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  • Alejandro Deustua

Una Cumbre Puramente Emocional

Todo fue encantador en Puerto España. El presidente Obama anunció un “nueva comienzo” en la relación interamericana, el presidente Lula se entusiasmó con el nuevo trato y el presidente Chávez confesó a su colega imperial que “quería ser su amigo”.


Pero mientras el poder de seducción del presidente norteamericano se desplegaba y los latinoamericanos, curtidos en batallas de todo tipo, optaban por el desborde emocional, la V Cumbre de las Américas no llegó a ninguna conclusión práctica.


Así, el nuevo ambiente consumió todas las energías, incluyendo las necesarias para suscribir un increíble documento de 97 puntos y 22 páginas que fungía de burocrática declaración final. Frente a tamaña excentricidad, que concedía influencia al anuncio de los países del ALBA de no suscribir el documento, nadie lo hizo.


En consecuencia el azorado anfitrión tuvo que estampar su firma “en nombre de todos” en el documento original además de suscribir una declaración individual resumiendo los temas tratados: Cuba, el impacto económico y social de la crisis y el rol del BID y el problema de Haití.


Mientras ello ocurría, el “soft power” norteamericano se expresaba “escuchando” al tiempo que la atención se concentraba en su anticipado gesto de apertura hacia Cuba que los latinoamericanos retroalimentaban con mayores expectativas. Así el riesgo de caribeñizar la agenda interamericana se materializaba con grandes ganancias para la coalición venezolana.


Mientras ese cambio estratégico ocurría sin que los latinoamericanos reclamaran democracia y mercado al gobierno de Castro, el tropical clima reinante era considerado propicio por el Brasil, quizás indiferente por México (cuya importancia había sido reconfirmada por la visita de Obama al Distrito Federal de paso a Puerto España) al tiempo que la marginalidad circunstancial de los Estados suramericanos que han abierto sus mercados e intentado fortalecer su democracia apenas se atenuaba en la reunión con el UNASUR.


Es cierto que este efluvio sentimental se producía luego de que el presidente de Estados Unidos explicara sus prioridades estratégicas en su visita a Europa, a la OTAN y a Turquía (y de que la Secretario de Estado Clinton regresara de sus giras por Asia y el Medio Oriente). En ese marco América Latina, podía estar encontrando un rol. Pero como la región no es cohesiva y el soft power norteamericano es exuberante, la consideración de la importancia estratégica se atenuó en un mar de expectativas.


Esa interacción ya han obligado a la Secretaria de Estado Clinton a dar explicaciones en el Congreso de su país: el desmentido de Fidel Castro sobre las ofertas de Raúl de discutirlo todo son el reflejo de la situación terminal de gobierno cubano, nada menos.


Para que la relación interamericana se fortalezca el soft power norteamericano es menos necesario que la confirmación de los valores y la señalización clara de su política exterior. En Puerto España la diplomacia emocional no se expresó ni en el escenario idealista ni en el realista. Pronto nos daremos cuenta de las complicaciones de esa ambigüedad.



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