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  • Alejandro Deustua

2014: Una Aproximación Selectiva

Aunque signado por el bajo crecimiento, la recuperación de Estados Unidos y el fin de la recesión en la Unión Europea sugiere que el 2014 debiera ser un año de renovado optimismo en Occidente. Más aún cuando la próxima renovación parlamentaria (parcial en el caso norteamericano y total en la UE) muestra la vigencia de la democracia representativa en esas potencias.


Sin embargo, señales de cautela al respecto emergen en no pocos de los principales medios y de algunas de las instituciones que, desde el sector privado, influyen en las políticas exteriores de los más poderosos. Resaltando la importancia del orden interno en las relaciones internacionales, esos voceros resumen su ansiedad en dos palabras – frustración social- y se preocupan por su potencial efecto.


El malestar surgido del ajuste extremo se expresará en las elecciones parlamentarias de la Unión Europea (mayo) y en las congresales en Estados Unidos (noviembre).


Y, con otras causales, se manifestará también en los procesos electorales que se llevarán a cabo en potencias emergentes (Brasil, India, Indonesia, Suráfrica). Allí la frustración de las clases medias con la insuficiente provisión de servicios públicos, la limitación de sus expectativas de acceso al mercado y la realidad novedosa del bajo crecimiento marcará esos procesos.


La inestabilidad consecuente interactuará, además, con una nueva realidad estructural: la menor incidencia de los BRICS en la contribución al PBI global (que hoy es nuevamente comandada por las economías desarrolladas restableciendo, aunque de manera precaria, los términos anteriores a la emergencia de las economías medianas como motores del crecimiento global).


Es más, los BRICS como instancia intermedia de poder están adquiriendo una nueva denominación (“los cinco frágiles”) haciendo alusión a su vulnerabilidad a los menos altos precios de los commodities, a la decisión del FED de revertir gradualmente el estímulo monetario y a la pérdida de su vocación de reforma interna para hacer frente a la “nueva normalidad”.


Esa apreciación podría ser apresurada en tanto no tiene en cuenta el nuevo potencial de crecimiento de esas economías (y de otras como el Perú, Colombia y Chile), ni su capacidad de reducir pobreza (cuya evidencia se refleja precisamente en la nueva conformación mesocrática), ni su mayor participación en el comercio mundial.


Ese error puede también reflejarse en la identificación de un altísimo número de países (que abarcan al 41% de la población mundial) como entidades de alta o muy alta conflictividad interna (The Economist).


Pero el hecho es que, con correcciones más o menos puntuales, esa inestabilidad potencial no es un invento. Y si existe, algún efecto negativo tendrá en el clima de inversiones.


Por lo demás, si es evidente que Estados Unidos se recupera económicamente, también parece claro que su capacidad de liderazgo democrático a través del ejemplo se ha erosionado debido a la pérdida de gobernabilidad interna en esa potencia. Esta merma, signada por la conflictividad interpartidaria, ha frustrado el proceso de realización de intereses colectivos (al respecto, el acuerdo del Congreso sobre el presupuesto es elogiable pero no se ve aún como un punto de inflexión definitivo). En un escenario de debilidad económica el liderazgo internacional norteamericano se percibe como deteriorado añadiendo un pasivo a su pérdida de capacidad hegemónica. Aún así, Estados Unidos sigue siendo claramente una potencia imprescindible en el sistema internacional.


En ese marco, la latencia de las fuerzas que llevaron a la indisposición partidaria a resolver problemas internos se puede actualizar en febrero cuando llegue el momento de ampliar el techo de endeudamiento. Luego del acuerdo presupuestal logrado el año pasado para alivio global, no es improbable que, en el marco de la campaña que se inicia para renovar en noviembre el 30% del Senado y la totalidad la Casa de Representantes republicanos y demócratas tracen nuevas líneas rojas para lidiar con este problema financiero (CFR). Si ello ocurre las posibilidades de que el Congreso otorgue al Ejecutivo autoridad para negociar acuerdos comerciales (el fast-track) como el transpacífico (TPP) pueden verse seriamente complicadas (en realidad ya lo ha sido por la oposición expresada el respecto por algunos republicanos y demócratas).


Esa probabilidad se intensificará si los congresistas que postulan a la reelección (especialmente los republicanos) deciden volver posturas radicales en procura de votos. Sin embargo, el riesgo de que ellos sean desbancados por ineptitud antes que por una exageración de la lealtad política es real.


En el medio de esa encrucijada su encuentra la salud de la economía internacional. En el caso de no incrementarse la capacidad de endeudamiento norteamericano (es decir, en el escenario del default) el sistema internacional sería lastrado por una dramática pérdida de orden.


En efecto, una cesación de pagos, aunque fuera parcial, sembraría el caos global, cancelaría eventualmente el status económico de la única superpotencia y complicaría exponencialmente los efectos externos del “tapering (los capitales que salen de mercados emergentes buscarían otro destino mientras que el encarecimiento del financiamiento externo y la inseguridad financiera sumarían fuerzas orientadas a una nueva crisis económica). Se espera que ese escenario no se materialice.


De otro lado, la canalización de la protesta en la Unión Europea engendrada por la cancelación del estado de bienestar y la pauperización social expresada en altísimo desempleo comunitario (10.9% en octubre pasado agravado por un desempleo juvenil de 22.6%) se producirá quizás menos a través de los partidos de oposición que vía nuevos partidos (o de partidos de importancia marginal hasta ahora). En ellos prima el “euroescepticismo”. Éste, lejos de ser contenido por los gobiernos mediante la corrección de los excesos de la integración, ha sido absorbido por partidos de carácter nacionalista (una prueba de su versión más extrema –el separatismo- se palpará en el referendum sobre la independencia de Escocia en setiembre y en el desarrollo del proceso catalán cuya conclusión no es hoy día previsible).


Además de los problemas de orden interno que generarán riesgo en el 2014, la conflictividad internacional, convencional y no convencional, marcará la pauta de la estabilidad global este año.


Los procesos de entendimiento iniciados el año pasado en el Medio Oriente han generado grandes expectativas y oportunidades en esa región. Pero existe la probabilidad de que ninguno de ellos concluya este año satisfactoriamente.


En efecto, las negociaciones palestino-israelíes se han orientado hacia el logro de un acuerdo marco (es decir, un acuerdo para seguir negociando), las que deberían contribuir a solucionar la catástrofe siria no han definido aún sus interlocutores y el acuerdo interino logrado por el P5+1 con Irán en noviembre pasado no ha logrado aún agregar confianza suficiente a la voluntad de las partes.


Este acuerdo de seis meses, mediante el cual Irán congela su programa nuclear a cambio de una flexibilización de sanciones económicas por Estados Unidos y la Unión Europea, debería concluir con un acuerdo comprehensivo. Éste debiera asegurar la cancelación del uso militar del programa nuclear iraní y garantizar, a través de la OIEA y de la normativa del Tratado de No Proliferación, un uso exclusivamente civil a cambio de la cancelación de las medidas coercitivas impuestas a la potencia persa.


Las negociaciones preliminares en el marco del acuerdo interino se han iniciado pero su desarrollo es incierto. Esa incertidumbre se plantea en un escenario de cambio sustantivo del balance de poder en el Medio Oriente y el Golfo Pérsico donde la fuerza relevante es el acercamiento entre Arabia Saudita e Israel. En todo caso, la trascendencia de esas negociaciones merece el respaldado colectivo.


En lo que hace a las negociaciones sobre Siria que deberían realizarse en Ginebra, éstas agregan a la complejidad de definir quiénes representarán a las facciones sirias (se mantienen las dudas sobre la participación de Assad mientras subsisten las dificultades que presenta la mimetización de Al Qaeda y de otros agentes terroristas con los grupos de oposición legítima) las dificultades encontradas en la entrega y destrucción de las armas químicas sirias. Sin ese paso la negociación se complica.


De otro lado, la tendencia al escalamiento de la tensión en el mar del Este y del Sur de China sigue vigente. Aunque las probabilidades de un conflicto abierto nos se consideran altas, los problemas de percepción se han agudizado: un escalamiento por error o accidente derivado de la ausencia de un entendimiento sobre control de crisis en el área sí está en agenda. En ese marco, el rol norteamericano es complejo en tanto que debe respaldar a Japón (cuya alianza por tratado está activa) al tiempo de mantener el vínculo cooperativo con China cuando esa potencia ha mostrado su disposición de actuar unilateralmente (la creación de la zona de identificación aérea) (CFR).


En ese marco la actitud sistemáticamente provocadora de Corea del Norte (y la posibilidad de que ésta se traduzca en otro acto de agresión durante el año) agrega inestabilidad a un escenario que puede contagiar su dinámica confrontacional al mar del Sur de la China en el ámbito de reclamos yuxtapuestos de soberanía marítima en esa zona.


De esas complejidades no escapan escenarios de inestabilidad política interna. Tal es el caso de la tensión interna en China (el Tibet, la postergación de cientos millones de pobres o el reclamo de más libertades por las clases emergentes chinas) y de conflicto en el sudeste asiático (p.e. Tailandia donde la violenta oposición no desea soluciones que pasen por un adelanto de elecciones o de Filipinas donde un entendimiento sobre Minadano con los rebeldes del Frente Nacional Moro está en cuestión).


A ello debe agregarse los serios problemas de gobernabilidad y de seguridad que presente Afganistán en vísperas del retiro de las tropas norteamericanas y de la OTAN, los problemas que el terrorismo presenta a Pakistán, la subsistente fricción entre India y Pakistán por reclamos territoriales y la renovada competencia de poder entre China e India que, además de continental ha devenido también en marítima (India realizará elecciones generales este año en el que el eventual triunfo de la oposición no se ha desligado del conflicto entre hindúes y musulmanes).


En este marco, América Latina sigue pareciendo una región de oportunidades aunque insuficientemente potenciada (salvo Brasil, ningún país del área juega un rol extra –regional importante) o valorada por sí misma y por los demás (la región sigue mereciendo una atención subsidiaria en relación al Asia).


A la generación de estabilidad contribuirá, en el 2014, la solución de la controversia marítima peruano-chilena. Para ello y la buena marcha de la Alianza del Pacífico la cooperación en la implementación de la sentencia debe hacerse explícita en un escenario innovado por las manifestaciones colombianas de rebeldía frente a la autoridad de la Corte internacional de Justicia.


Ese empeño estabilizador está, sin embargo, complicado por la realidad de la fragmentación regional que tiende a ser ignorada o aceptada por nuestras políticas exteriores cuando sus efectos son notorios: la erosión del impulso de convergencia de mercados, la pérdida de convergencia política y la suspensión de Argentina y Venezuela como locomotoras del crecimiento regional dicen mucho al respecto.


Esta realidad se complicará en Suramérica en el 2014 (salvo quizás para Perú, Colombia y Chile) en tanto que en la percepción económica externa parece dominante la idea de que la región no ha aprovechado bien el boom de precios de commodities en tanto no se han producido las reformas internas necesarias para afrontar, con progreso suficiente, una era de menor crecimiento.


En esta materia la situación del Perú es relativamente mejor. De sus gobernantes y sus instituciones depende no caer en el deterioro del impulso económico ni en la pérdida de cohesión nacional que lleva al populismo y al incremento del conflicto interno.


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