudarĆa a recomponer sus beneficios en la región. Como debieran hacerlo la Unión Europea o Japón o Corea del Sur si, en Ć©poca de austeridad, pudieran invertir en la región lo que no pueden hacer en sus lugares de origen (en el primer caso) o lo que quizĆ”s no desean hacer en su inmenso y mĆ”s cercano vecino (en el segundo caso).




