Entre los menos sofisticados "productos derivados" del sistema financiero se encuentran los "papeles basura". Como su nombre indica, estos papeles están constituidos por aquellos valores degradados (p.e. deudas) de activos superiores cuyo mayor riesgo es inversamente proporcional a su precio. Dentro de esa categorÃa quizás pueda clasificarse a las hipotecas "subprime" y a su "securitización" estimulada por la incremental desregulación de los mercados y por la abundante liquidez de los mismos. De ellos se han beneficiado los consumidores (es decir, los compradores de bienes raÃces norteamericanos) y los agentes financieros que han sobrecargado irresponsablemente el mercado con esos valores sin mayor respaldo económico ni garantÃas suficientes. La emergencia que hoy causa esa práctica era sin embargo bien conocida desde hace un tiempo. En efecto, la buena perfomance de la economÃa norteamericana estimulada por tasas de interés extremadamente bajas hasta que la presión inflacionaria obligó a su incremento y el extraordinario dinamismo de los mercados hipotecarios formaron una "burbuja" identificada como un riesgo para las economÃa norteamericana y global por lo menos desde hace año y medio. Sin embargo, el mercado siguió aceptando estos papeles mientras que el consumidor de la primera potencia, que ahorraba muy poco, incrementaba la demanda y, por tanto, las importaciones de cuya provisión dependÃan grandes economÃas exportadoras. Todos nos beneficiamos de la anomalÃa subyacente al tiempo que dábamos cuenta de otros desequilibrios globales (p.e. los déficits norteamericanos y los superávits asiáticos o los altos precios del petróleo, entre otros).
En efecto, ese fenómeno, que articula la economÃa financiera y una de sus caracterÃsticas universales (la especulación) con la economÃa real, fue considerado como uno de los factores desequilibrantes de la economÃa global por analistas, instituciones financieras y organismos multilaterales en documentos abiertos. A pesar de las advertencias, sin embargo, casi nada se hizo para atajar el problema hasta que la burbuja reventó con la quiebra de agentes hipotecarios mayores y la creciente incapacidad de pago de los "beneficiados".
El monto de esos pasivos llegó a 15% del mercado hipotecario en el 2006 según el FMI (las hipotecas subprime de ese año alcanzaron un valor de US$ 600 mil millones). Hoy el problema ha contagiado ya al mercado crediticio, generado altÃsima volatilidad financiera y amenazando con aumentar el ritmo de la desaceleración norteamericana mientras se erosiona la confianza de sus vitales consumidores. A pesar de los buenos fundamentos de la economÃa global -y de una buena mayorÃa de las economÃas de paÃses en desarrollo- y del incremento de la oferta monetaria en Estados Unidos y la Unión Europea, la volatilidad financiera global no ha cesado.
Mientras la FED y el Banco Central Europeo deciden qué hacer al respecto con las tasas de interés (el dilema entre bajarlos y mantener la inflación a raya, he ahà la cuestión), el FMI sugiere distribuir el costo entre los inversionistas antes que entre los consumidores, mantener la securitización, regular mejor los mercados hipotecarios y no "rescatar" a los "causantes del problema".
El problema es que el FMI no desea distinguir entre las necesidades de los "causantes del problema" y los requerimientos de mantener el ciclo expansivo de la economÃa mundial hasta que ésta complete su curso "natural" (el "aterrizaje suave"). Mientras tanto el Fondo -y no pocos analistas- confÃan en que los motores alternativos del crecimiento (China, India) cumplan con su rol en un escenario de dinamismo económico mejor distribuido.
Ello no parece suficiente para los paÃses en desarrollo y, en consecuencia, tampoco para sus inversionistas. Si los bancos centrales ejercen el rol de custodios de la estabilidad económica, la responsabilidad de esos bancos en las potencias mayores es también superior. Especialmente cuando éstos se definen como "prestamistas de última instancia". Y si la responsabilidad de FMI no se aleja demasiado de esos parámetros, su obligación es la de hacer todos los esfuerzos por mantener la estabilidad global en el marco del crecimiento y no confundir el remedio con el premio indebido a los "causantes del problema". Al respecto, una disminución mesurada y oportuna en las economÃas mayores de las tasas de interés avaladas multilateralmente serÃa un buen ejemplo de responsabilidad Y si ésta es la obligación de corto plazo de bancos centrales y del Fondo, la de largo plazo es la de asegurar la buena marcha de los mercados (especialmente de los relativamente nuevos, como los de "derivados") mediante la corrección de los desequilibrios globales y una adecuada regulación de los mercados financieros. Esa regulación es hoy claramente insuficiente. Y tampoco ha cubierto los espacios de riesgo abiertos por la explosión de la desregulación global de las últimas dos décadas del siglo pasado.
Mientras aquellas responsabilidades son satisfechas, la participación de las economÃas de potencias emergentes en el gobierno de los mercados financieros globales debe incrementarse. Para cumplir con esa obligación no basta el ofrecimiento polÃtico del futuro liderazgo del FMI a los paÃses en desarrollo a cambio de otra contrapartida del mismo género (en este caso, la aceptación del candidato europeo al más alto cargo de esa institución). Los cambios reguladores deben empezar ahora mismo con la cooperación de todos de acuerdo a la responsabilidad de cada uno.