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PerĂș-Ecuador: Pragmatismo Antes Que IdeologĂ­a

  • Foto del escritor: Alejandro Deustua
    Alejandro Deustua
  • 4 jun 2007
  • 4 Min. de lectura

Al amparo de gobiernos relativamente nuevos, PerĂș y Ecuador han inaugurado en la reciente cumbre de Tumbes una relaciĂłn interinstitucional de alto nivel y una agenda basada en intereses nacionales especĂ­ficos. El refuerzo pragmĂĄtico de la relaciĂłn bilateral en un marco de inestabilidad regional generada por Venezuela constituye, a la vez, un anclaje previsor la deriva ideolĂłgica del gobierno del señor Correa.


Tal resultado debiera tener una positiva connotación estratégica para dos países que a mediados de la década estuvieron bélicamente confrontados. De allí que la reiteración del compromiso de paz y la renovación de los acuerdos de integración en la reunión de Tumbes tengan un valor especial. A ello, sin embargo, todavía no se agrega, de manera incuestionable, una posición conjunta para negociar una mejor inserción occidental que Ecuador contribuiría a enriquecer si éste país decidera su incorporación plena a la negociación comercial con la Unión Europea.


En el åmbito de la seguridad, la ratificación del compromiso de cumplimiento de las obligaciones de los tratados de 1998 constituye una salvaguarda adicional no porque estos acuerdos estuvieran cuestionados sino porque, leídos éstos a la luz de las declaraciones presidenciales sobre la ausencia de reclamos territoriales y, especialmente, marítimos, elimina desentendimientos derivados de una mala interpretación sobre la Declaración de Santiago de 1952.


En efecto el PerĂș sostiene que esa DeclaraciĂłn, que señala que el paralelo geogrĂĄfico tiene una dimensiĂłn limĂ­trofe sĂłlo donde existan accidentes territoriales (el caso de las islas ecuatorianas), es un tratado cuyo criterio genĂ©rico es aplicable al Ecuador pero no a Chile (donde no existen estos accidentes geogrĂĄficos). Siendo asĂ­, lo que queda es lograr armoniosamente un acuerdo especĂ­fico de lĂ­mite marĂ­timo que incorpore una demarcaciĂłn adecuada del lĂ­mite reconocido por ambas partes.


De esta manera se atenĂșa la tendencia ecuatoriana a asociarse, in genere, a la posiciĂłn chilena sobre lĂ­mites marĂ­timos. En tanto las partes declaran que no tienen reclamos mutuos, la reiterada declaraciĂłn ecuatoriana-chilena sobre la aplicaciĂłn de los criterios limĂ­trofes de la DeclaraciĂłn de Santiago para la delimitaciĂłn marĂ­tima peruano-chilena pierde aĂșn mĂĄs razĂłn de ser. Adicionalmente, los presidentes de PerĂș y Ecuador colocan en contexto apropiado la cuestionable participaciĂłn ecuatoriana en la afirmaciĂłn chilena de que el acuerdo sectorial pesquero de zona especial de 1954 (del que Ecuador no es partĂ­cipe) señala el lĂ­mite marĂ­timo peruano-chileno. Aunque ello no cancela el entendimiento ecuatoriano-chileno (al que es necesario hacer el seguimiento correspondiente en el ĂĄmbito del desarrollo de las medidas de confianza peruano-chilenas), las declaraciones presidenciales en la cumbre de Tumbes le restan piso.


Si éste este es un resultado de paz peruano-ecuatoriano en el åmbito geopolítico, en el åmbito de la integración fronteriza el resultado es mayor. En efecto, la ampliación por cinco años del Plan Binacional de Desarrollo Fronterizo es un logro significativo que consolida los acuerdos de 1998 de los que el Plan Binacional forma parte. Al margen queda la connotación cancelatoria de las declaraciones iniciales del Presidente Correa sobre el mal funcionamiento de la integración fronteriza por ausencia de cooperación externa.


En lugar de ello las partes han ampliado las posibilidades de ejecuciĂłn de los acuerdos de integraciĂłn fĂ­sica (especialmente los acuerdos viales, como la interconexiĂłn Piura-Guayaquil que ya tiene financiamiento europeo y el proyecto Puyango-Tumbes entre otros). Ello debe ser complementado por el desarrollo de proyectos de salud, educaciĂłn y servicios bĂĄsicos para la poblaciĂłn comprendida dentro de la zona de integraciĂłn fronteriza.


De esta manera, en el marco de la buena relaciĂłn entre los habitantes de la frontera, la relaciĂłn entre los gobiernos y Estados mejorarĂĄ y permitirĂĄ la mejor aplicaciĂłn de todas las obligaciones de los acuerdos de 1998. Entre ellas se encuentran la implementaciĂłn de los centros de comercio y navegaciĂłn que corresponden a Ecuador en territorio peruano. Ello exigirĂĄ el mejor esfuerzo de ambas partes para que esa obligaciĂłn se cumpla con la mayor fluidez y menor fricciĂłn posible.


A ello debe contribuir el desarrollo de las actividades de desminado de la frontera que, en apariencia, han avanzado sustancialmente en la costa pero que aĂșn debe ser emprendida en la sierra (la cordillera del CĂłndor). Aunque esa tarea no se ha especificado en la cumbre de Tumbes, sĂ­ constituye un empeño conjunto que busca amparo interamericano en el marco del tratado de Ottawa.


Este emprendimiento de seguridad mutua se fortalecerå en un åmbito de generación de confianza y de mayor transparencia en el årea como es el que deben procurar el mecanismo de reuniones conjuntas de cancilleres y ministros de Defensa (2+2) institucionalizado en la cumbre de Tumbes. Si este mecanismo tenía justificación suficiente entre dos Estados que han combatido entre sí hace apenas una década, su importancia se incrementa ahora que la distribución de poder estå cambiando en la región. Para optimizar su eficiencia, el 2+2 debe ser establecido con cada uno de nuestros vecinos de manera que los beneficios con cada parte se retroalimenten entre sí.


De otro lado, los acuerdos energĂ©ticos y mineros que fomentan la complementariedad econĂłmica bilateral concretados en Tumbes, consolidan el piso de una integraciĂłn econĂłmica creciente pero aĂșn escasa.


Si aquellos acuerdos tienen la virtud de lo concreto (compras de petrĂłleo, refinaciĂłn en el PerĂș y coordinaciĂłn para emprendimientos en zonas mineras comunes), la plena participaciĂłn del Ecuador en el proceso de negociaciĂłn de un acuerdo de asociaciĂłn con la UniĂłn Europea que incluya un tratado de libre comercio garantizarĂ­a un anclaje comĂșn en la mayor organizaciĂłn de Estados occidentales. Los beneficios de estabilidad polĂ­tica y econĂłmica que ello generarĂ­a para ambas partes, y para una subregiĂłn andina fraccionada e inestable, serĂ­an inmensos. El PerĂș debe hacer todos los esfuerzos para que Ecuador complete con Colombia su inserciĂłn occidental lamentablemente al margen de Bolivia (que ha decidido no participar). Si Ecuador no confirma su actual disposiciĂłn, PerĂș y Colombia deberĂĄn proponer una negociaciĂłn separada con la UE. El costo de inestabilidad por ausencia ecuatoriana, sin embargo, se dejarĂ­a sentir en ese caso.


Este efecto negativo podrĂ­a incrementarse si el gobierno del señor Correa persiste, como hasta hoy, en aproximarse a la esfera de influencia que patrocina el gobierno de Venezuela. Si ello ocurriera, la ventaja de los acuerdos logrados con Ecuador en Tumbes, que consiste en atraer al vecino al desarrollo concreto de intereses con quien comparte frontera, podrĂ­a perder capacidad de consolidaciĂłn y eventualmente condicionarĂ­a el ĂĄmbito de ejecuciĂłn de esos intereses a la dimensiĂłn ideolĂłgica del gobierno ecuatoriano. Esperamos que ello no suceda. Ello implicarĂ­a para PerĂș y Ecuador la pĂ©rdida de una oportunidad de convergencia con impacto social manifiesto y erosionarĂ­a un escenario de integraciĂłn concreta.



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