Privilegiando la continuidad en la gestión externa, el canciller Manuel Rodríguez ha inaugurado su gestión con una clase magistral sobre política exterior y una agenda complementaria innovadora en los ámbitos del desarrollo, de la cohesión social y de la paz.
Aunque faltó una visión general de los términos materiales de la inserción internacional del Perú, la precisión de intereses a satisfacer, de objetivos a cumplir y de cómo se va a proceder al respecto, la importancia del marco general planteado por el canciller Rodríguez radica en hacer pública la racionalidad que sustentará la nueva gestión. Su aporte intelectual es un código de referencia que el interlocutor externo debe leer bien para mejorar el entendimiento con nuestro país.
Ese código está compuesto por un complejo universo de variables determinantes de la política exterior (la síntesis histórica de la posición del Perú, los desafíos de la globalización, la política exterior como factor interno, el entendimiento de la multiplicidad de procesos internacionales económicos, políticos, estratégicos, científicos, entre otros). Éste se traduce en la proyección de los intereses nacionales en los ámbitos, limítrofes, regionales y mundiales y en la inserción continua y positiva en el ámbito de la globalización entendida como una "realidad" inescapable.
En tanto la organización de este planteamiento oficial tiene mucho de teórico admite similares interrogantes. Por ejemplo, ¿qué se entiende por la "realidad" de la globalización -es decir, por la potenciación ideológica del avance transnacional- y por qué no se la califica por lo menos como asimétrica?; ¿cómo se entiende el proceso de regionalización hemisférica en el ámbito global y cómo impacta en el Perú?; ¿se puede o no influenciar los "procesos" internacionales a través de la organización de los regímenes que los administran?; ¿se puede, en este contexto, variar un tipo de inserción pasiva -que predomina- por una más activa?; ¿quiénes, además de Estados Unidos, la Unión Europea y el Brasil, son nuestros principales interlocutores?; ¿en qué ámbito del multilateralismo buscaremos mayor influencia?; ¿es posible una "política de Estado" y bastará regirse por el "Acuerdo Nacional" en un ambiente predominantemente transnacional?; ¿cómo se definen los intereses "nacionales" estratégicos, económicos y políticos en este contexto? El Canciller tendrá tiempo para dar respuesta con precisión a estos interrogantes en el futuro.
Más aún si ha identificado como "la llave" para proyectar el interés nacional no al Estado sino a la cultura nacional. El cambio de la unidad política por una entidad social y civilizatoria como instrumento de proyección externa merece un aclaración si no se le considera como meramente retórico.
Y si el contexto unipolar y hegemónico tiende a predominar, será necesario explicar cómo es que realizaremos la aspiración a un mundo de equilibrios cuando rige la asimetría y el desbalance, cómo prevalecerá el derecho cuando predomina el unilateralismo y una nueva conflictividad, y cómo se logrará gobernabilidad global cuando el mayor régimen global -la ONU- parece desconectado de las nuevas relaciones de poder.
En la propuesta sobre una diplomacia para el desarrollo y la competitividad (es decir, ampliación de mercados y prioridad y reestructuración del sistema de promoción de exportaciones), será necesario aclarar por qué es necesaria la desincronía en los objetivos de negociación con Estados Unidos y la Unión Europea y por qué una dependencia tecnocrática debe subordinar el rol de la Cancillería. De la misma forma, habrá que esclarecer cómo la cooperación internacional -que la APCI no canaliza adecuadamente- va a activar la diplomacia para el desarrollo social.
Y en torno a las medidas de fomento de la confianza y la cooperación que fundamentan la diplomacia para la paz, será necesario establecer cómo es que el Perú evitará el predomino estratégico externo, cómo se logrará una mejor inserción en el ámbito de la seguridad colectiva y cómo y con quién combatiremos las amenazas del terrorismo y del narcotráfico. Relaciones Exteriores tiene por delante mucho trabajo pendiente.
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