Este domingo en Francia la Unión Europea puede empezar a perder otro de sus principales pilares estatales, ser debilitada adicionalmente o ser transformada por nuevos regímenes y asociaciones.
A pesar de que este año la economía francesa debe mejorar no obstante un gasto y deuda públicos de 57% y 96% del PBI, respectivamente, la falta de consenso ciudadano es tironeado por candidatos que aspiran al “Frexit” (Le Pen), a la “Europa social” de simpatías chavistas (Melenchon), a una integración más intergubernamental y menos trasnacional (Fillon) y a “más Europa” (fiscal, ambiental, social, monetaria, de defensa) con instituciones que no todos los socios desean (Macron).
En este escenario diverso Europa podría consolidar su alteración geopolítica porque, salvo en el caso de gobiernos de Macron o Fillon, Francia no desearía aspirar a reconstituir con Alemania el eje sustancial de la Europa comunitaria (el carácter de 1963).
Por lo demás, el rol de Rusia en el continente se incrementará a favor si ésta cumple con los acuerdos de Minsk y normaliza la condición fronteriza con Ucrania que Macron y Fillon favorecen. O en contra si Rusia consolida su nueva identidad a costa de Crimea y a favor de su proyección en Europa del Este (que Le Pen tolera o defiende).
Pero esencialmente la elección francesa favorecerá una fría vinculación con Estados Unidos (en el caso de Fillon y Macron) o la desalentará (en los casos de Le Pen y Melenchon) en momentos en que el señor Trump (aficionado a Le Pen) atenúa su desprecio por la OTAN y la Unión Europea. Francia, desempeñaría a partir de estas elecciones un rol fundamental entre una mayor autonomía europea aún alineada con la espada occidental (Estados Unidos) o con un corazón de Occidente debilitado (Europa).
El segundo rol sería inédito porque en dos guerras mundiales y durante la independencia americana Francia fue un aliado vital de los Estados Unidos. Como lo fue con De Gaulle no obstante su retiro del comando integrado de la OTAN y con Mitterand (esencial para la reunificación alemana y la evolución europea).
Esto ocurre cuando el presidencialismo autoritario de Erdogan juega con la posibilidad turca de alejarse más de Europa; el Medio Oriente, en su infernal complejidad, no recibe más cooperación eficaz de Occidente y la primera potencia prescinde de Europa en su desorientada presión sobre Corea del Norte.
América Latina no parece estar presente en el escenario francés cuya cultura forma parte de nuestra civilización. Al respecto todo parece reducirse a actitudes de los candidatos sobre el comercio internacional. En el primer caso, el “proteccionismo inteligente”de Le Pen y el antiliberalismo global de Melenchon indican que el comercio exterior no son factores relevantes de relación con la región. Y en el segundo (Macron y Fillon), la opción por los acuerdos de libre comercio parecen ser la forma más eficiente de acercarse al área. La segunda vuelta francesa del 7 de mayo definirá la situación de nuestro tercer socio comercial.
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