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  • Alejandro Deustua

Nuevo "Estados Fallidos"

La denominación "estados fallidos" es generalmente aplicada a aquellas unidades políticas subdesarrolladas e inviables. Ésta se refiere a aquellos Estados que muestran una fundamental incapacidad de autogobernarse. Tal incapacidad deriva, a su vez, de la extrema debilidad institucional, de una economía disfuncional, de una sociedad con escaso o nulo nivel de cohesión y de una indisposición a la interacción externa y, por tanto, a una adecuada inserción.


Aunque el término no tiene aún legitimidad en las ciencias sociales, su uso impulsado por publicaciones de gran influencia como Foreign Policy, se ha generalizado al punto de que las autoridades de grandes potencias (y hasta de la ONU) lo emplean de acuerdo a las características enunciadas.


El peligro que representa para el sistema internacional la realidad de los "estados fallidos" no es menor a pesar de la insignificancia del poder o influencia que éstos pueden ejercer. En efecto, su presencia no sólo supone un costo para el buen funcionamiento del sistema sino que genera riesgos, generalmente intensos, para sus vecinos.


Éstos se reflejan en el uso del territorio de esos Estados por agentes no estatales que contribuyen a fragmentar más ese espacio y que generan amenazas globales y regionales al admitir a grupos terroristas, narcotraficantes o a actores de otro tipo de asociación criminal. Como resultado de ello, el poder inexistente del "estado fallido" evoluciona hacia el ejercicio por estos nuevos agentes de una suerte de "poder negativo" definido como aquél capaz de generar sólo daño a los demás.


Por ello el "estado fallido" es una preocupación de la ONU, de las potencias centrales y, cuando sus efectos son cercanos, de las potencias menores. Siendo así, el requerimiento de Estados viables, bien institucionalizados, económicamente sanos, socialmente cohesionados y capacidades de insertarse en el sistema o la comunidad internacionalmente se ha incrementado especialmente en ciertas regiones.


Ello ocurre en el África, continente no escaso en "estados fallidos". Entre los que han generado gran convulsión social y regional se encuentran Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Yemen Angola, Liberia. En América tales Estados no abundan (salvo en el caso de Haití), pero es claro que algunos de sus miembros no han estado o no están lejos de optar por ese derrotero.


Pero el mundo en desarrollo no es el único escenario en donde el "estado fallido" puede emerger. En efecto, hoy somos testigos de la presencia de una variación de esa calidad de Estados. Su escenario es el de los países ricos y el de las organizaciones de integración más avanzadas. Y su marco, el de las convicciones democráticas u otras ideologías nacionales mejor fundadas. Éstos pueden ejercer influencia y ciertamente tienen capacidad de interacción con sus vecinos.


En ciertos casos, la falla de este tipo de Estados radica en una súbita pérdida de capacidad cohesiva frente al cambio del sistema que permitía su presencia. Éste fue el caso de la Unión Soviética y de Yugoslavia.


Pero en otros, la falla del Estado radica en la disposición de sus ciudadanos a no ejercer su capacidad cohesiva y más bien a optar por la secesión. Éste fue el caso de Checoeslovaquia que, luego de encontrar nuevas y mejores posibilidades de progreso, se dividió en 1993 en Chequia y Eslovaquia. Bajo estas condiciones ambos Estados ingresaron a la Unión Europea en el 2004.


Pero, además, existen otros Estados que siendo fundadores o miembros antiguos del más moderno y eficiente organismo de integración del mundo, manifiestan tendencias secesionistas. Éste es el caso de Italia (las regiones del norte) pero especialmente de España (el problema de las nacionalidades es uno no resuelto, tal como lo muestra, entre otros, el caso del País Vasco).


Últimamente, sin embargo, este problema se ha replanteado en el mismo corazón de la Unión Europea: Bélgica. Las diferencias en valones y flamencos han resultado en la repotenciación de la secesión en esta monarquía constitucional fundada en 1830. En efecto, la imposibilidad de formar gobierno hace más de cien días por divergencias entre los que desean reformas estatales de amplio espectro (los flamencos) y los que se resisten (los valones) ha actualizado históricas rivalidades fragmentadoras (éstas, como ejemplo de su gravedad llegaron al punto de dividir en dos a la mismísima Universidad de Lovaina en 1968). Entre los escenarios disputados por ambas comunidades se encuentra Bruselas: la sede de la Comisión de la Unión Europea.


Si la UE es una asociación interestatal, sus miembros entienden que cualquier secesión dejaría al secesionista fuera de la Unión. Sin embargo, sería bueno que esa norma se consolidara en el tratado que debe reemplazar a la fallida "constitución europea". De lo contrario una nueva clase de "estados fallidos" se habría establecido sentando un pésimo ejemplo para la comunidad internacional y una peligrosa tendencia en el sistema internacional.



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