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  • Alejandro Deustua

Política Exterior Peruana: Optimismo Que Requiere De Mejor Fundamento

El Presidente García acaba de presentar un escenario extremadamente optimista de la evolución económica y la proyección externa del Perú para el 2007 (1).


En un país de tendencia escéptica, de grandes decepciones tras pequeñas etapas de bonanza (Richard Webb acaba de recordar la dramática naturaleza cíclica de los períodos de expansión nacional en los últimos 50 años) y cauteloso en la exaltación de expectativas (la esperanza en un 2007 “muy bueno” es apabullantemente superada por quienes aguardan un futuro inmediato que oscila entre “igual” y “bueno” según las encuestas), la estimulante palabra presidencial es ciertamente bienvenida.


Especialmente si ésta va acompañada de grandes novedades (los anuncios de inversión US$ 10 mil millones comprometidos para los próximos cinco años y la realidad aparente de una nueva reserva petrolera de 500 millones de barriles de petróleo) y de una proyección rostowiana del desarrollo en el mediano plazo (el Presidente está seguro de que transitamos por una fase de rápido crecimiento que permitirá un seguro despegue a través de mayor redistribución, mejoramiento de la infraestructura y de la inversión y que ingresaremos, luego, a una etapa de desarrollo sustentable apoyado en mejora de servicios públicos y desarrollos industriales).


Aunque el Presidente hace bien en destacar estas posibilidades apoyadas, quizás, en las prevalecientes proyecciones optimistas del escenario global y en la menor vulnerabilidad de la economía nacional, debería haber considerado mejor los riesgos del contexto internacional.


Éstos no sólo incorporan la realidad de la desaceleración económica (un soft- landing) sino que incorporan la probabilidad de un hard-landing (y, en menor escala, de una recesión) (2). Esos escenarios no excluyen tampoco el impacto de riesgos específicos de gran alcance (como el deterioro de los mercado principales de bienes raíces, los desbalances globales y los mal denominados “problemas geopolíticos”). El punto: el sentido común apunta hoy al incremento del riesgo en la perfomance económica. El Presidente debiera ponderar su incidencia.


A ello debiera agregarse una consideración de mayor hondura y amplitud de la política exterior como conjunto. Si el gobierno no ha presentado aún un programa consolidado de la proyección externa del Perú en los próximo años, la extrema liberalidad con que las autoridades se aproximan al tema (reflejada, por ejemplo, en escaladas verbales como la ocurrida con el presidente de Venezuela y en el uso de metáforas poco felices como la que considera a China como un gran “agujero negro”) resta seriedad y solidez a las formas de afrontar las nuevas y complejas posibilidades que se abren al Estado en este sector.


En este escenario decisorio que deja ver un escaso rigor reflexivo, el Presidente puede confundir entonces, con preocupante facilidad, los requerimientos de una mejor inserción externa con una suerte de rol satelital del Perú (en el caso de China, dejarnos absorber por el “agujero negro” de esa economía; en el caso de Brasil, incorporarnos mejor a su centro de “gravitación”). Igualmente preocupante resulta la disposición presidencial a evaluar, de manera reduccionista, nuestra política exterior otorgando a la variable económica una dimensión tal que termina reduciendo todo a un simple cálculo costo-beneficio (en el caso de Estados Unidos, el TLC ocupa todo el escenario, su costo-beneficio de “75-25” se compara alegremente con un eventual TLC con Japón de “99-1”, mientras que la relación con Chile se resume en la metáfora del banco del vecindario).

Esta visión fragmentada de nuestras relaciones externas, aunque expuesta bajo las limitaciones de una entrevista periodística, peca de imprudencia. Así se da por seguro que Estados Unidos firmará el acuerdo porque la primera potencia no puede sacrificar sus “intereses estratégicos” ni involucionar hacia el proteccionismo. Al respecto debe recordarse que no todos los congresistas norteamericanos, aunque debieran, están seguros de que el Perú constituye un “interés estratégico” para Estados Unidos y que el proteccionismo no sólo es un riesgo en Estados Unidos sino una tendencia. Por lo demás, esas afirmaciones olvidan el requerimiento nacional de mejorar su inserción con las potencias centrales en el marco de Occidente empezando por Estados Unidos con quien tenemos intereses coincidentes al decir de García Bedoya.

Igualmente laxa es la afirmación de que el Perú será un simple escenario para la inversión extranjera chilena cuyas fuentes (las AFP), en apariencia, rebozan de divisas. Aquí debe recordarse que la estimación del crecimiento de Chile en el 2006 es un decepcionante 4.2% (por debajo del esperado 4.5%-5% y por debajo también del promedio latinoamericano de 5.3%) y que su autopercepción hoy puede no ser precisamente la de un “banco vecinal”.


Por lo demás, si el Perú requiere inversión extranjera, incluyendo la chilena, también necesita de mayor participación local en esos emprendimientos (que tienen ciertas limitaciones). En el proceso de su materialización, el Perú debe esforzarse por reducir las asimetrías financieras con vecinos como nuestros socios chilenos con el propósito de mejorar los términos de interdependencia.


El mejoramiento de esta relación es indispensable para lograr el objetivo estratégico de promover una relación peruano-chilena suficientemente vigorosa e interdependiente para consolidar un centro de estabilidad en el Pacífico sur suramericano. El Presidente debiera estar más al tanto de esta prioridad de inserción regional que, además, debe contemplar más ponderadamente a la región.


Ello debiera con los países de la subregión andina –especialmente con los que limitamos- cuya especificidad es superior a la función que se les otorga como patrocinadores u obstaculizadores del acuerdo de asociación con la Unión Europea. Si ese acuerdo es ciertamente indispensable para el Perú, el conductor de la política exterior podría hacer una referencia a las alternativas existentes para mejorar los precarios términos de la cohesión subregional vigente para negociar el convenio de la mejor forma posible.


Que el Presidente de la República tenga una visión optimista del Perú y de su proyección externa es un gran avance. Pero sería mejor que ésta tuviera un mejor y más orgánico fundamento.



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