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  • Alejandro Deustua

Una Enésima Oportunidad de Solución del Conflicto Palestino-Israelí

Aunque con retraso, el Consejo de Seguridad de la ONU ha emitido finalmente una nueva Resolución sobre el reactivado conflicto palestino-israelí. Sin embargo, por enésima vez, la implementación del mandato del organismo multilateral puede volver a fracasar si las partes no cooperan (como ya es tradicional) y si elementos de presión externa no incrementan su influencia.


La Resolución en cuestión (1080) se resume en dos grandes disposiciones expuestas al riesgo de fracaso: la del acceso de la asistencia humanitaria a la zona palestina (Gaza) y la referida a reanudación de negociaciones de paz.


La primera involucra el cese del fuego y la retirada de las fuerzas israelíes de la Franja, la activación de los denominados “corredores humanitarios” y facilidades para la distribución eficiente de suministros y asistencia a los pobladores del territorio palestino.


El cumplimiento de este mandato depende de que el ritual de confrontación en la zona sea superado temporalmente y de que la ayuda llegue a los reales necesitados. Lo primero ha sido permanente obstaculizado por la disposición de la organización terrorista (el Hamas) de mantener el ejercicio indiscriminado de la violencia. Y lo segundo se ha diluido muchas veces entre dificultades logísticas y escandalosas redes de corrupción.


Así, si un pacto de cese de fuego se logró en junio pasado, ello ha implicado para el Hamas que, pasara lo que pasara, el conflicto debía reanudarse a lo 180 días por la sencilla razón de que esa agrupación terrorista vive del conflicto y, por tanto, no tiene disposición negociadora. Menos aún, sabiendo que Israel no renunciará unilateralmente al uso de la fuerza.


Esta disposición se sustenta, lamentable y perversamente, en un doble vínculo con la población palestina: el del voto (los pobladores de Gaza eligieron cuestionablemente al Hamas para ejercer el gobierno luego del fracaso del Fatah) y el de la mimetización (Hamas se escuda en la población que dice representar para bombardear a Israel y mantener el clima de inestabilidad en el área).


Esta variante del terrorismo provocador genera una respuesta que, en tanto no puede diferenciar adecuadamente los objetivos político-militares de la simple población civil, produce bajas intolerables tornando en macabro el denominado “daño colateral”.


A ello deber agregarse que, especialmente desde la última guerra del Líbano y la de Irak, la tolerancia de la comunidad internacional con el costo humano de la guerra entendido como algo propio del conflicto, tiende a minimizarse. Ésta reacción frente a un problema que ya Clausewitz planteaba (y que representa también una evolución humanitaria), es sin embargo, instrumentada por el Hamas (como lo ha hecho también el Hezbollah) para fines militares y políticos.


Sin embargo, dada la gravead de la situación, la interlocución abierta con esa organización probablemente se realizará. Pero para ello debe exigirse primero al Hamas el abandono del terrorismo y el fin del objetivo de procurar la destrucción de Israel si es que es que esa organización desea negociar.


Estas condiciones son esenciales para la implementación del segundo mandato de la Resolución 1080. Si la comunidad internacional no desea confundir a un grupo que procura la destrucción del vecino por cualquier medio con una entidad que sólo se resiste a la ocupación, el Hamas debe cambiar sus objetivos.


Para ello, la comunidad internacional debe dialogar con el señor Abbas y procurar que el Hamas se incluya o someta efectivamente a la Autoridad Palestina con el doble propósito de gobernar con legalidad y de procurar una interlocución política creíble y confiable.


A ello debe sumarse un ejercicio más coercitivo del esfuerzo que provendrá del Cuarteto (la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia). Ahora que las fuerzas norteamericanas tienen un cronograma de retiro de tropas de Irak, parte de ellas podrían quedar bajo el mandato de la ONU para presionar para lograr una negociación realista.

Si a ese esfuerzo se desean sumar otras potencias (p.e., Brasil) ello debe hacerse con el fin de lograr resultados en el escenario antes que con el propósito de ganar status internacional. El mismo requerimiento es exigible a los demás mediadores.


Aún así, el esfuerzo multilateral tendrá altas probabilidades de fracaso en un contexto internacional que, bajo las condiciones actuales, genera fuerte tendencia al conflicto. El Hamas lo sabe y las partes que intervendrán en el intento de solución, también. Si todos ellos logran quebrar esa inercia, la comunidad internacional habrá dado un sustancial paso adelante. Pero es posible que aún estemos lejos de ello.



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