top of page
  • Alejandro Deustua

Panamá: Dinastías y Partidos

El presidente Martín Torrijos, hijo del nacionalista general Omar Torrijos, acaba de asumir el poder como convencido promotor de la inversión privada, de la disciplina macroeconómica y del crecimiento con equidad.


Si ello implica el quiebre de la tradición dinástica en el partido de gobierno (el PRD), las formas democráticas confirman esa desvinculación en tanto el señor Torrijos ha recibido el poder de un miembro del Partido Arnulfista: la ex presidente Mireya Moscoso, viuda del ex presidente Arnulfo Arias, varias veces electo y otras tantas echado del poder por las Fuerzas de Defensa (la última vez lo fue, en última instancia, por el propio general Omar Torrijos). El significado es claro: aquella entidad, como primer partido de oposición, continúa subordinando la confrontación de personalidades a la vigencia de los partidos como medio de gobierno en el país centroamericano de mayor significación geopolítica para el Hemisferio.


Y está bien que así sea no sólo razones democráticas, sino porque la administración de un Estado a cargo de la vía acuática americana más importante para el comercio mundial cuya seguridad requiere de compromiso externo, no puede estar sujeto a confrontaciones de clanes familiares. Con 13,000 buques transitando por el Canal el año pasado, el 40% del comercio exterior andino dependiendo de ese paso y el 14% del norteamericano, el Estado poseedor de la vía no puede depender de la vigencia de confrontaciones de líderes carismáticos aunque ésta representen dos puntos de vista socialmente arraigados. Y menos cuando de uno de esos polos, del PRD, han emergido personajes tan corruptos e inestables como el general Noriega quien, luego de haber sido extraído ilegalmente del poder por la intervención norteamericana de 1988, podría volver a Panamá el 2007.


Por lo demás, Panamá tiene otra dimensión geopolítica que resguardar: ese país es el medio que ha ligado históricamente a América Latina con Europa y, por tanto, con Occidente. Así fue en la Conquista y en la Colonia, y lo siguió siendo en la República. El hecho de que el Istmo se ubique en la zona de influencia inmediata de Estados Unidos y que la cuenca a la que pertenece el Caribe merezca una principal atención de la primera potencia, no hace de Panamá un dominio norteamericano ni un escenario de despreocupación suramericana.


Así, mucho antes de que Víctor Raúl Haya de la Torre planteara la cuestión panameña en el programa máximo del APRA, es evidente que Panamá era de vital importancia para Colombia de la que se desprendió en 1903 para proceder a la construcción del Canal, para Cuba cuyo valor estratégico en el Caribe se incrementó con el Canal o para el Perú que ya no tenía que depender del sur del continente para su comercio exterior. Por ello hoy la Comunidad Andina y Panamá expresan mutuo interés para la afiliación del segundo cuando las condiciones de la integración lo permitan. Mientras tanto, Panamá, según el plan de política exterior del señor Torrijos, continúa fortaleciendo el interés por la neutralidad como forma de diluir la influencia norteamericana y de asegurar el servicio del Canal al resto del mundo.


En realidad, esa condición neutral, que tan poco beneficio y tanto costo ha traído a los suramericanos, proviene de los tratados del Canal suscritos en 1977 por el general Torrijos y el presidente Carter. La condición de apertura segura y universal fue, además del traspaso de la administración y la infraestructura a la soberanía panameña, uno de los capítulos sustantivos de esos tratados cuya ejecución final (la entrega del Canal a las autoridades panameñas) fue, otra vez paradójicamente, realizada bajo el mandato de la viuda del opositor del general Torrijos.


Desde entonces, el Canal ha sido administrado con eficiencia y sin discriminaciones en otro signo de que a pesar de los nombres involucrados, el poder dinástico se encuentra subordinado a los partidos políticos en Panamá. Y así debe continuar siendo porque la importancia del Canal, no obstante haber perdido margen en términos militares (los portaviones no pueden transitar por esa vía) y comerciales (cada vez se transporte más carga marítima por barcos "post PANAMAX" es decir, de tamaño superior a las dimensiones que permite el Canal), sigue teniendo una importancia vital para la interdependencia global y la seguridad hemisférica.


Lo primero, ha implicado un eventual compromiso panameño con la ampliación de la vía con el propósito de mejorar las condiciones de tránsito por la misma. Lo segundo ha sido objeto de maniobras conjuntas interamericanas teniendo en cuenta la vulnerabilidad del Canal al terrorismo.


Bajo el mandato del presidente Torrijos, los suramericanos esperamos no sólo la consolidación de la democracia en ese Estado vital, sino la limpieza del espacio panameño de la influencia del narcotráfico y la continuidad de una administración segura y confiable de una vía requerida por todos.

3 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo

La Fragentación del Sur

Ad portas de un aniversario más de la suscripción de la Carta de San Francisco, la UNCTAD, la institución de la ONU que procura articular...

Estabilidad Trilateral

Cuando en octubre pasado la presión popular boliviana obligó a renunciar al presidente Sánchez de Lozada, y el presidente Mesa...

América Latina: La Inversión Extranjera

En un año en que la región crece al 5.5%, las exportaciones antes que la inversión sostienen la perfomance económica latinoamericana.

Logo Contexto.png
Header.png
bottom of page