Xi en MoscĂș
- Alejandro Deustua
- 21 mar 2023
- 4 Min. de lectura
22 de marzo de 2023
El cambio del balance del poder mundial suele ser mĂĄs visible que el cambio sistĂ©mico. Si aquĂ©l brilla hoy en MoscĂș con menor luz que la esperada durante la visita del presidente chino, Ă©ste no es menos relevante bajo las circunstancias.
La âamistad sin lĂmitesâ sino-rusa acaba de fortalecerse en la vitrina global cuando la perspectiva occidental es unĂĄnime en establecer que Rusia no estĂĄ ganando la guerra en Ucrania y que estĂĄ aislada, el compromiso norteamericano y europeo de aprovisionamiento bĂ©lico a Ucrania se incrementa (no sin reparos) y la imputaciĂłn de Putin por la Corte Penal Internacional resta a Ă©ste legitimidad entre los Estados que forman parte de esa entidad.
En ese marco, el presidente Xi ha mostrado en MoscĂș que planificar la guerra y el futuro de Europa del Este y de Eurasia sobre la base del aislamiento ruso puede ser un error estratĂ©gico. Al fin de cuentas, China no sĂłlo ha confirmado su respaldo a Rusia sino que lo ha hecho tambiĂ©n para lograr cooperaciĂłn frente a los âactos de hegemonĂa dañina, dominaciĂłn y prepotenciaâ contra China, apresurar la emergencia de un orden multipolar (cuyo proceso estĂĄ en marcha) e impulsar una multilateralismo mĂĄs democrĂĄtico. La visita de Xi a Putin se ha realizado con una visiĂłn del mundo de largo plazo y de su propia situaciĂłn en conflicto con la norteamericana y europea en medio de una guerra.
Aunque de la reuniĂłn sino-rusa no ha surgido una alianza en forma (China no desea una alianza manifiestamente antioccidental), el encuentro puede haber marcado el punto de inflexiĂłn de una nueva relaciĂłn âEste-Oesteâ (segĂșn el argot periodĂstico) y de la confrontaciĂłn eslava.
La relaciĂłn âEste-Oesteâ es, en este caso, mĂĄs bien metafĂłrica porque en el âEsteâ hay poco alineamiento y mucha fricciĂłn. Ello se debe a la resistencia de India, JapĂłn, Corea del Sur y los paĂses del Sudeste AsiĂĄtico al âavanceâ chino en tĂ©rminos de consolidaciĂłn territorial (p.e. TaiwĂĄn), a la expansiĂłn marĂtima (los conflictos del mar del sur de la China), a la pretensiĂłn hegemĂłnica china y la ampliaciĂłn de su ĂĄrea de influencia (el programa de la ânuevaâ ruta de la seda que, en su versiĂłn extendida, incluye a paĂses como el PerĂș).
A ello se suman coaliciones temerosas de la expansiĂłn china. Al AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) en el PacĂfico se agrega el QUAD (India, JapĂłn, Estados Unidos y Australia) en el IndopacĂfico (Ă©sta Ășltima dinamizada hoy por aproximaciones entre JapĂłn e India). De intensificarse la confrontaciĂłn en esas ĂĄreas, los mecanismos de integraciĂłn y cooperaciĂłn econĂłmica en la cuenca del PacĂfico, de los que el PerĂș forma parte, (APEC, TPP 11) pueden quedar afectados.
En relaciĂłn al âplan de pazâ presentado por China en febrero pasado como marco de soluciĂłn para el conflicto en Ucrania, Ă©ste no ha logrado aceptaciĂłn en Occidente aunque el presidente Zelensky sĂ ha deseado discutirlo con Xi bajo sus propias condiciones. Al respecto debe decirse que China no presentĂł ese documento como el esbozo de un acuerdo sino como su posiciĂłn para el tĂ©rmino de la guerra. En cualquier caso, Ă©ste parece tener algĂșn silencioso respaldo de un conjunto de paĂses que no intervienen en el enfrentamiento pero que han condenado, en la ONU, la invasiĂłn rusa.
Si ese planteamiento lograra activarse con las adiciones que se requieran, el rol de China podrĂa evolucionar desde el de un socio estratĂ©gico ruso que no ha condenado la invasiĂłn al de un semi-mediador. Dado su status de potencia, ese rol no se limitarĂa a aproximar a las partes sino que podrĂa estimular los tĂ©rminos del acuerdo por vĂas que, dada la asimetrĂa con el socio, podrĂa incluir el apremio a la propia Rusia.
Pero para que ello ocurra no basta romper el silencio con que se trata la materia. Cuatro condiciones esenciales deberĂan satisfacerse.
Primero, el retiro ruso del territorio conquistado (ello es improbable, aunque las condiciones del âretiroâ deberĂan poder discutirse). Segundo, el respeto a los intereses de seguridad rusos que implican no limitar con un Estado histĂłricamente vinculado que recibe extraordinario respaldo de la OTAN y de la UniĂłn Europea (muy difĂcil a la luz de las realidades de Finlandia y los paĂses bĂĄlticos que ya limitan con Rusia con esos respaldos). Tercero, la neutralizaciĂłn de, por lo menos, parte del territorio rusĂłfilo (probable si las potencias occidentales recuerdan que las zonas de influencia y los âbufferâ siguen siendo parte de la realidad internacional).
Y cuarto, que los beligerantes (que dinamizarĂĄn su agresividad en esta primavera), tengan alguna certeza de que no lograrĂĄn sus objetivos sĂłlo por la vĂa militar o que el logro de algunos de ellos costarĂĄ menos por la vĂa de la negociaciĂłn (ese momentum no existe aĂșn).
Si China encuentra ese momentum, su rol como potencia incrementarĂa su influencia en Europa. Sin embargo, la rivalidad sistĂ©mica impedirĂĄ que ello ocurra en tanto Estados Unidos considera, con razĂłn, que la potencia asiĂĄtica como el adversario principal.
De otro lado, es probable el apoyo implĂcito de potencias menores a una soluciĂłn prĂłxima de un conflicto que impacta negativamente la economĂa global y la seguridad energĂ©tica y alimentaria de esos paĂses. Pero ese apoyo tendrĂa el costo de la consolidaciĂłn de la presencia china bajo condiciones que centralizan en esa potencia los mercados de exportaciones primarias y el origen de buena parte de la inversiĂłn llevando consigo el impulso a un alineamiento no deseado. Nuestras economĂas conocen las consecuencias del predominio econĂłmico de grandes potencias si Ă©ste carece de alternativas que hoy parecen menos dinĂĄmicas.
Por lo demĂĄs, durante la visita de Xi a MoscĂș se han consolidado vĂnculos que permitirĂĄn a Rusia completar la reorientaciĂłn de su comercio exterior (Rusia reemplazarĂĄ a Arabia Saudita como primer proveedor de petrĂłleo a China y se construirĂĄ un nuevo gasoducto confirmatorio de la nueva relaciĂłn), incrementar la producciĂłn industrial en Siberia y mejorar el acceso financiero y el aprovisionamiento militar a cambio de tecnologĂa, seguridad energĂ©tica y de otras facilidades de infraestructura.
Esta innovaciĂłn en marcha ya ha alterado la geopolĂtica de la zona. Y el balance de poder global ha cambiado, no necesariamente para mejor.




