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  • Alejandro Deustua

Alemania y la Presidencia de la Unión Europea

El 1 de enero la República Federal de Alemania asumió la presidencia rotativa de la Unión Europea (además de la coordinación del G8).

El hecho es menos relevante por el carácter de esa presidencia (que dura apenas seis meses) que por la inauguración de una forma de ejercerla: en la búsqueda de continuidad, las labores que emprenda Alemania se proyectará a lo largo de un año y medio de manera coordinada con los titulares subsiguientes (Portugal y Eslovenia).


Ello implica que el proceso que conduce a la quinta cumbre eurolatinoamericana que se celebrará en el Perú en el 2008 inicia una etapa de gestión con la presidencia alemana que concluirá con la gestión eslovena. La gestión del “trío” es, en consecuencia, de especial importancia para el Perú si se considera que para esa fecha los primeros resultados del acuerdo de asociación entre la Unión Europea y la CAN –que debe incluir un acuerdo de libre comercio- deben estar a la vista.


Ese acuerdo tiene un significado estratégico para el Perú en tanto el Estado desea perfeccionar su inserción en Occidente ( y no sólo diversificar interlocutores), consolidar la relación con su primer inversionista y cooperante y contratar normas de acceso a uno de nuestros principales mercados (US$ 2835 millones de exportaciones en el 2005 con un crecimiento este año correspondiente al boom exportador) en lugar de recibir concesiones unilaterales de acceso (el SGP Plus para los países andinos). Por tanto, la presidencia que ejercerá la Canciller Angela Merkel no puede sernos indiferente.


Menos aún cuando la Comisión de la Unión Europea ya propuso al Consejo Europeo los lineamientos de negociación con la CAN mientras ésta no resuelve aún cuestiones básica relativas a su cohesión interna (la indefinición de Bolivia y Ecuador luego del retiro de Venezuela) y a su fortalecimiento institucional (la calidad sui generis de la Secretaría General andina como organización). Si el Consejo Europeo probablemente adoptará una decisión sobre los mencionados lineamientos bajo la presidencia alemana, su predisposición no podrá dejar de estar influida por esta coyuntura subregional.


Sin embargo, la prioridad que el Perú otorga a la Unión Europea debe ser puesta en la perspectiva de las prioridades alemanas. Más allá de que los países de la CAN representen para la UE el mercado 29 en orden de importancia económica, el hecho es que bajo la presidencia germana esta vinculación tendrá poca visibilidad en tanto en la agenda de sus prioridades no aparece la de América Latina.


En efecto, entre las preocupaciones principales de la gestión germana se registran la reanudación del proceso que debe llevar a establecer un tratado constitucional para la UE luego del fracaso del 2005, la preocupación por incrementar la competitividad y la perfomance europeas (que incluirán, luego, la revisión de la PAC) y la consolidación de la UE luego de la última expansión (Bulgaria, Rumanía en la UE y Eslovenia en la zona del euro).

En cuanto a las relaciones externas, el tiempo de atención a América Latina será menor en tanto que las prioridades están fijadas en la política de vecindad de la UE (que incluye a los países del EFTA, los Balcanes, el Mediterráneo, Rusia y Ucrania), el estatuto de Kosovo, el rol del cuarteto en la negociación palestino israelí, el rol europeo en la cuestión nuclear iraní y en la estatización de Irak, el perfeccionamiento de la estrategia de desarrollo en África, la profundización de la relación económica y de seguridad transatlántica (Estados Unidos y la OTAN) y el requerimiento de intensificar vínculos con Japón (políticos y de seguridad), China (que será un socio estratégico) e India (relaciones económicas).

Las actividades que deriven de estas prioridades estarán, además, permeadas por un acontecimiento estelar: la celebración, en marzo próximo, del 50 aniversario del Tratado de Roma y la labor de evaluación y consolidación que ello representará. Además de consumo de tiempo político por la UE ello importará también mayor disposición de recursos.


Por lo demás, el programa de la presidencia alemana, portuguesa y eslovena presentado en diciembre último, tampoco establece con claridad una atención especial para la CAN en el capítulo de relaciones con América Latina. Bajo el entendido de que la relación bilateral comprenderá especialmente el diálogo con México y Brasil, en ese acápite se establece la continuidad de negociaciones con el MERCOSUR, la apertura de negociaciones con Centro América y el seguimiento “de cerca” a la situación andina con vistas a emprender negociaciones después.

Si hasta donde se sabe la evaluación conjunta de la integración andina ya concluyó favorablemente al tiempo que se acordó, de manera sui generis, el concepto del “punto inicial de desgravación” para iniciar un proceso de liberación a falta de arancel externo común, se entiende que la preocupación europea por las inconsistencias de la CAN no sea meramente perceptivas sino una realidad institucionalmente establecida.

Para esclarecer estas circunstancias, es evidente que el gobierno deberá realizar un esfuerzo mayor de concertación en el ámbito andino en los próximos meses. Éste, sin embargo, no podrá obviar las disfuncionalidades que emergen de la inestabilidad boliviana y de la incertidumbre que hasta hoy genera Ecuador en materia de integración subregional.


Para mitigarlas, el gobierno deberá intensificar la relación bilateral con Alemania y con la Comisión Europea en los próximos meses para esclarecer la situación y evaluar, de manera conjunta, diversos escenarios. Ellos deben incluir los de éxito y de fracaso en la negociación interregional.


En cualquier caso, la relación del Perú con la Unión Europea y con Alemania no puede ser dañada adicionalmente por la falta de consistencia externa de los socios andinos. Éstos deberán medir bien los riesgos de un fracaso de una negociación CAN-UE teniendo en cuenta que la Unión Europea no ha planteado para los miembros de la subregión el privilegio de las relaciones bilaterales como si lo ha hecho con Chile, México y ahora con Brasil.


Si el ánimo de inserción internacional y occidental del Perú no puede quedar arrinconado en la subregión andina, el Perú debe hacer el máximo esfuerzo por destrabarlo o buscar alternativas que no mermen su inserción regional.



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