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  • Alejandro Deustua

Tres Alertas para el 28

23 de julio de 2024



A la espera de alguna buena noticia, los peruanos nos aproximamos al 28 de julio en un contexto externo de resiliencia económica y crisis geopolíticas en múltiples espacios. En el escenario bélico lo relevante es que, en medio de la extensión del conflicto, reemergen, de manera aún resistida,  retóricas de paz en Ucrania y en el Medio Oriente mediante iniciativas poco específicas. Y en lo que nos afecta más directa e inmediatamente, tres novedades resaltan.


La más importante es, sin duda, la que concierne a la contienda electoral en la primera potencia. Entre la polarización interna y los problemas del liderazgo ligados a la geriatría, en Estados Unidos se debate no sólo sobre las calidades de los contendientes sino sobre la sorpresa no tan novedosa de la emergente candidata Harris. Al respecto, la correcta decisión del presidente Biden de no postular  ha sido un bálsamo esperanzador para el partido demócrata que, sin embargo, no resta incertidumbre en el mundo.


En efecto las posibilidades de triunfo demócrata han mejorado con la Sra. Harris mientras su candidatura se ha consolidado a la espera de su oficialización en la próxima convención de su partido en agosto. Pero la ascendencia de esa candidata tiene aún un largo trecho que recorrer en medio de la extraordinaria hostilidad del rudimentario candidato Trump, de la necesidad de demostrar su competencia dirigencial y de las incertidumbres vinculadas a la fragilidad física del presidente Biden que entregará la jefatura del Estado recién en enero de 2025.


En lisa se topan visiones del mundo tan opuestas que han anulado las posibilidades del consenso bipartidista (un baluarte de la política exterior norteamericana durante momentos críticos de la Guerra Fría y del “momento unipolar” subsecuente). Las dicotomías entre aislacionismo y compromiso externo, proteccionismo general y selectivo, expansión democrática pseudo-liberal y contracción estratégica, negociaciones guiadas también por principios y meramente transaccionales, promoción de alianzas institucionales y oposición a las mismas, emergencia “verde” y negacionismo al respecto, son bastante más que un conjunto de  dualidades sectarias que identifican a los bandos. En Estados Unidos hoy se trata de optar entre definiciones contrarias de intereses nacionales vitales que arriesgan o alejan el peligro de guerra en momentos de crisis sistémica.


De lo que resulte en la primera potencia no se podrá en América ser pasivo o salvar la responsabilidad nacional mediante subterfugios como la “neutralidad dinámica” (tan acogida por pseudo teorías como el “no alineamiento activo”) que pretende servirse a la carta sin afirmar primero nuestras raíces occidentales. América Latina, cuya marginalidad es creciente, no se beneficiará con mayor distanciamiento de Estados Unidos ni con alineamientos oportunistas  que buscan una opción extrarregional.


Al respecto será necesario tomar recaudos para, por lo menos, prevenir esos alineamientos derivados de un manejo exuberante de intereses con terceros divergentes (con los que, sin embargo, es ineludible interactuar racionalmente) y poder acercarse a la superpotencia occidental en momentos de riesgo y crisis. Pero, a la vez, es necesario fortalecer el ordenamiento interno  y subregional para evitar tendencias centrífugas o anárquicas (como las que anuncian las próximas elecciones) que nos dejen a la deriva.


Esa tarea será complicada por las divergencias regionales que emerjan a la luz de la probable recusación del triunfo de la oposición en  las próximas elecciones venezolanas. Sobre esta segunda “novedad”, el dictador Maduro ha subrayado su indisposición a entregar el poder  anunciando que prefiere un “baño de sangre” en Venezuela antes que un triunfo democrático. No mucha esperanza puede haber sobre un cambio de posición si Maduro ya ha incinerado los acuerdos de Barbados para realizar elecciones pacíficas y transparentes; ha incumplido compromisos con Estados Unidos que a cambio de la flexibilidad dictatorial, levantó sanciones; ha cerrado las puertas a la observación internacional (salvo al Centro Carter) y ha incrementado la represión de opositores conforme se acerca la fecha “electoral”.


Como hemos señalado antes, quizás nada que no sea un “puente de plata” permitirá que el dictador sea reemplazado por la oposición mayoritaria.  Para evitar la confrontación violenta, hasta el New York Times considera aplicables ciertas facilidades para que Maduro, un sector de las fuerza armada y los agentes externos  que lo apoyan dejen el Palacio de Miraflores y faciliten una transición  pacífica.


Al respecto, la tercera “novedad” de este 28 es la magnitud de pérdida de  influencia institucional de América Latina en  relación a Venezuela. Descastado el Grupo de Lima, inerte la Carta Democrática y fragmentados los grupos subregionales es notable que los pronunciamientos colectivos sean  liliputienses (Argentina, Costa Rica, Guatemala, Paraguay y Uruguay han protestado por el hostigamiento oficialista y expresado esperanza en la democracia venezolana) mientras que el Perú hizo lo mismo pero en solitario, dando lecciones de principios y obviando los riesgos que genera Maduro. La fragmentación latinoamericana es superada hoy por su propia incapacidad.


CONTEXTO.ORG

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